"Los medios de comunicación saben que el secuestro de alguien implica el sometimiento de toda una familia. El desmembramiento de la misma, y es así como entre gente del MVR (y de la misma oposición, porque ambos bandos está secuestrados por los medios) han cundido tantas separaciones, divorcios, conflictos emocionales."

Los medios de comunicación y sus rehenes se besan cada mañana: una "enfermedad" que le pasa a "todas" las personas que atraviesan por una situación de cautiverio. Los de la Coordinadora Democrática expresan sentimientos de gratitud o aprecio hacia sus raptores. Rehenes de eslóganes como “Agosto Victorioso”, “Septiembre Negro”, “Octubre Rojo”, “Trancazo”, “Batalla Final”, “Conquista del Oeste”, “El Petarazo”;, “Desobediencia Civil”, “Huelgazo”, “Cacerolazo”, Firmazo, paros; el largo show de Altamira; marchas y contramarchas, luego Reafirmazo que ahora se aspira a convertir en el delirium tremens de un Refrendazo.

Qué sería de estos seres plagiados sino se les hubiese aplastado emocionalmente con el cuento sempiterno de que Chávez caerá pronto. Que después pasó a sainete de metralla con el nombre de seres profundamente vulnerables, inermes, indefensos, no importa cuántos títulos tengan, cuantos reconocimientos hayan recibidos, sean siquiatras, investigadores, Ph.D´s y se hayan pasado la vida leyendo y escribiendo.

Los rehenes de la oposición pertenecen a esa clase, a los que los hemípteros (los medios) les sacan la sangre sin que se enteren. La clase ambivalente, que no le queda otra salida que identificarse con quienes les manipulan. Los que asumen la responsabilidad de la agresión saliendo a marchar, saliendo a tocar cacerolas y bailoterapeando al son que les toquen, cuyos temores les lleva a perseguir a chavistas, acorralándolos en restaurantes y aeropuertos, en sus residencias. Los sometidos a los medios de comunicación en Venezuela adoptan física y moralmente la personalidad del agresor, y sus símbolos son McDonald, la bandera americana, la Coca Cola, los muñecos del mundo de los sueños de Disney.

Además de ser un proceso producto de la hinopsis y de la llamada disociación sicótica, llevan la procesión por dentro; un proceso inconsciente en que la víctima se siente “protegida” y además considera que es razonable que se adueñen de su cerebro, de sus nervios, porque todo se hace “por una causa justa”.

Este tipo de hombre está plagiado por las imágenes, por coágulos de sangre desproporcionadamente resaltados en pantalla y repetidos una y mil veces. Existe un nexo voluntario que el raptado necesita para poder comunicarse con los otros sometidos y compartir con ellos la esperanza de una pronta liberación. Todo en ellos es mediático. A la víctima se le enseñan a reír y a creer que es feliz y de que se está riendo por su propia cuenta. La víctima se hace adicta a esa risa enlatada y artificial, un raro aditamento de la existencia. Un mecanismo inconsciente que le ayuda a negar, a ser alguien, a participar y no estar aislada frente a la agresión que se le inocula.

Los manipulados expresan una gran gratitud a los dueños de los medios, Cisneros, Granier y Federico Alberto Ravell. Les agradecen mantenerlos con vida, de velar por sus propiedades y de que se les conserve “sanos y salvos”. Por ello la Sociedad Interamericana de Prensa, SIP, apela a lo humanitario que es el componente vital de esa gratitud y de ese alivio que le exigen los secuestrados.

Hoy los secuestrados se identifican con Globovisión, Venevisión, RCTV, El Nacional y El Universal, y ven en los editoriales de estos medios el oxígeno de sus existencias.

Van a las manifestaciones en señal de agradecimiento y de profundo amor pidiéndoles se prolongue el mayor tiempo posible su propio cautiverio. El cautiverio es la esperanza. La luz del cautiverio la ven cuando se anuncia una “Batalla Final”, una “macha hasta Miraflores”, un rosario en familia en la Plaza Altamira.

Lo grave es que cuando una persona está secuestrada la familia sufre el caos de la desintegración y del desamor. Un escuálido sujetado por el sistema nervioso central es incapaz de reconocer lo que le está sucediendo y está inhabilitado para entender emocionalmente a los demás. Pierde todo raciocinio, toda ponderación y cordura. Es como pertenecer a una secta diabólica.

Hay una barrera espesa entre dos masas enfrentadas que se miran todos los días en una guerra civil mediática desintegradora de la personalidad. Cuatro canales varios medios impresos mantienen la metralla del odio incesante, no le dan paz ni a la lengua ni a las imágenes. Es una orden de la CIA. El médico cirujano, escuálido, Juan Vicente Carballo, en medio de una confesión horrible a su sicólogo, le ha gritado en la consulta: “¡Doctor, ya no sé si el loco soy yo, o si lo son los chavistas!”. El médico Carballo ha hecho esta reflexión luego de pasar tres semanas sin ver televisión.

