De intentos golpistas, ultimatuns, contramarchas y paros

Humberto Gómez García

Trincheras de Ideas

Venezuela está cosechando el no haber rematado a los derrotados golpistas del 13 de abril. Craso error político de entonces. De nuevo el gobierno descubrió, seis meses después del primer golpe, un proyecto golpista de alcances mucho más profundamente fascista que el anterior, que contemplaban sus primeros decretos, arrancando el nuevo gobierno de facto, de no haber sido develado, un toque de queda, suspensión de todos los poderes públicos y de las garantías constitucionales, eliminación de la Constitución del 1999 y de las leyes revolucionarias (ley de tierras, ley de hidrocarburos, de pesca y otras 46 más).

Los actores de esta nuevo proyecto frustrado son, básicamente, los mismos del anterior. La cúpula usurpadora de los delincuentes que dirigen la Central de Trabajadores de Venezuela (CTV), el partido empresarial FEDECAMARAS, los militares gorilas que desconocieron la autoridad del Presidente Chávez el 11 de abril, los partidos y grupos políticos tradicionales: Acción Democrática, COPEI, Unión, Primero Justicia, Proyecto Venezuela, MAS, Bandera Roja, Alianza Bravo Pueblo, Fedenaga, grupúsculos de la llamada sociedad civil, todos agrupados en un esperpento que denominan Coordinadora Democrática, centro desde donde se organizan los laboratorios de guerra sucia y cuanta maldad pueda imaginarse contra el Gobierno y el proyecto bolivariano y contra el país.

Faltan sólo algunos fascistas golpistas: Carmona Estanga, Molina Tamayo, Pérez Recao, pero están aquí los grupos paramilitares, los mercenarios para el sicariato y los francotiradores que ellos entrenaron y organizaron, los mismos que tendrían una activa participación dentro del nuevo golpe frustrado.

Pero el toque de locura era el componente de masas, la marcha del 10 de octubre, el ultimátum y la amenaza al Presidente para que renuncie o convoque a unas nuevas elecciones, y por supuesto, la amenaza del paro cívico, en verdad un velo de la huelga general con la que se buscará derrocar, una vez más, al régimen bolivariano.

Es evidente que la política gubernamental de diálogo continúa siendo correcta, pero ¿con quienes de la llamada Coordinadora Democrática se podría dialogar si la mayor parte de sus integrantes hacen unos planes para el periodo post Chávez y en un alto porcentaje están metidos hasta lo último en los planes golpistas? Ciertamente la fulana Coordinadora está altamente fragmentada y dividida, hay sectores sensatos en su seno que plantean una oposición beligerante, temerosos de la reacción popular violenta a un golpe que los barra.

La estrategia tiene, entonces, que ser otra. En primer término ya se sabe lo que ellos pueden movilizar, 200 ó 300 ó 400 mil personas cifra nada desestimable ciertamente, pero las fuerzas de la revolución son muchísimo superiores como lo acaba de demostrar la descomunal marcha del domingo 13 de octubre que movilizó una cifra tan alta como los dos o más millones de venezolanos y venezolanas que pletóricos de fe y esperanza en el futuro del país, en el líder revolucionario Hugo Chávez, marcharon 16 kilómetros, desde el Sur de Caracas hasta el centro de la capital, en la caraqueñísima avenida Bolívar, que se abarrotó de punta a punta y en donde el Presidente Chávez respondió una a una las agresiones de los fascistas Carlos Ortega, de la CTV, y de Carlos Fernández, presidente de FEDECAMARAS.

Ya es un hecho el decreto de paro nacional para el lunes 21 de octubre. No fue una huelga laboral porque saben que el aparato productivo no se parará en su mayoría, aún más, flota en el ambiente la posibilidad de que algunas empresas que cierren sus puertas durante el paro sean reabiertas por sus trabajadores. De manera que al convocar un paro nacional o paro cívico se busca involucrar a un mayor numero de ciudadanos, sobre todo a amas de casa, desempleados, ancianos, maestros, médicos. Fijémonos que la convocatoria concreta al paro la hace la CTV ¿por qué? porque sencillamente, la imagen que vende esa organización es que está más consustanciada con el sector popular que con la clase media o la oligarquía. Llaman a los opositores a quedarse en sus casas hasta las 2 de la tarde.

