Publicado en La Jornada, Ciudad de México

Parque Central de Caracas, 15 días atrás A eso de las once de la noche me dispongo a cerrar el día cuando del Mohedano, gigantesco edificio gemelo del que me encuentro, el Anauco, empiezan a sonar cacerolas, gritos ampliados con megáfono, petardos, consignas y canciones de Silvio Rodríguez y Luis Miguel que a "todo pulmón" se entrecruzan con las de no sé quién.

Mohedano: "¡Guerrilleros!"

Anauco: "¡Golpistas!"

Mohedano: "¡Drogadictos!"

Anauco: "¡Bolívar vive!

Mohedano: "¡Mantenidos del gobierno!"

Anauco: "¡Yanquis!"

Mohedano: "¡Cubanos!"

Desde los balcones y ventanas de ambas moles de cemento, cientos de moradores participan en la florida guerra verbal. Con vigor, los vecinos intercambian cumplidos que incluyen recordatorios sin amor a sus respectivas mamás. Supongo que Hugo Chávez está hablando por televisión. Enciendo el aparato y, en efecto, el presidente habla en el acto de inauguración del Congreso Bolivariano de los Pueblos.

Uno cree que en este oficio llega un momento en el que el factor sorpresa desaparece, pues poco restaría ya por ver. Arterioesclerosis de la profesión. Ante lo que veo resulta ineludible considerar que si un pueblo siente que algo importante subyace en la cocción de sus anhelos y obsesiones, resulta infinitamente más creativo que la torcida veleidad profesional de "los que saben". Lo cierto es que en este país, en el que sus habitantes viven en permanente estado deliberativo ante lo que el jefe del Estado dice acerca de sus intereses, asisto a una suerte de lucha ideológica de innegable carácter interdepartamental. La confrontación compete tan sólo a una de sus expresiones: las de la clase media "en positivo" y las de la clase media "en negativo", como le gusta decir a Chávez. Porque en los ranchos paupérrimos que ahí nomás cuelgan de los cerros ubicados a la vera del Anauco y el Mohedano, los pobres duermen con la esperanza y serenidad que les viene dando la "revolución bolivariana".

¿Cuán auténtico sería este proceso político que tiene lugar en un país donde 200 años atrás El Libertador piloteó la causa de la Patria Grande Americana? A juzgar por lo que transmiten los medios en sintonía con Washington, Madrid y Miami, las agencias de noticias y los periódicos de la Sociedad Interamericana de Prensa clonados por la CIA, la ruina moral de los intelectuales de la derecha liberal y algunos "de izquierda" que no saben qué hacer con un proceso que rompe todos sus esquemas, la revolución bolivariana tendría los días contados. ¿Qué los exaspera? ¿El hiperlegalismo chavista? ¿La libérrima libertad de expresión que impera en el país? ¿La democracia real que los desenmascara y derrota una y otra vez, reduciéndolos a lo que son: minorías al servicio de una "sociedad civil" con gran poder económico, nulo poder político y un coeficiente intelectual inferior al de George W. Bush?

En la prensa escrita resulta notable constatar la creciente desmoralización que se vuelca en opiniones que oscilan entre dos tipos de odio: el odio clasista y racista a todo lo que Chávez encarna y representa, y la letanía de quejas ante el grupo de políticos mafiosos que exigen "libertad, democracia y respeto a los derechos humanos" con sus familias residiendo en Miami y con las maletas listas por si las moscas.

Los grupos de oposición en la Venezuela que agoniza son los del privilegio y la exclusión, los que sembraron miseria, desocupación, hambre y alienación. Grupos a los que sólo les queda la esperanza de una intervención militar de Estados Unidos. Lo de siempre y lo improbable. En realidad lo único que a Washington le importa es si Venezuela garantiza el abastecimiento normal de petróleo, luego que en diciembre pasado sus propios aliados criollos pusieron en peligro las exportaciones del crudo mediante un sabotaje criminal de la industria.

Con motivo del quinto aniversario de la revolución bolivariana, millones de patriotas venezolanos ratificaron su respaldo al hiperconstitucionalista y pacífico proceso que encabeza Hugo Chávez. En la historia reciente de América Latina, los procesos revolucionarios han tenido su sello de identidad y singularidad nacional, por lo general con suerte adversa.

Sin embargo, la revolución bolivariana cuenta con un estadista esclarecido acerca de lo que está en juego, unas fuerzas armadas conscientes de su rol constitucional y los ingresos de un recurso natural capaz de revertir el saqueo neoliberal que los venezolanos padecieron en las últimas décadas.

Parece que los vecinos del Mohedano y el Anauco se fueron a dormir. Ahora sí podré conciliar el sueño. En esas estoy cuando una voz desvelada, con ganas de seguir jodiendo, grita "¡Asesinos!" y otra le responde "¡Chávez no se va!"




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