Necesitamos un modelo de país

Hugo Groening

Mensaje enviado a la lista usb-prof de la Universidad Simón Bolívar

Estimados colegas,

Una buena porción de la retórica del presidente va dirigida a alimentar el odio social. Supongo que ese tipo de mensaje cae en oídos fértiles, Chávez lo sabe y pienso que esa es la razón fundamental por la cual él lo hace. A pesar de lo anterior, las últimas encuestas serias en Venezuela ponen la popularidad del gobierno entre 30 y 35%. Eso representa una caída descomunal en relación con la popularidad inicial, aunque sigue siendo un nivel de aceptación significativo. Quizás la caída tiene que ver con la desilusión del pueblo y la percepción de una retórica incendiaria, no acompañada de resultados que puedan medirse en términos de un incremento en el bienestar de la población, sobretodo en el de las clases más necesitadas. Todo lo contrario, los resultados están a la vista.

Sin embargo, también es cierto, es que los argumentos iniciales de Chávez en relación con la traición del sistema a las clases más humildes - sobre todo de los ?70 para acá - también son una realidad. Entiendo que mucha de la gente que se mantiene con Chávez, lo hace porque para ellos, él todavía representa una esperanza, aunque tampoco les haya cumplido. Cuando menos, tienen la percepción de que Chávez es "de ellos" y para ellos. Ellos sienten que lo pusieron allí y que sus mensajes siguen siendo coherentes con los originales. Una buena proporción de esos sectores es "dura" y está dispuesta a defender su "revolución" (aunque no sea tal) incluso con la vida.

Las observaciones anteriores las expongo como base para hacer la siguiente reflexión: ¿Qué razones pueden tener muchos de estos compatriotas para dejar de apoyar a Chávez y cambiar sus lealtades hacia otra alternativa? ¿Por qué debe un chavista - sobretodo de los estratos sociales más humildes - creer en lo que le dice la Coordinadora Democrática o los partidos tradicionales? En mi caso personal (no quiero hablar por los demás) está muy claro que - llegando a lo más básico - podría argumentarse que estoy en contra del gobierno, porque veo mis intereses (o los de mi familia) amenazados. Chávez habla de "privilegios". Hay mucho de verdad en eso, aunque ciertamente no es lo único. Sin embargo, ¿Qué privilegios tienen para defender en contra de Chávez esas clases sociales tan golpeadas? ¿Qué tienen que perder? ¿Tienen para ellos igual sentido las palabras "libertad", "justicia" e "igualdad", de lo que lo tienen para "nosotros"? Estoy seguro de que no. Representantes de esos sectores podrían perfectamente esgrimir que nunca antes el poder les prestó atención, salvo en los períodos electorales y que ahora queremos (los opositores) prestarles atención porque estamos amenazados. Que en el fondo, ellos no tienen nada que perder y si quizás algo que ganar. Más bien, hay quienes vigilan muy de cerca a Chávez con el objeto de "sacarlo del juego" si se desvía del camino "revolucionario" y pacta con la "oligarquía".

Me parece que estamos como comenzando a desintoxicarnos de un "ratón" de casi 40 años. Caímos durante mucho tiempo en la cultura del consumismo y la ostentación, mientras permitimos la corrupción en todos sus géneros en los regímenes de turno. Contra eso no hicimos nada. Uno valía lo que poseía y no más. Cualquiera que no tuviera los últimos pantalones de marca, viajara fuera del país en vacaciones o tuviera una camioneta último modelo estaba "out". No que tenga algo de malo gozar de esos privilegios, pero no pueden formar parte de la escala con la cual se mide el "valor" de una familia o persona. Esa referencia fue caldo de cultivo para Chávez, quien se encargó de alimentar los odios plantados por los contrastes ignominiosos en nuestra sociedad. No que las cosas sean ahora muy distintas. La corrupción es ahora peor que nunca y una clase nuevo-rica chavista está surgiendo a la luz de nepotismos y privilegios descarados, sólo que aparece mimetizada dentro de la retórica incendiaria del "líder".

No creo que tocaremos fondo hasta que los sectores que hacemos oposición no hayamos llegado al punto en el cual estemos dispuestos a defender nuestros derechos constitucionales, con la autoridad moral en la mano, activamente y con la vida si es necesario. Sin salir corriendo. No es fácil decir esto, porque tradicionalmente siempre hemos esperado que alguien externo nos "salve", sean los salvadores las fuerzas armadas o los "gringos". En este "barranco" estamos absolutamente solos y creo que eso no es malo. Por fin parece que nos vamos a enfrentar directamente con nuestros propios demonios internos. Ahora quizás sepamos de que - de verdad - estamos hechos. La marcha del 11A fue una aproximación importante en ese sentido. A pesar del mensaje via celular de J.V. Rangel a Bernal: "Llama a la gente de los cerros para que bajen, que eso los "caga"", la gente sencilla de la oposición caminó, se arriesgó y tuvo las víctimas que todos vimos.

En el fondo y a pesar de todo lo anterior, no tenemos un modelo de país. Carecemos de un mapa que nos permita reducir palpablemente la pobreza, al tiempo que enrumbamos a Venezuela por un camino de oportunidades para todo el mundo, donde haya esperanza fundamentada en razones reales. Es hora de que definamos ese mapa. Valga la situación tan difícil que vivimos como oportunidad para afirmar que tenemos que diseñar una alternativa a Chávez, a su mesianismo y a su violencia, pero no porque Chávez sea una amenaza, sino porque es justa y sensata. Eso, para mí, pasa necesariamente por la salida de Chávez de la presidencia y la negociación de un pacto con el chavismo racional.