Diez tendencias (peligrosas) del conservadurismo político

Rigoberto Lanz

(Sociólogo, Investigador, Escritor, Ensayista)

Question. Año I, número 4 - Octubre 2002

Análisis del inquietante proceso político venezolano

La pregunta obligada es la de si hay espacio para un nuevo liderazgo en el seno de la derecha venezolana. O, realmente, están condenados los grupos de oposición a reproducir las tendencias al histerismo político, las mescolanzas y el revanchismo, a con- fundir intereses privados con los de la nación y cúpula con élite, a vio- lentar sus propias reglas de juego, al anticomunismo con dosis de racismo, a olvidar de dónde venimos, y a escamotear los cambios.

En un texto anterior (1) nos hemos ocupado de algunas interioridades de la dinámica del gobierno y grupos que alientan los proyectos de cambio en el país. Otros colegas están trabajando en una caracterización de las tendencias económicas y es de esperarse que se produzcan análisis políticos coyunturales como parte del trabajo conjunto de muchas personas interesadas en la situación de hoy.

El presente texto se concentra exclusivamente en la evaluación de tendencias en el seno de los grupos y comentes que se inscriben genéricamente en lo que el lenguaje periodístico denomina la oposición.

Conviene recordar que los síntomas que se aprecian en este heterogéneo campo pueden cristalizar como realidades estables, así como pueden esfumarse sin mayores consecuencias, por eso son tendencias.

1. Tendencia al histerismo político

Es típico en todo el mundo un comportamiento político motivado visceralmente en la antipatía, Muchos sectores despolitizados, sin ningún espesor cívico, con una cultura política básicamente plástica, son fácilmente irritables para las acciones de calle (sobre todo si tales acciones comportan el perfil de entusiastas caravanas sabatinas). En algunas ciudades del país hay segmentos de la población que siguen este patrón típico: sin experiencia política, sin proyecto de ningún tipo, sin liderazgo que oriente, sin plataforma que regule.

De allí nace una tendencia (amplificada por efectos massmediáticos) a asumir la política como rabieta, como catarsis de odios y antipatías nacidas de los oscuros fondos de un conservadurismo que se expresa todos los días en cada plano de la vida cotidiana, pero que hasta ahora no había sido convocado al espacio público.

El histerismo político introduce una irracionalidad completamente inmanejable en cualquier negociación, siendo un combustible muy eficaz para la degradación del clima de convivencia democrática indispensable en la coyuntura actual.

Si bien es esta una tendencia esencialmente reactiva, preocupa el trasfondo psico-social que la impulsa, el lecho valorice que la hace posible. No hay dudas de que estamos en presencia de un suelo ideológico-cultural entrenado en el conservadurismo (sea este de carácter religioso tradicional o simple sifrinismo mcdonalizado).

2. Tendencia a las mezcolanzas

Nada es más revelador de la idea de crisis que los patuques ideológicos que resultan de exaltadas verbalizaciones de odios y antipatías en busca de correlatos políticos, de resentimientos y pulsiones viscerales queriendo estamparse en consignas y banderolas.

Mezcolanzas de sentimientos y mentalidades, de repulsiones y valores sueltos, de chisporroteos de la realidad con "traducciones" bien acomodadas a los climas de irritación de las muchedumbres. El griterío de las multitudes es el mejor trasfondo para fomentar la confusión, la opacidad, las medias verdades, las manipulaciones de todo género.

La táctica de mezclar todo con todo da resultado justamente en ambientes embochinchados por las tensiones políticas. Allí no hay tiempo para establecer los hechos, para guardar las distancias, para evitar las simplificaciones, para los matices y la complejidad. La derecha venezolana (a diferencia de la derecha europea) no tiene ni pensamiento, ni tradición democrática, ni experiencia en el manejo directo de los asuntos públicos. Como nunca ha sido una verdadera élite, entonces se ha hecho representar en el Estado, en los gobiernos, en el espacio público. En Venezuela la derecha política siente vergüenza de su genuina denominación de derecha. Por ello apela a subterfugios y disimulos buscando desesperadamente pasar por otra cosa: "sociedad civil", "sectores independientes", "el orden", "las instituciones"

Los dispositivos massmediáticos hacen el resto. Las mezcolanzas hacen de la suya precisamente en la manera como la "opinión pública" sustituye en los hechos a los operadores políticos convencionales. Allí la táctica de confundir mezclándolo todo rinde sus frutos. Se trata de construir estados de opinión sobre la base de instrumentar la visión de la gente en un sentido determinado. La bruma que resulta de las mezcolanzas sirve funcionalmente a campañas bien orquestadas para producir matrices de opinión. Está por verse la capacidad de estos dispositivos para impactar el comportamiento político en los sectores populares. Donde parece funcionar con relativo éxito es en aquellos sectores medios ultraconservadores, paradigma de la idiotez consumista del "hombre unidimensional" descrito por Herbert Marcuse.

