Sarudei Nanai Fiver

Adnan Abidar

Es verdad, no es lo que no quieren hacer creer. No es que Chávez sea un castrocomunista, tampoco es que las libertades democráticas estén en riesgo.

Que sea protector de corruptos fugitivos; un muy buen amigo de guerrilleros fronterizos. Intelectualidad asesina que propicia la maldad en todas sus formas: la tortura, las masacres, el exterminio selectivo de algunos sectores de la ciudadanía. Dictador despiadado; ladrón que se lleva los dineros del pueblo. Un engendro diabólico. Horrible entidad que se hizo hombre para traer el caos. Guerrero, que con su lenguaje agresivo, ha llevado a sus pacíficos y siempre honorables adversarios al campo de los enfrentamientos desleales.

No es verdad que su gobierno sea el reino de Lucifer en la tierra. Que sea El Anticristo, el que anuncia la segunda venida de Jesucristo, liberador de Satanás que busca ser adorado como un Dios. Promotor de generalizados desastres, guerras y tragedias alrededor del orbe.

No..!, no es verdad que pretenda comerse a nadie, entrar furtivo a las lindas casas de los clase media para robarse a los inocentes e indefensos niños. Sacarles los ojos, romperles sus huesitos, torcerles el cuello para luego estrellarlos contra una dura pared y así facilitar la tarea de tragárselos completos. Hombre cuyo físico lo hace meritorio de todo desprecio racista, indigno de tomar en sus brazos a un lindo niño de aquella parte de Venezuela cuya ideología está basada en una "V" laureada, en una "G" globalizada.

Todo es falso, tan falso como los Push-up, como los sensuales Jeans decolorados, encubridores de celulitis crónicas, de pieles estriadas producto del estira y encoge que la dinámica social impone. Tan falso como la voluptuosa pasión de una actriz de telenovela, o como la sonrisa de un ridículo moderador de cualquier reality show.

Falso como las mujeres y los hombres que se visten de patria, enarbolando una bandera tan sólo para adornar su vanidad. Marionetas cuyos hilos no ven e ignoran quien los mueve, herramientas descartables que alguien utiliza para colmar sus ocultos y oscuros objetivos personales: ocupar espacios de poder, dominar y controlar riquezas, prevalecer por siempre y para siempre a costa de los que sea.

Para muchos una moda, un momento para vestirse con el ropaje de lo que acontece. "Travoltas" de la patria que baila sobre su propia estupidez. Que bailan en la cola de cualquier estación de servicio al son de un sacrificio que justifican; que baila en la larga fila que frente a un banco se genera, mientras los poderosos hacen con su dinero, mucho más dinero. Bailan el "Caderú", el Baile del Perrito, o quizás una Lambada, todo depende de lo que la moda imponga.

Hoy está de moda la patria, la bandera, un sin fin de accesorios tricolores. Hoy está de moda Granier, con su extinto primer plano, las sensuales canas de Napoleón Bravo, las odiosas payasadas de Orlando Urdaneta, en fin, los mensajes subversivos sublimados. Hoy la psicología y sus psicólogos son parte del espiral de la moda: campañas propagandistas que hábilmente manipulan la psiquis humana con sentimientos conflictivos, contradictorios y excluyentes. Haciendo llamados a la paz seguidos de llamados al odio. Alternabilidad diligente donde se muestra la belleza del amor y la solidaridad humana en contraste con la negación absoluta hacia una persona y lo que él representa. ¿Escoja usted pues?. O se suma a lo bello o se quema en el infierno plegándose a la barbarie y la maldad.

Un producto: la belleza. Una estrategia publicitaria: el contraste. "Aquí está esto, míralo, ¿Lo viste?, muy bien, ahora mira esto: ¡Sangre!. ¿Qué piensas?. ¿Acaso no está claro para ti?." Al final el producto se vende, y como sucede con algunos, cuya marca sustituye su denominación genérica, pasa entonces a enriquecer regionalmente el idioma. Por ejemplo, en mi casa cuando el perro no tiene papel para hacer sus necesidades se escucha decir: "Mi amor, ponle "Panorama" al perro porque tiene ganas de cagar" (panorama es el nombre de un periódico). Es quizás el mayor logro de esta intensa campaña, lograr que las expresiones que articulemos en nuestro hablar sean de este estilo: "Ese carro si está chávez", "Mira que chávez está Carolina", "No me vengas con esas chavedades", "Anda a freir chávez", "No sea tu tan chávez", en fin, un solo y gran modismo.

Es la fiebre del "nanai nanai", sólo que ésta no sucede únicamente el sábado por la noche. No, ¡que va!, es a toda hora, marca la pauta, domina los espacios públicos y provoca que la cigüeña retarde la llegada del niño Dios. ¡Pobre cigüeña!, que al no poder abordar el avión tendrá que agitar sus alas, una y otra vez, hasta poder llegar. ¿Y los renos?, pues a mover esas patas porque ni crean que San Nicolás va formar una cola de 8 kilómetros. Calentura de un Venezuela asediada, fiebre de domingo a sábado, de día y de noche, que propicia la moda del "nanai nanai": No por aquí, no por acá y no más allá. No hay esto, no hay lo otro, tampoco esto y mucho menos esto. Me opongo a esto, a esto también y a todo lo que dirás. No hay pa'ti, no hay pa'mi, no hay pa'nadie. "Señor ¿tiene leche?, No mija, nanai nanai". ¿Mama en tu casa hay gas?, No mi linda, nanai nanai".

