Director de la Escuela de Historia de la Universidad Central de Venezuela
En ocasión de celebrarse el 5 de julio, Día de la Declaración de Independencia de Venezuela.

Es para mí un inmenso honor hablar a la nación este día, 5 de julio del año 2000. El primer año de la República Bolivariana de Venezuela, justo en la entrada de un nuevo siglo, de un nuevo milenio, de una nueva época de retos y oportunidades para los venezolanos.

El cambio necesario

Estamos viviendo tiempos de cambio. Un ciclo histórico llega a su fin y otro comienza. El timón de nuestra historia está pasando a una nueva generación. Una nueva generación de venezolanos llenos de energía, llenos de confianza en sus propias fuerzas. Sin miedo al futuro.

El optimismo de los partidarios del cambio se enfrenta al pesimismo de las viejas caras, los viejos privilegios, los antiguos prejuicios que todavía se resisten tercarmente a dejar su lugar. No aceptan que la antorcha de la historia pasó a otras manos.

Por eso, los venezolanos debemos entender que el tiempo de los que quemaron su oportunidad ya pasó, y no volverá.

El cinismo y el pesimismo no ofrecen salidas al futuro. No podemos dejarnos llevar por aquellos que confunden el fin de sus privilegios con el fin de Venezuela. No podemos dejarnos convencer por aquellos que confunden el atardecer de sus vidas con el fin de nuestro país. Los países no mueren como los hombres, los países pueden salir de sus peores crisis llenos de vida, cuando una nueva visión y una nueva esperaza conquistan el corazón de sus habitantes.

¿Qué celebramos el 5 de julio?

El 5 de julio, es el mejor día para renovar la esperanza de los venezolanos, porque ese día nació la primera República. Ese día, la primera generación de venezolanos declaró su independencia absoluta de todo poder extranjero, su voluntad inflexible para go-bernarse a sí mismos, su determinación para construir su propia patria, para ser responsable de su destino. El 5 de julio, los primeros venezolanos liberaron sus energías creadoras en medio de la incertidumbre, del miedo, del cinismo, para afirmar su espe-ranza en un futuro mejor.

El 5 de julio es nuestro origen, es el día en que decidimos andar juntos en la vida.El 5 de julio es el cumpleaños de la Patria, es el día en que hacemos un balance de nuestra vida en común, de nuestra historia, para corregir nuestros errores y sentirnos orgu-llosos de nuestra existencia.

Por eso, se equivocan quienes creen que hoy es un día para ventilar sus odios y rencores personales. No, hoy es el día en que celebramos nuestra existencia como nación. Hoy es un día para celebrar nuestra libertad.

Hoy vengo como un historiador de las nuevas generaciones a decirle al país que nuestra historia no se está acabando, que tene-mos mucho que hacer por delante. Para comenzar esta tarea de reconstrución de nuestra Patria, debemos tener clara conciencia de nuestros principios y de nuestros fines. Debemos saber de donde venimos para estar seguros de saber a donde vamos. Debemos reflexionar sobre los errores cometidos en el pasado, para no repetirlos.

Hoy, vengo a ratificar que tenemos una memoria común, un pasado común que nos une. Un presente común que compartimos y un destino común para construir. Por eso somos una nación.

Permítanme entonces invitarlos a elevar nuestra vista sobre los miedos, las sospechas y los celos de este presente inmediato, para rendir un homenaje a los fundadores de nuestra nación y para luego apuntar hacia adelante, al tiempo de nuestros hijos y al de los hijos de nuestros hijos.

El tiempo de los fundadores

Los fundadores y fundadoras de la nación fueron los primeros en Iberoamérica en reconocer que todos los seres humanos eran iguales y tenían el derecho, y el deber, de pensar por sí mismos, de ser autores libres y responsables de sus actos.