3. Tendencia a rechazar en bloque todo lo que huela a cambio

El estereotipo de oposición a ultranzas forma parte de los perfiles políticos en el mapa venezolano tradicional. Esta exacerbación es especialmente patente en un clima general de exclusión donde el debate (por muy agrio que parezca) tiende a ser sustituido por el insulto y la intolerancia. Cuando las pulsiones irracionales copan la escena, los operadores políticos se sienten exonerados de pensar, de elaborar argumentos, de esgrimir salidas, de diseñar proyectos. Todo se facilita con el maniqueísmo de un "anti" que opera como soldadura frente a cualquier duda, motivación o marcha atrás. Pensar en bloque, actuar en bloque, rechazar en bloque ("no importa lo que digas, yo estoy en contra"), es típico de un comportamiento político que ha renunciado al inevitable compromiso de negociar (consustancial a la política), es un estado del malestar colectivo en donde cuesta mucho introducir criterios de intermediación, formas de salir adelante, acuerdos transitorios, etc.

Cuando se trata de un conservadurismo recalcitrante que se ha visto obligado a desenmascararse, entonces se destapa un constructo ideológico que es alérgico a todo cambio, una mentalidad reñida ontológicamente con toda manifestación libertaria y heterodoxa (lo mismo en la política que en la sexualidad; da igual en la ciencia que en la música). Esta tendencia primitiva y pre-política está presente en muchos escenarios donde el salpicado espectro de la oposición busca posicionarse. No podría decirse que toda la derecha sufre de esta enfermedad. Lo que sí es evidente es la presencia activa de estos rasgos en discursos y actuaciones de la oposición.

4. Tendencia a confundir intereses privados con "el interés nacional"

Los sectores dominantes de todos los tiempos han jugado siempre con el rentable truco de hacer pasar sus específicos intereses como si fuesen los intereses de la humanidad. Sutil o groseramente, este subterfugio ha sido empleado por burguesías, oligarquías, partidocracias, y todo género de agentes de denominación.

El truco funciona porque de hecho hay una zona borrosa en la que muchos valores, ideas, propósitos de todo tipo, juegan un papel de "sentido común". Si no existiese previamente una mentalidad instalada en la gente, esta manipulación seria develada de inmediato por cada ciudadano. Pero la cruda realidad nos indica que las cúpulas dominantes fundan la eficacia de su discurso en la mentalidad de la gente que consume esos discursos; no de forma lineal y automática, desde luego, pero tendencialmente esta lógica termina ganando la partida porque es funcional a la reproducción de todas las redes de poder.

En la convulsionada coyuntura política venezolana de estos días es relativamente fácil el "cambalache" de posturas y discursos que se disfrazan de cualquier cosa; tal vez la estafa más recurrida sea este insólito caradurismo de flamantes dirigentes dando lecciones de moral pública, de espíritu democrático y tantas otras hipocresías.

Por otro lado, habría que preguntar: ¿Cuál es ese "país" respecto del cual Fedecámaras puede legítimamente sentirse su defensor? ¿A qué "país" defiende la gente de la CTV? ¿Es el mismo "país" que tiene en mente la cúpula de la Iglesia Católica?.

Parece obvio que el "país" es un dispositivo de usos múltiples que opera como "comodín" para vehicular intereses contradictorios. Que tales intereses existan objetivamente no tiene nada de pecaminoso, lo sospechoso es que muchos sectores se desvivan tanto por disimularlos en nombre de la "nación".

5. Tendencia a violentar sus propias reglas de juego

El conservadurismo político, sobre manera aquel que se articula muy fuertemente a intereses socio-económicos, no juega limpio. Sería ingenuo esperar compromisos y lealtades formales a la Constitución, al Estado de derecho, a la institucionalidad y figuras parecidas. La derecha más recalcitrante está dispuesta a todo. Ha sido así históricamente (sobran los ejemplos), no hay límite real a esa actuación que no sea la fuerza. Eso quiere decir que las tentativas irracionales de recurrir a la violencia están siempre en la agenda. No es solo una especulación paranoica la reiterada mención al fantasma de "golpe de Estado" y fórmulas similares. Se trata en el fondo de una constatación que debe ser tomada en serio: los sectores más retrógrados de la sociedad (en las fuerzas armadas, en la iglesia, en el empresariado, en la partidocracia destronada, en el ámbito intelectual, en los medios de información y en el conjunto de una población muy depaupera-da en términos ético-políticos) abogan por una salida fascistoide del impasse político actual. Los sectores moderados de la oposición y la fuerza visible que ostenta el gobierno han sido hasta ahora los límites para evitar el desbordamiento violento que aquellos sectores están propiciando. El respeto al juego democrático es un recurso de retórica mediática para grupos que han actuado históricamente con la mayor impunidad. Si no se ven obligados a desnudar sus motivaciones verdaderas, entonces la hipocresía de la "institucionalidad" juega su papel. El problema hoy es que estos sectores se sienten efectivamente amenazados pues han perdido los tradicionales mecanismos de reproducción de sus propios intereses.

