¿Comunicación Social o Peste Emocional?

Ángel C. Colmenares E.

Es necesario conocer Todos los movimientos del adversario si pretendemos enfrentarlo con posibilidades de éxito "Nuestra principal arma fueron los medios de comunicación"
C/A Héctor Ramírez, primer Ministro de la Defensa de la Junta Directiva que Fedecámaras y la CTV nombraron en Miraflores.

Uno de los temas de reflexión que dejaron los acontecimientos de abril es el atinente a los medios de difusión masiva y el decisivo papel jugado por ellos en la campaña de incitación al odio contra el proyecto liderizado por el presidente Chávez y en particular hacia éste hasta en lo personal.

Hoy esa campaña es objeto de análisis y discusiones toda vez que su desarrollo y puesta en práctica invade áreas muy sensibles como son el objetivo de esos medios en cuanto servicio de interés público y el código de ética de los periodistas, muchos de los cuales han asumido posiciones y conductas desvirtuadoras de su requerida imparcialidad.

Y por cuanto las acciones y/u omisiones referidas forman parte de un proceso que a todos --periodistas o no-- atañe como ciudadanos, hemos buscado antecedentes cuya exposición pueda ayudarnos a comprender cómo un importante sector de la sociedad pudo ser manipulado en función de que sirviera como instrumento justificador para instaurar un régimen político de perfiles fascistoides.

Comencemos por citar un trabajo (EL CONTROL DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN) del profesor estadounidense Noam Chomsky:

Empecemos con la primera operación moderna llevada a cabo por un gobierno. Ocurrió bajo el mandato de Woodrow Wilson. Este fue elegido en 1916 como líder de la plataforma electoral Paz sin victoria, cuando se cruzaba el ecuador de la Primera Guerra Mundial. La población era muy pacifista y no veía ninguna razón para involucrarse en una guerra europea; sin embargo, la administración Wilson había decidido que el país tomaría parte en el conflicto. Había por tanto que hacer algo para inducir en la sociedad la idea de la obligación de participar en la guerra. Y se creó una comisión de propaganda gubernamental, conocida con el nombre de Comisión Creel que, en seis meses, logró convertir una población pacífica en otra histérica y belicista que quería ir a la guerra y destruir todo lo que oliera a alemán, despedazar a todos los alemanes y salvar así al mundo. Se alcanzó un éxito extraordinario que conduciría a otro mayor todavía: precisamente en aquella época y después de la guerra se utilizaron las mismas técnicas para avivar lo que se conocía como Miedo rojo. Ello permitió la destrucción de sindicatos y la eliminación de problemas tan peligrosos como la libertad de prensa o de pensamiento político. El poder financiero y empresarial y los medios de comunicación fomentaron y prestaron un gran apoyo a esta operación, de la que, a su vez, obtuvieron todo tipo de provechos.

¿Cómo se induce a una población o sociedad a participar en algo tan terrible como una guerra?

Los medios utilizados fueron muy amplios. Por ejemplo, se fabricaron montones de atrocidades supuestamente cometidas por los alemanes, en las que se incluían niños belgas con los miembros arrancados y todo tipo de cosas horribles que todavía se pueden leer en los libros de historia, buena parte de lo cual fue inventado por el Ministerio británico de propaganda, cuyo auténtico propósito en aquel momento (tal como queda reflejado en sus deliberaciones secretas) era el de dirigir el pensamiento de la mayor parte del mundo.

El método para lograr ese objetivo lo constituye la industria de las relaciones públicas, expandida en la década de los años 20 como explica el profesor Chomsky:

Las relaciones públicas constituyen una industria inmensa que mueve, en la actualidad, cantidades que oscilan en torno a un billón de dólares al año, y desde siempre su cometido ha sido el de controlar la opinión pública, que es el mayor peligro al que enfrentan las corporaciones. Tal como ocurrió durante la Primera Guerra Mundial, en la década de 1930 surgieron de nuevo grandes problemas: una gran depresión unida a una cada vez más numerosa clase obrera en proceso de organización. En 1935, y gracias a la Ley Wagner, los trabajadores consiguieron su primera gran victoria legislativa, a saber, el derecho a organizarse de manera independiente, logro que planteaba dos graves problemas. En primer lugar, la democracia estaba funcionando bastante mal: el rebaño desconcertado estaba consiguiendo victorias en el terreno legislativo, y no era ese el modo en que se suponía que tenían que ir las cosas; el otro problema eran las posibilidades cada vez mayores del pueblo para organizarse. Los individuos tienen que estar atomizados, segregados y solos; no puede ser que pretendan organizarse, porque en ese caso podrían convertirse en algo más que simples espectadores pasivos.

Así pues, ese es el ideal, para alcanzar el cual se han desplegado grandes esfuerzos. Y es evidente que detrás de él hay una cierta concepción de la democracia, tal como ya se ha dicho. El rebaño desconcertado es un problema. Hay que evitar que brame y pisotee, y para ello habrá que distraerlo. Será cuestión de conseguir que los sujetos que lo forman se queden en casa viendo partidos de fútbol, culebrones o películas violentas, aunque de vez en cuando se les saque del sopor y se les convoque a corear eslóganes sin sentido& Hay que hacer que conserven un miedo permanente, porque a menos que estén debidamente atemorizados por todos los posibles males que pueden destruirles, desde dentro o desde fuera, podrían empezar a pensar por sí mismos, lo cual es muy peligroso ya que no tienen la capacidad de hacerlo. Por ello es importante distraerles y marginarles. Esta es una idea de democracia. De hecho, si nos remontamos al pasado, la última victoria legal de los trabajadores fue realmente en 1935, con la Ley Wagner.