Estas ideas revolucionarias, subvertían la tradición milenaria que proponía que el Rey era el soberano, un gran padre que exigía servidumbre y sumisión a cambio de protección. Ahora todos los seres humanos eran el nuevo soberano porque tenían el poder para decidir sus vidas. Sin Rey, el gobierno era de todos, una cosa pública, eso es lo que significa la República, el gobierno donde todos podemos participar.

La República es un gobierno fundado en la razón y no en la tradición o en la fuerza. Un gobierno fundado en la Ley aprobada por el soberano. Un soberano formado por seres libres e iguales.

Una República formada por todos no puede ser la obra de un sólo hombre. La primera República de Venezuela fue fundada por una generación, un colectivo que defendió sus principios con una voluntad inflexible, sin pensar en el interés propio, porque para ellos, era más importante el respeto propio.

De los 41 firmantes del Acta de la Independencia por lo menos 20 tenían menos de 40 años. La Independencia, fue un acto de juventud, un enérgico acto de transformación y esperanza en el futuro. Un acto de confianza en su propio pueblo.

Del mismo modo, los que luego serían constructores de la República, tenían en común su juventud. Para 1811, el Libertador Simón Bolívar tenía 27 años; el Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, 16 años; Santiago Mariño, el Libertador de Oriente, 22 años y José Antonio Páez, General en Jefe del Ejército Libertador, 21 años.

Los fundadores de la Patria eran humanos no semi-dioses o santos. Eran inexpertos en el arte del gobierno, no podía ser de otra manera. Su inexperiencia era compensada por su idealismo y energía. Eran seres humanos como nosotros.

Como en toda circunstancia de profunda transformación las ideas nuevas provocan incertidumbre. La declaración de Independencia generó grandes polémicas y confrontaciones. La independencia no se hizo en un día. Requirió años de constante lucha, organización, disciplina del espíritu y aprendizaje. La Independencia fue acto de convencimiento a toda la sociedad, porque los obstáculos no estaban en España, estaban principalmente entre nosotros mismos.

Los prejuicios del pasado ya no tenían cabida en aquel presente y todas las instituciones, y la sociedad entera, debían transformarse. La Iglesia, las milicias, las universidades y los cabildos, ya no debían servir al rey. Ahora debían servir al pueblo.

Los fundadores de la Patria crearon una nación abierta al mundo. Con la Independencia Venezuela se integró a la comunidad de pueblos libres. Venezuela abrió sus puertas a ideas, mujeres y hombres de todas las latitudes, guiada por el principio de que la construcción y prosperidad de la nación requería sus aportes. La nueva nación surge con una vocación americana y universal. La hispanoamérica imperial podía convertirse en una hispanoamérica republicana.

Compatriotas, hoy no debemos olvidar que nosotros somos los herederos de esa primera revolución.

Ellos hicieros realidad sus sueños. Ahora nos toca a nosotros hacer realidad los nuestros.

Los problemas y oportunidades del presente

Hoy, como en 1811, estamos en un tiempo de cambio. Un ciclo histórico se cierra y otro comienza. La última generación de venezolanos en el poder ya usó su tiempo. Los resultados no pueden ser más desalentadores. Venezuela hoy sufre la tiranía de la ignorancia, la crueldad, la corrupción, la pobreza, la violencia, la enfermedad y el pesimismo.

Vivimos un ambiente moral contaminado. Muchos años de descomposición nos enseñaron a no creer en nada, a ignorarnos mutuamente, a desconfiar los unos de los otros, a olvidarnos de los débiles. Conceptos como el amor, la amistad, la compasión y el perdón, han perdido su profundidad y contenido.

Nuestros gobernantes del pasado cargan con gran parte de la responsabilidad por esta situación. Pero no debemos engañarnos. Este triste legado es nuestro. Debemos aceptar esta herencia como un crimen que cometimos contra nosotros mismos. Si lo aceptamos, entenderemos que es la responsabilidad de todos y que está en las manos de todos solucionarlo.

No podemos culpar a los anteriores gobernantes por todo, no sólo porque es mentira, sino porque nos quita el deber de actuar de una manera libre, independiente y responsable.