6. Tendencia a olvidar de dónde venimos

No hay un olvido más útil para el conservadurismo cómplice de este medio siglo de desastres que hacerse el distraído respecto a la realidad brutal de un país devastado por el pillaje y la ineptitud de una partidocracia parasitaria y de una burguesía igualmente devaluada que ha vivido largamente a costillas del Estado. Por el "cambalache" remante parecería de repente que la situación actual es una perturbación de un país idílico que venía desarrollándose y progresando incesantemente hasta que unos bárbaros interrumpieron esta marcha triunfal. Esta ficción de país está instalada en la mentalidad de una franja de antichavistas histéricos. Funciona como consuelo para muchos que todavía no han asimilado la derrota sufrida hace tres años. Funciona también como motivación activa de sectores que añoran los privilegios del pasado con una nostalgia más que comprensible. En todos los casos, de lo que se trata es de una operación ideológica que está al descubierto: inversión de la realidad, lectura distorsionada de los hechos, versión autocomplaciente de una historia contada para quedar siempre bien.

7. Tendencia a confundir cúpula con élite

El debate sobre las élites (las viejas y las nuevas) no transcurre en el vacío. Contextos hay de sobra: una estampida de los viejos modelos partidocráticos; un desencanto de las ilusiones utópicas y de las promesas del "progreso"; una crisis severa de los paradigmas de las ciencias políticas; un fracaso rotundo de todas las tentativas de resolución del drama de la pobreza, la violencia y la exclusión. Pero además, en Venezuela estamos todavía en el corazón de un colapso estruendoso de un modelo político cuya verdadera esencia es el pillaje. La descomposición generalizada del régimen de partidos de este medio siglo de cohartada "democrática" está en la base de la turbulencia y desasosiego de este naciente experimento de "democracia participativa".

En Venezuela asistimos a una prolongada decadencia del concepto de "élite" (intelectuales, culturales, ideológico-políticas, tecnoeconómicas, etc.); en su lugar han funcionado cúpulas inerciales segregadas por la lógica pura y dura del poder: una "lumpen-burgesía" parasitaria del Estado; una burocracia sindical y gremial parasitaria del Estado; una partidocracia estructuralmente corrupta, quintaesencia del parasitismo del Estado; un funcionariado cultural parasitario del Estado; una amplia franja social intermedia engordada durante décadas bajo el modelo de petrodólares de acumulación rápida (es paradigmática la configuración psicosocial de esta fracción de la pequeña burguesía tropical: falso cosmopolitismo, consumismo cursi, ignorancia enciclopédica, su horizonte de felicidad es Miami, racista sin disimulos y oportunista en todos los terrenos).

Conclusión a la vista: élites... élites... lo que se llaman élites, aquí no hay. Eso sí: cúpulas abrazadas intensamente a los aparatos de Estado... esas sí abundan.

8. Tendencia anticomunista mezclada con dosis de racismo

La subideología del anticomunismo es un paquete integral que incluye-según los casos-componentes propiamente políticos, valores culturales, dispositivos religiosos, narrativas acomodadas sobre la historia y un sinfín de ingredientes que desembocan en el constructo de una mentalidad. Más acentuadas en unas épocas que en otras; más beligerantes en unos países que en otros; con brutalidad o sutileza según cada contexto.

En Venezuela tenemos varios tipos de anticomunismo. Todos con el denominador común de una inmensa ignorancia respecto a las filosofías políticas en juego y una hostilidad visceral o todo lo que huela a" izquierda". Entre las distintas variantes de anticomunismo, destaca en estos días una versión ultra-reaccionaria producto de una patética mezcla de racismo (con todas sus miserias), estilo mayamero, discursillo sifrino y boberías de "sociedad civil". Esta fracción de la derecha deriva fácilmente hacia bandas fascistoides.