Y uno de los miedos más esparcidos en las mentes de los consumidores estadounidenses fueron los rusos, hasta que perdieron atractivo y surgió la necesidad de fabricar otro de primera línea y durante el gobierno de George Bush en los años 80 destacó Saddam Hussein, el nuevo Hitler que iba a conquistar el mundo.

Admitamos, de momento, que efectivamente Saddam Hussein es un monstruo que quiere conquistar el mundo (creencia ampliamente generalizada en los Estados Unidos). No es de extrañar, ya que la gente experimentó cómo una y otra vez le martilleaban el cerebro con lo mismo: está a punto de quedarse con todo, ahora es el momento de pararle los pies. Pero, ¿cómo pudo Saddam Hussein llegar a ser tan poderoso? Iraq es un país del Tercer Mundo, pequeño, sin infraestructura industrial. Libró durante ocho años una guerra terrible contra Irán, país que en la fase posrevolucionaria había visto diezmado su cuerpo de oficiales y la mayor parte de su fuerza militar. Iraq, por su lado, había recibido una pequeña ayuda en esa guerra al ser apoyado por la Unión Soviética, los Estados Unidos, Europa, los países árabes más importantes y las monarquías petroleras del Golfo. Y aún así, no pudo derrotar a Irán. Pero, de repente, es un país preparado para conquistar al mundo. ¿Hubo alguien que destacara este hecho? La clave del asunto está en que era un país del Tercer Mundo y su ejército estaba formado por campesinos, y en que (como ahora se reconoce) hubo una enorme desinformación acerca de las fortificaciones, de las armas químicas, etc., ¿hubo alguien que hiciera mención de todo aquello? No, no hubo nadie. Típico.

En Venezuela el "monstruo" no son los alemanes sino el gobierno (por cierto, en la propaganda externa e interna "aliado" de Hussein) y las organizaciones populares, especialmente los Círculos Bolivarianos, cuyos desarrollo y consolidación dan concreción a los deberes y derechos señalados en los artículos 62, 70 y 132 entre otros de la Constitución y significan el fin de la dispersión que ha sido endémica al interior de los sectores populares bajo las reglas de la democracia representativa, en la cual se diferencian dos tipos de ciudadanos:

De acuerdo a los medios de difusión masiva en nuestro país los especializados constituyen la sociedad civil y el "rebaño desconcertado" es la sumatoria desordenada de hordas, turbas, tierrúos, escoria, resentidos sociales& y cualquier otro de los adjetivos al uso.

Debemos considerar, sin embargo, la respuesta masiva y muy firme dada por ese rebaño desconcertado el 13 de abril a los especializados que dieron el Golpe de Estado en una acción sin precedentes y que obligatoriamente hace pensar en que los medios de difusión masiva fracasaron en su intento de fabricar un consenso al seno de los sectores populares, teóricamente más débil intelectualmente y con menos práctica organizativa incluyendo la carencia de recursos.

¿Cómo se explica que el mensaje disgregador y faccioso haya prendido en sectores de la clase media mientras la base popular parece inmune?

Recordemos que históricamente la conquista de importantes posiciones de poder por el fascismo fue con el apoyo de las masas más depauperadas y el ejemplo por excelencia lo constituye la Alemania de 1933 y posiblemente la ruptura de ese esquema tenga buscando respuestas a representantes de sectores gubernamentales y políticos con experiencia en esas lides como esos de los partidos españoles Popular (PP) y Socialista Obrero (PSOE) cuyas simpatías con los golpistas fueron y son evidentes, como se comprende con la sola lectura (que recomendamos) del resultado de la investigación realizada por la Izquierda Unida en artículo suscrito por el Asesor Parlamentario de esa fuerza, José Manuel Fernández, el 23 de mayo de 2002.

Creemos importante la investigación del tema pues nos toca muy de cerca, toda vez que no solo es necesario saber cómo reacciona la gente, ejemplo la masa congregada en Chuao y bombardeada incesantemente por los especializados instigadores, sino por qué actúa irracionalmente asumiendo posiciones que muchas veces y objetivamente van contra sus propios intereses.

Obtener respuestas en términos de colectivo seguramente nos educará como ciudadanos y será de gran ayuda para desmontar esos mecanismos que operan automáticamente en nosotros porque tienen mucho tiempo funcionando y posiblemente nunca los hemos identificado debidamente.

Permítannos citar a Wilhelm Reich, quien exponía en 1942 (PSICOLOGÍA DE MASAS DEL FASCISMO):

Las clases medias se pusieron en movimiento y entraron en escena como fuerza social revestidas de la forma del fascismo. Por eso, lo que importa no son las intenciones reaccionarias de Hitler y de Goering, sino los intereses sociales de las capas medias. Como consecuencia de su estructura caracterológica, las clases medias tienen un poder social inmenso, que supera en mucho su importancia económica. Es la capa social que ha sostenido nada menos que el sistema patriarcal durante varios milenios y que lo mantiene vivo pese a todas sus contradicciones.