"Nananai nananai nanai.. nana_na_nanaiiii.", letra, cuya música los Bees Gees le ponen, y música cuyos tontos bailamos. Guerra de los sexos callejera, estrellas de la música ambulantes, telenovelas grabadas íntegramente en exteriores. Ciudades convertidas en grandes escenarios para que los Robinson urbanos luchen por su supervivencia, por el control del combustible que les permita recorrer la selva de concreto, su máximo premio. Qué diría Amador, el pequeño grande, al ver a toda Venezuela convertida en un gran estudio a cielo abierto. Donde sea que esté, debe estar loco por volver para animar tamaño espectáculo.

¡Lo que son las modas!. Antes una bandera de Venezuela era una gran raya para la dignidad sifrina. "¡Uy..!, mira a esa salao con una calco de Venezuela", mientras que, hasta en su corazón, cual cebra cuya piel refleja un cielo estrellado, se dibujaba su desprecio. Una manta guajira: expresión de decadencia ciudadana. Un sentimiento nacionalista: síntoma de atraso tercemundista. Una canción de Alí Primera: música de la selva subversiva. ¿Qué significa el amarillo, azul y rojo?. ¿Acaso un piojo en la cabeza?. ¿Y las estrellas?, ¿Les serán suficientes o por el contrario quisieran ver toda la Vía Láctea en ella dibujada?. "Tan sólo tres barritas, ¡que chimbo!, y siete estrellitas, ¡que mezquinos!". Debe ser por eso que pegan una bandera tras otra, o por lo que algunos llevan más de una sobre su humanidad. "¡No!, yo la quiero más grande, más alta, más imponente, porque es tan, pero tan simple mi bandera...".

Pura fiebre por lo que está de moda. Ahora están de moda los envases para obtener gasolina: los hay del tipo militar, esos color verde oliva, los hay con tres franjas de colores: amarillo, azul y rojo, con estrellitas y todo. Están de moda las cocinas eléctricas: de una hornilla con parrilla, de dos hornillas con horno incorporado, las portátiles, las alimentadas con celdas solares. Y ya hay cocinas eléctricas cuya resistencia tiene la forma del escudo nacional. Dígame las hallacas; en estos día me quise comer una, así que la cálente y me la serví en un plato. Rompí sus amarras y sorpresa, la cosa esa que llaman harina de maíz no estaba, sólo el tripero que acostumbra llevar dentro.

Pero esa es la moda, y está de moda Pilín León, que ni cuando era jovencita me gustó, pero ahora menos que se convirtió en barco. Están de moda los chalecos antifusiles; las mascaras antigases mortales; los micrófonos blindados tipo arma saca ojos; las cámaras integradas y encapsuladas junto con el camarografo; las periodistas engoriladas armadas de buenas intenciones patrias. Toda una invasión de nuevos productos, muy al estilo del lanzamiento de una película de Steven Spilbert: Vasitos, trapitos, franelas, pantalones, zarcillos, maleticas, perolitos, bichitos, cositos, gorros, sombreritos, cintas, pantaletas, interiores, sostenes, y hasta condones tricolores, en fin, lindos objetos alusivos al acontecer nacional.

¿Y saben?, todo esto para hacernos creer que Travolta realmente existe, que Peter Pan anda volando por allí y los tres cochinitos realmente construyeron las casas que su biografía menciona. Pero se les olvida algo, se les olvida que no todos somos tan gafos y que algunos realmente estamos viendo la realidad que se esconde detrás de la carpa del gran circo que han montado en nuestro país: Guerra psicológica para controlar la psiquis ciudadana, guerrilla urbana encorbatada atentando contra nuestras industrias básicas para ahogar a un gobierno nacionalista, a sabiendas que ellas son vitales para el pleno funcionamiento del país, necesarias para la estabilidad en todos los ordenes. ¿Y su propósitos?, pues tener el control del poder para acceder sin limites a las riquezas que la naturaleza generosamente nos dio, pretendiendolo hacer justo frente a nuestras narices al convencernos de sus nobles y grandes intenciones patrióticas con mil patrañas.

Moda, pues sí, pero la del verdadero nacionalismo. Pero más que un sentir pasajero, es el convencimiento de que a nuestro país ni con el pétalo de una rosa. Que tenemos derecho a marcar nuestro destino, a definir nuestras estrategias como nación. Derecho a controlar y explotar nuestras riquezas, óptimamente, y así derramar los beneficios obtenidos sobre toda la población.

Esa es la verdad, no lo que nos quieren hacer creer. Esa película llamada: "Chávez, un Asesino Castrocomunista", ya paso de moda. Como aquella del gran gorila llamado King Kong quien con facilidad escalaba el "Empaire Estei". Vaya usted a saber: ¿Será que algunos creen que ese simio existió?. Pues se equivocan porque el verdadero, el que algunos llaman "El Mono de Miraflores", ese si existe de verdad, y hasta ahora ha demostrado que sabe escalar bien alto. Cuídense los atemorizados, los penetrados por la locura, porque a lo mejor un día de estos, allá, en el piso 30 de su edificio, una negra, peluda y verrugosa cara podría sorprenderlos al abrir sus finas cortinas.