No nos equivoquemos. El mejor gobierno del mundo, la mejor asamblea del mundo, el mejor presidente del mundo no pueden solucionar nuestros problemas. La libertad y la democracia implican la participación y por tanto la responsabilidad de todos nosotros.

Las venezolanas y los venezolanos, gobierno y oposición, empresarios y trabajadores, hacendados y campesinos, estu-diantes y profesores, civiles y militares, padres, madres e hijos. Todos. Debemos entender que estamos tan separados como los dedos de una mano. Pero somos una mano para el progreso mutuo, la tolerancia, la solidaridad y el trabajo. En esta República cabemos todos.

Por primera vez en la historia de la nación, estamos viviendo una transición generacional en democracia y en paz. Estamos delante de una gran oportunidad.

La nueva Constitución Bolivariana es la primera de nuestra historia aprobada directamente por el pueblo y no tan sólo por sus representantes.

Es tiempo de construir una nueva República. Es tiempo de reconstituir la nación.

En esta tarea de reconstrucción nacional, la primera piedra se colocará el próximo 30 de julio, con la realización de las elecciones. No permitamos que el calor de la contienda, el desbordamiento de las pasiones, entrabe los primeros pasos de esta nueva República. El día de las elecciones, debe ser un día de fiesta popular, porque es el día en que la voz del soberano se mani-fiesta. Necesitamos ejemplos de civismo que fortalezcan nuestra cultura democrática. En este momento, los candidatos de todos los partidos, sin importar el cargo para el cual están compitiendo, tienen una gran responsabilidad. Ese es el día de la paz. No es el día de las armas.

Venezuela tiene una paradoja en su historia. Por más de 170 años las armas venezolanas no han agredido a ningun país. Tenemos una de las tradiciones pacíficas más arraigadas del mundo. Estamos orgullosos de esta tradición. Sin embargo, durante los últimos 170 años, miles de venezolanos han muerto en enfrentamientos, cárceles, y por otros medios violentos. Han muerto a manos de otros venezolanos. El mayor peligro para nuestra paz no ha sido externo, ha sido interno.

En la nueva República la Fuerza Armada Nacional tiene el honor, el privilegio y la reponsabilidad, de llevar las armas defensoras de nuestra libertad. Al mismo tiempo, la nueva República garantiza el derecho al voto de los soldados venezolanos. La Fuerza Armada Nacional tiene el deber de demostrar a la nación que merece de la confianza depositada en ella. La Fuerza Armada Nacional tiene el deber de demostrar a la nación que ha aprendido la lección de nuestra historia.

Las armas venezolanas no están al servicio de las Fuerzas Armadas. Las armas venezolanas no están al servicio del Estado. Las armas venezolanas están al servicio de la nación. Nunca más, las armas venezolanas deben dirigirse contra el pueblo. Nunca más, las armas venezolanas deben dirigirse contra otros venezolanos.

¿Cómo construir una gran nación?

Es tiempo de construir. Es tiempo de construir una gran nación.

Las grandes naciones no son las que poseen un gran territorio, mucha población, gran riqueza o incluso mucho poder. Las grandes naciones son las que se respetan a si mismas. No podemos esperar que el resto del mundo nos respete si nosotros no nos respetamos primero.

¿En qué consiste el respeto propio?

En el ejercicio de los valores republicanos. Libertad, justicia, solidaridad y tolerancia, son valores republicanos.

La libertad es un valor republicano. Una gran nación es una nación con mujeres y hombres libres, que saben gobernarse a sí mismos y son responsables de sus actos. La libertad es responsabilidad.

Responsabilidad en el gobierno, responsabilidad en el trabajo, responsabilidad en la escuela, responsabilidad en la familia. Los gobernantes deben ser honestos, el gobierno no es para enriquecerse. Los empresarios, deben comprender que el legítimo interés individual nunca podrá estar por encima del interés común. Los trabajadores, no deben conformarse con sólo cumplir su trabajo, deben prepararse para los retos de un futuro cada vez más exigente. Los maestros, deben preocuparse por ser verdaderos mo-delos para sus alumnos.