De allí se han alimentado en todo el mundo los movimientos políticos más siniestros. "Patoteros" caras pintadas, con cadenas e indumentaria de negro cuero, son datos de una iconografía ya vista en todas partes donde la descomposición eticopolítica levanta los oscuros fondos de la decadencia y el atraso. Aquí no hay grupos sino bandas, no se trata de movimientos sino de facciones; allí no hay ideas sino prejuicios, dogmas y fanatismos. Pregúntese usted mismo qué podría esperarse de tendencias de este género.

9. Tendencia revanchista: la insoportable derrota

La partidocracia y sus derivados (burocracia sindical y gremial, monopolios de toda clase en las áreas económicas, mafias y roscas enquistadas en el Estado) no terminan de asimilar el terremoto político que destronó a las viejas élites de las diferentes esferas de poder. Una dirigencia corrupta y radicalmente incapaz quedó perpleja y aturdida desde hace tres años. Parte de estos viejos aparatos recién comienzan a sacar sus cuentas y a entender un poco el significado de lo que ha ocurrido en este breve lapso. Muchos dirigentes y grupos de la vieja guardia hacen un notable esfuerzo por sintonizarse con esta nueva realidad.

Pero persiste una tendencia que no termina de asimilar la derrota infligida ni las causas profundas de una crisis generada por su propia decadencia. Estos sectores ultraconservadores de la vieja partidocracia han pasado muy rápidamente de una fuerte clandestinidad vergonzante al estrellato de un protagonismo inusitado. La picaresca tropical ilustra este síndrome en un restaurante de Miami donde concurren solícitos los abnegados patriotas perseguidos por la justicia, banqueros corruptos, políticos autoexiliados temerosos de algún auto de detención, sufridos locutores de televisión contando su leyenda de la "persecución" y variados politiqueros que pululan por allí con su mala conciencia a cuesta. Esta misma fauna la encuentra usted en Venezuela practicando su deporte favorito: haciendo "gabinetes de transición" todos los días.

10. Tendencia a escamotear tos cambios

Hay sectores de la oposición que boicotean cotidianamente las iniciativas de cambio en todos los niveles: funcionarios "matraqueros", empresarios que practican el mismo principio del "engrase" para cualquier gestión, sindicaleros que manipulan para obstruir cualquier proceso. No hay que ser demasiado original para reproducir por simple inercia los vicios burocráticos y las corruptelas que por tantos años se han hecho "normales" en el funcionamiento de la sociedad. Basta hacer las cosas "como siempre se han hecho" para generar una resistencia sorda e inercial contra cualquier voluntad de cambio; no hace falta postular un programa político ni develar las intenciones soterradas de estos sectores. El sentido común dominante es el mejor aliado de este conservadurismo.

Pero si el cuadro político se descompone y el gobierno pasa a la defensiva en el terreno de los cambios verdaderos, entonces es mucho más fácil valerse de cualquier coartada "democrática" para escamotear las experiencias de transformación.


¿Hay espacio para un nuevo liderazgo en el seno de la derecha? ¿Están condenados los grupos de oposición a reproducir las tendencias antes descritas? ¿Hay espacio para una política de centro que neutralice esta irracionalidad?

La construcción de un clima de convivencia democrática supone un contexto donde predomine un debate denso, dentro de un espíritu respetuoso y constructivo. La generación de una atmósfera política de intensa participación, donde se movilizan todos los actores sociales, donde afloran los conflictos pero sin degradar las negociaciones, donde se explicitan los intereses contradictorios, sin precipitarse en una lógica de guerra, todo ello, supone la existencia de una cultura democrática con espesor, con tradición, asentada en reglas de juego que todo el mundo practica habitualmente.

Supone al mismo tiempo la existencia de una sociedad relativamente equilibrada, con una base socio-económica para la vida ciudadana, con un desarrollo tecnoeconómico donde la sociedad se reconoce (exactamente lo contrario de la exclusión). Supone asimismo la existencia de un tejido institucional que agencia la mediación entre los ciudadanos y el Estado. Supone, en fin, un liderazgo político con una alta legitimación en el desempeño, en la transparencia de la gestión política, en la innovación de otras formas de gestión política, en la exploración de nuevos contenidos de las relaciones entre la gente y su entorno.

Ahora bien, ¿en qué se parece Venezuela al perfil que viene de ser descrito?, ¿en dónde está la élite respecto a los nuevos retos de la política? ¿Qué señales tenemos a disposición que indicarían alguna tendencia en esa dirección? Los antagonismos, contracciones y conflictos son parte de la vida social. ¿Cómo hacer para manejar apropiadamente antagonismos, contradicciones y conflictos, sin la aniquilación simbólica del otro?

(1)"Diez tendencias (inquietantes) del proceso político venezolano", en revista Primicia. Caracas, 25/02/02.