Evidentemente que, por más que se trate de ocultar, el paro tiene un sesgo golpista y de un indiscutible tenor político subversivo, eso lo evidencia que la consigna de la contrarrevolución es solicitar la renuncia del Presidente Chávez. Es decir, de nuevo la irracionalidad, la torpe actitud de saltar a la torera la Constitución Bolivariana, de querer desconocerla pretendiendo violentar su articulado.

Al no sentir respeto por la gigantesca marcha bolivariana. Al pretender desdeñarla, ignorarla y mantener incólumes sus posiciones subversivas, no es que la Revolución y su democracia participativa y protagónica que la sustenta no sea permisiva y tolerante, sino que si no hay un freno represivo, así sean cinco gatos van a estar conspirando. Hay que frenar la impunidad, sanear realmente los tribunales que están controlados por los enemigos del proceso y se niegan a hacer justicia. Si no se da ese paso estamos en una guerra de desgaste, porque la lucha por el poder si no se corta ese nudo gordiano puede debilitarnos.

¿Qué puede ocurrir con ese paro y qué debe hacer el movimiento popular y bolivariano?

El gobierno y la dirigencia del proceso vienen haciendo un trabajo político entre los empresarios productores y los trabajadores, política acertada que desmonta el discurso de golpe económico de los grupos conspiradores de la oligarquía y que agudiza las contradicciones de los sectores de la burguesía, más concretamente entre los productores y los importadores. El presidente Chávez viene implementando la política de fortalecer la producción nacional, en el caso concreto de la industria textil, la cría porcina, la industria automotriz, la industria minera y otras.

Una política nacionalista, de fortalecer la industria y el agro, de apoyo a la producción nacional, algo retardada en el tiempo, pero acelerada en los últimos meses, será uno de los muros de contención a un paro absurdo por el daño que puede producirle al país, a su economía, a su pueblo, por el tufo golpista y fascista que lo envuelve a simple vista.

Pero a nivel laboral, sindical, igualmente se rechaza el paro como salida política a los problemas de la nación. Ya sectores como el petrolero, las industrias básicas y mineras de Guayana, del transporte, de los empleados públicos, de los tabacaleros y de otras ramas de la economía se han pronunciado contra el paro y han llamado públicamente a enfrentarlo.

El movimiento popular, después del clamoroso triunfo de la descomunal marcha del 13 de abril, no puede perder la iniciativa de la calle, la marcha, de la manifestación; de la defensa intransigente de las conquistas revolucionarias, de la Constitución Bolivariana y del presidente Chávez, conductor y guía indiscutible del proceso.

Plenar todas las calles de Caracas y de todas las ciudades de Venezuela de ciudadanos y ciudadanas libres, que conscientemente defienden su revolución popular, debe ser una de las consignas de ese día 21 de octubre. Proponemos tres consignas: ¡A la calle, a enfrentar el paro golpista y fascista! ¡A la calle, a defender las conquistas revolucionarias, el proceso bolivariano y al presidente Chávez! ¡Ante el paro golpista, profundicemos la Revolución y construyamos el poder popular!

Otro golpe fue descubierto por un gobierno que ha aprendido de las fallas e ingenuidades iniciales, una marcha contrarrevolucionaria fue obligada a ser pacifica, por la vigilancia de pueblo y gobierno unidos, dos días después de la marcha de la contrarrevolución esta fue quintuplicada por el pueblo bolivariano, en contundente, precisa y relámpago movilización, así tenia que ser y así debe continuar siendo. Ante el enemigo, avieso, cobarde, criminal, anti pueblo, anti venezolano, pro yanqui hasta la médula, no se puede bajar la guardia, hay que obligarlo a retroceder hasta llevarlo a sus niveles de tolerancia y racionalidad.

Ante una dirección demencialmente obcecada, furibundamente irracional, cargada del más absurdo y viceral odio, la Revolución Bolivariana no puede bajar la guardia ni permitirse el lujo de la debilidad o de la impunidad o corre el riesgo de perderse.