Los fundadores de la República, creyeron en una sociedad de mujeres y hombres libres que no necesitaban un Rey, que no necesitaban del paternalismo. Los venezolanos de hoy no necesitamos de un sólo gran padre protector. Venezuela necesita mi-llones de buenos padres que no abandonen a sus hijos. La nueva República no puede tener hijos abandonados.

La justicia es un valor republicano. Una sociedad justa está compuesta por mujeres y hombres que creen en la equidad. Que promueven una distribución equitativa de la riqueza manteniendo las desigualdades que sirvan sólo para el beneficio de todos.

Las enormes desigualdades entre los venezolanos de hoy deben ser corregidas. No podemos aceptar que millones de venezolanos vivan en la pobreza extrema. No podemos aceptar que millones de venezolanos sean exiliados en su propia tierra.

Una nación libre y democrática sólo sobrevive si es una nación justa. Las grandes naciones son aquellas que han sabido entender que, si no ayudan a los pobres que son muchos, no podrán salvar a los ricos que son pocos.

Sería fatal para nosotros ignorar el clamor de justicia de las grandes mayorías de nuestro pueblo. El descontento legítimo debe encontrar su cauce en la construcción de la nueva República. No habrá tranquilidad en Venezuela hasta que esas energías puedan liberarse positivamente en la construcción de una nación más justa.

La solidaridad es un valor republicano. Las grandes naciones son solidarias. Una nación solidaria esta formada por mujeres y hombres que se protejen unos a otros. Que se cuidan unos a otros. Los niños, los enfermos, los ancianos, los débiles y los excluídos necesitan el apoyo de la nación.

La solidaridad es la que nos une, nos involucra a todos.La solidaridad, es un hecho público y supone el rescate de lo público. Es aquí donde todos actuamos concertadamente para fortalecernos como familia, comunidad y nación.

Ser solidario impone el rescate de nuestras escuelas, universidades, hospitales, ancianatos, calles, teatros y plazas públicas. No podemos aceptar el falso dilema que sitúa lo público como algo ineficiente en sí mismo y lo privado como algo eficiente por naturaleza. No, la eficiencia es un valor de lo público.

Es en estos espacios donde comenzamos a ayudarnos a nosotros mismos. Es aquí donde comienza la reconstrucción democrática de Venezuela.

Los venezolanos podemos sorprendernos al ver que somos mejores de lo que pensábamos. Nosotros somos un pueblo solidario. Lo comprobamos el pasado diciembre al enfrentar la mayor catástrofe natural de nuestra historia. Allí, surgieron los héroes de la nueva República.

Las naciones solidarias son agradecidas. Así como después de 180 años los venezolanos recordamos con agradecimiento a los británicos que vinieron a luchar con nosotros por la libertad, hoy los venezolanos tenemos una deuda de gratitud con las legiones de mexicanos, brasileños, peruanos, colombianos, norteamericanos y cubanos que vinieron a aliviar nuestro dolor durante la tragedia. A ellos, y a todos los que nos ayudaron, gracias.

La tolerancia es un valor republicano. Las grandes naciones son tolerantes. Una nación tolerante está formada por mujeres y hombres que respetan las diferencias. Que respetan las minorías, incluso la minoría de una sola persona. La tolerancia es la fuente de la diversidad. La diversidad es la fuente de la creatividad, y esta última, es la fuente de la prosperidad.

La tolerancia significa respetar al adversario. Respetar las creencias de los otros. La tolerancia nos garantiza que la nación sea una verdadera comunidad de intereses. Venezuela debe ser una nación plural donde todos tengamos cabida. Los venezolanos, sin importar cuáles sean nuestras creencias, estamos obligados a negociar. No debemos negociar con miedo, pero no debemos tener miedo a negociar.

