Reflexiones de una periodista sobre los medios de comunicación durante el gobierno de facto

Liliana Julieth Castaño CNP 8.461. 16 de abril 2002

Desde el principio. He visto y leído de todo, y como muchos en el propio seno de mi familia siento las opiniones diferentes, y es que de eso se trata, ahí está la prueba. Siento como muchos que Chávez se ha equivocado tremendamente, esa es mi posición. Me molesta su verbo, y me indignan muchas cosas. Pero hoy, aunque no estoy frente a los micrófonos quiero hablar como periodista. ¿Qué ha pasado con lo que aprendimos en las aulas? Todos somos conscientes de que hay dueños de medios y políticas editoriales, pero también somos conscientes de que tenemos un deber moral y ético inalienable.

Sé que Chávez ha alimentado odios, y no ha distinguido contra quien. Pero es que acaso no le hemos dado motivos y bases para hablar. Lamentablemente de disimulado rechazo al gobierno, cada vez se fue pasando a una posición más frentera, y me pregunto ¿era ético mostrar nuestra opinión? No. Igual lo digo para los colegas del canal ocho, desde su óptica a favor. En uno y otro momento - del 11 y el 14-A- dependiendo del bando, se nos dijo que no estaba pasando nada. ¿Cómo queda nuestra credibilidad cuándo abiertamente los periodistas celebraron la caída? ¿Cuándo dentro de las preguntas de una colega a los militares disidentes, volcaba todo su resentimiento -justo o no-? ¿Dónde estamos parados cuando no contraponemos lo que ocurrió con el decreto del gobierno de facto, con la otra versión? Hubo muchos momentos en que desesperadamente esperé la reacción de alguno de los que ejercen la profesión, ante la enorme responsabilidad del "en vivo", eran momentos claves. Nadie busco la contraparte frente a los atropellos desde el amanecer del 12 de abril. Cuando habló el fiscal y cortaron su imagen, ninguno de mis colegas tuvo el valor de pedir que repusieran la señal. Ninguno se preguntó por los derechos del Presidente detenido. Ninguno pidió pruebas fehacientes de la renuncia. Luego nadie decía nada, para lo que pasó en la tarde del sábado, para eso no hay disculpas porque siempre nos jugamos la vida. Y en todo caso, y nosotros lo sabemos hay muchas formas de levantar información, corroborarla y sacarla al aire. Hay muchas formas de salir, si hubieran querido lo hubieran hecho. Luego, no pueden imaginar lo que sentí al captar por la señal de DirecTV a Radio Caracol, tenían un periodista en Miraflores, pero no contentos con eso contactaron a uno de los militares golpistas que estaba con Carmona en Fuerte Tiuna, y en una transmisión impecable, llevaron en el punto más álgido de los acontecimientos las dos versiones, las dos caras de la moneda. Una la toma del palacio de Miraflores con sus protagonistas, y otra el supuesto regreso de Carmona Estanga a este mismo sitio porque había total normalidad, mientras careaban las dos posiciones, poncharon sonido de CNN con las declaraciones de Carmona Estanga, luego Miraflores donde el colega colombiano en el mejor ejercicio de periodismo radial, describía desde donde estaba narrando los hechos: estaba en la silla presidencial, a su lado Lara, Isturíz, etc. Ese señor, no me dijo lo que yo tenía que pensar, dio los elementos para que el oyente sacara sus propias conclusiones.

En uno de estos instantes puso al aire a un periodista venezolano que prefirió no identificarse. Su voz conocida, conocidísima, estaba llorando, impotente pues en su planta no pasaban la información que él estaba mandando. Dijo claramente que no estaba de acuerdo con Chávez, pero que por sus valores no podía dejar de decir lo que allí estaba pasando. Minutos más tarde la señal de Radio Caracol no estaba disponible. Los que hemos trabajado en los medios sabemos como son las cosas, pero también creo que podemos decir que nunca como ahora. El periodista es el obrero de la empresa comunicacional, y no me gusta que lo agarren ni de chivo expiatorio ni de pobre y desprotegida paloma. Pero pienso que los periodistas debemos no sólo enfrentar la falla, sino enmendarla de inmediato, y repito no es a favor ni en contra de nadie, es trabajar para que la objetividad sea una utopía más cercana.

También me parece que nuestros órganos gremiales, que para ser justos no han sido efectivos, se reactiven y velen por que el periodista pueda hablar. Siendo así, creo que tal y como pedimos un amparo ante órganos internacionales por las agresiones físicas, de igual forma podemos velar por una protección contra los dueños de los medios. Garantizando que no haya despidos injustificados por la cobertura, debidamente soportada de hechos. Que nuestro deber constitucional y moral, está incluso por encima de nosotros mismos. Que existen los géneros periodísticos, y el de opinión está bien definido, pero los demás géneros deben buscar siempre todos los puntos posibles, para armar el rompecabezas. Tan sólo quiero que iniciemos la discusión.