Así pues, la libertad, la justicia, la solidaridad y la tolerancia son los valores que definen el respeto propio. Los venezolanos debemos comprender que el interés propio es legítimo, pero más importante aún es el respeto propio. Ese es el norte de las grandes naciones.

Los retos del futuro

Compatriotas, vivimos tiempos de cambio.

Vivimos tiempos de revoluciones.

La revolución del conocimiento

La mayoría de los científicos e inventores de toda la historia están vivos hoy. Este hecho asombroso nos explica la explosión de creatividad que estamos presenciando en el mundo.

Hoy, vivimos en medio de una de las fases más intensas de la revolución científica que comenzó hace más de 200 años. Esta es la revolución del conocimiento.

En esta revolución del conocimiento el potencial de transformación que nos depara el futuro es gigántesco y, en gran medida, impredecible.

Sólo sabemos que el mundo está cambiando aceleradamente y Venezuela, por tanto, va a cambiar rápidamente.

Parte del futuro puede verse ya. Somos testigos de uno de los mayores logros científicos de la historia humana. El mapa genético de los seres humanos está a punto de ser descifrado en su totalidad.

Los seres humanos tienen ahora un gigántesco poder sobre la enfermedad, la vida y la muerte, como nunca antes. Las oportunidades y los riesgos que ofrece este nuevo poder deben ser objeto de una profunda reflexión.

Por otra parte, las tecnologías de las comunicaciones y de la información están cambiando el modo en que funcionan las tiendas, los bancos, las fábricas, las clínicas, la administración pública, la economía toda y las sociedades entre sí.

Muchas empresas y empleos van a transformarse y cumplir otras funciones. Otras fuentes de empleo van a surgir. Los empresarios y los trabajadores, tienen el enorme reto de aprender a ser flexibles frente al cambio en un mundo cada vez más exigente y competitivo.

En la revolución del conocimiento el más importante capital de una nación está en sus cerebros.

Por mucho tiempo, Venezuela ha movido su economía con el motor del petróleo. Mientras eramos pocos y nuestras necesidades modestas el motor petrolero fue suficiente para crecer.

Hoy, el país ya es demasiado grande para moverse sólo con un motor. Necesitamos nuevas fuentes de crecimiento y en el mundo del futuro la educación es la clave. La educación es la fuente de los cerebros del futuro. Es la garantía de nuestra alfabetización tecnológica. En este esfuerzo debemos unir todas las voluntades.

La economía global

Los cambios técnicos están produciendo cambios económicos a escala planetaria.

Enormes flujos financieros se mueven en el mundo con sólo apretar la tecla de una computadora. Hoy, hay empresas que tienen presupuestos más grandes que muchos Estados nacionales. Entre las empresas y hombres más ricos del mundo se encuentran nombres que eran desconocidos hace apenas 20 años. En la economía global muchos ven el peligro de la perdida de la soberanía económica de Venezuela. Otros, ven la posibilidad de modernizar nuestra economía a pasos acelerados. Ambas visiones olvidan que las inversiones extranjeras, sin cerebros venezolanos, desnacionalizan la economía, pero con nuestros cerebros, las inversiones extranjeras aumentan la prosperidad nacional. Para Venezuela es más importante evitar la fuga de cerebros que la fuga de capitales.

El gobierno global

Con la economía global viene la política global.

Las regiones del mundo se están integrando en bloques económicos y políticos. Sobre los bloques regionales se fortalecen organizaciones de gobierno global en el comercio, las finanzas y la política. Muchas de estas organizaciones pueden afectar la soberanía nacional, al tomar decisiones que tocan a millones de nuestros habitantes, sin que éstos tengan representación en los nuevos centros de poder. Cuando los organismos multilaterales exigen reformas institucionales a un país, su intervención en los asuntos políticos es inevitable.

Las naciones pierden su soberanía cuando sus gobiernos crean las condiciones que los obligan a pedir la intervención internacional. Los programas de ajuste económico exigidos por los organismos multilaterales no son puramente técnicos. Representan también la intervención de un agente externo en las funciones vitales de un Estado. Los organismos multilaterales se están convirtiendo en las primeras instituciones de gobierno glo-bal. La respuesta de los Estados pequeños debe ser la integración. Integración en grandes comunidades de intereses nacionales, que permitan negociar sus aspiraciones, exigiendo mayor representación en los centros de poder.

Venezuela desde sus inicios ha tenido una vocación americana. Frente a la exigencia actual de integración para defender su interés nacional lo logico es que se integre con los vecinos que más se parecen a ella, en razón de su geografía, historia, cultura e intereses.

La cultura global

La globalización es también cultural. Los intercambios culturales entre las sociedades son cada vez más intensos. Grandes flujos migratorios están cambiando la composición de muchas naciones. Las telecomunicaciones crean también grandes flujos de información, cultura y entretenimiento. Para algunos, este es el nacimiento de la aldea global. Para otros, representa un peligro para la identidad nacional.

Es cierto que los flujos de información no son equitativos. Parece que algunos globalizan y otros son globalizados.

A los defensores de la aldea global debemos señalarles que una sola cultura planetaria empobrece al mundo. Muchas culturas enriquecen a la humanidad.

A los que afirman que la identidad nacional está en peligro le decimos que la identidad no es una, no es pura y no es inmóvil. La identidad de una nación se realiza todos los días con la herencia del pasado y el vigor creador de sus habitantes en el presente.

Para los historiadores la situación actual no es nueva. La sociedad venezolana ha sido influenciada por varias olas de revo-luciones técnicas, económicas y políticas. Varias olas de inmigración hicieron de Venezuela una nación formada por muchas etnias y muchas culturas. Nuestra identidad nacional no es una. Son muchas actuando conjuntamente, dialogando permanentemente, renovándose diariamente.

La diversidad etnica y cultural de Venezuela es nuestro gran pa-trimonio, es parte de nuestra riqueza. Venezuela es una nación abierta, donde cabemos todos.

Debemos estar orgullosos de los aportes de tantas mujeres y hombres de América Latina, El Caribe, Europa, Asia y África que han venido a labrar su vida con nosotros.

Todos estos venezolanos por voluntad propia son ejemplo de la riqueza de nuestra identidad nacional. A ellos le decimos: bienvenidos a la aventura maravillosa de ser venezolanos.

¿Qué hacer?

Compatriotas, nuestra respuesta a los retos del futuro la encontramos en los fundadores de nuestra nación.

Necesitamos liberar las energías creadoras de nuestro pueblo. Necesitamos actuar con confianza en el futuro. No hay espacio para el miedo.

Necesitamos organización, disciplina de espíritu, constancia y aprendizaje para actuar con todo el vigor nacional que los tiempos exigen.

Necesitamos confiar en el pueblo.

El 5 de julio del 2000 no es el fin, es el comienzo. Es el inicio de un camino.

¿Podemos recorrerlo juntos?

¡Claro que sí!

El pueblo venezolano es un pueblo joven, alegre, abierto.

Es un pueblo agradecido, trabajador. Es un pueblo sin fanatismos.

El pueblo de Venezuela es un pueblo bueno.

Por esto el 5 de julio es una fiesta popular. La nacionalidad es una emoción compartida. Un sentimiento que se vive. Ojalá sea esta la última vez que nuestro 5 de julio se celebre en los recintos cerrados de un palacio. El 5 de julio de la República Bolivariana de Venezuela debe celebrarse en las calles. Con calor de pueblo, con sabor a pueblo.

Esta es nuestra esperanza.

Esta es nuestra fe.

Con esta fe, regresemos a nuestras casas.

Con esta fe, regresemos a nuestros trabajos.

Con esta fe, me despido de ustedes.

Muchas gracias.




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