El psicólogo sabe que la parte más difícil del tratamiento es cuando la víctima ha sido repentinamente liberada, y sobreviene la secuela de la culpa, de la duda, de la vacilación, después de que ha odiado tanto, de que se ha caceroleado tanto, de que se ha marchado tanto. Entonces hay claros síntomas de inseguridad, de temor, de remordimiento, como si se hubiese vilmente claudicado ante el “tirano”, ante el ogro hormonal de Chávez. Como si de ahora en adelantes tuviese que vivir con el estigma humillante de la derrota, de la cobardía.

Parece insólito y brutal el que las víctimas defiendan a quienes les aherrojan, les torturan y les manipulan, y que no sólo disculpen a quienes les mantienen en un zulú, sin luz, sin aire, sino que los amen y estén dispuesto a dar la vida por ellos. Los medios saben disimular sus agresiones con cantos de esperanzas, rezos, agites de banderas y paseos de vírgenes. Estos plagiarios envuelven lo negativo en símbolos de lucha por la humanidad, por la solidaridad y el clamor de los pueblos.

Un ser plagiado por los medios está maduro para cualquier crimen. Está dispuesto a prestar su vida para una masacre, para celebrarla; para formar parte del asedio a una embajada, para apuntar con un arma al Presidente y sentir que está haciendo un acto supremamente heroico. Si antes de ser secuestrado era incapaz de matar una cucaracha, ahora la justificación de cualquier delito en nombre de la paz y de libertad, la utilización de bombas y de minas, le parece natural, necesario, la única salida. La delincuencia y el crimen le parecen natural y lo justifican en razón de un discurso, de la necesidad de que se le dé un cambio radical a la situación de Venezuela.

Jamás ninguna de las personas plagiadas por los medios, le preguntó a Globovisión qué pasó con el video transmitido más de cien veces por este canal en el que se mostró al asesino Gouveia al lado de Freddy Bernal. Un ser plagiado sólo recibe órdenes de quien le secuestra. No quiere plantearse una sola duda de la condición que sufre. Desea servir, ayudar, y no se atreve a ver ni analizar por sí mismo absolutamente nada. Ha perdido incluso la capacidad del fingimiento; todo se lo traga y vive inflado de artificialidad y desmemoria, y el plagiado llega incluso a sentir que ha sido feliz la época negra que pasado en el zulo. Se ha podido comprobar que los que adoptan un comportamiento de mayor apego a las órdenes de los plagiarios son las personas mayores, los que pasan de cincuenta años. En esta gente, el vínculo afectivo con los dueños de los medios es de profundo agradecimiento.

Cuando la televisión secuestra está de por medio la delincuencia común, el contrabando, el chantaje y el narcotráfico. Estos plagiarios y los ocultos móviles de sus crímenes vienen todos patentados por la CIA. Los plagiados no entienden que la fortaleza de sus captores es totalmente artificial, y que es el reflejo de un poder supremo cuya sede está en Washington.

Los que estudian el Síndrome de Estocolmo sostienen que para secuestrar “se requiere de una personalidad especial, pues el secuestro a diferencia del atraco, violación o el mismo homicidio, delitos en que la relación víctima – victimario sólo es momentánea, en cambio en el secuestro se da una relación que se prolonga en un tiempo más o menos largo y se convierte casi en una convivencia. Aquí con el transcurrir del tiempo se ve el deterioro físico y psicológico de la víctima ante el cual el plagiario no debe ni puede sucumbir, se debe ejercer presión permanente sin agotar a la víctima, haciéndolo ver que la única forma de que salga con vida es pagando el rescate”, pero en Venezuela ningún rehén de los medios desea liberarse. No se atreven.

“...El secuestrador asimila los padecimientos súplicas y ruegos del secuestrado como si se tratara de hechos aislados, con una aparente insensibilidad, y suele utilizarlos para controlarlo y someterlo, y lograr sus objetivos finales” .

Es así como al mismo tiempo, los plagiarios se encuentren sometidos a grandes presiones psicológicas. Es por ello por lo que vemos día y noche a Carla Angola, a Napoleón Bravo, a la Colomina, Leopoldo castillo, a Alejandro Marcano, a Gladis Rodríguez, inventado, alarmando, engañando, “pues de su labor depende que no haya una fuga o que se percate a tiempo de un eventual operativo de rescate”. Los medios no quieren perder a uno solo de los que ya tienen sometidos.

Añaden los estudiosos en este tema, que “el secuestrador siente la necesidad de controlar física y psicológicamente a la víctima, el secuestrador la prefiere decaída, golpeada psicológicamente con la moral muy baja. Los secuestradores son conscientes de que están tocando las fibras afectivas de la familia, por eso transmiten información de acuerdo a sus conveniencias. Pero es a través del negociador como la banda mide el estado emocional del grupo familiar y calcula así hasta donde puede llevar sus exigencias”.

Los medios de comunicación saben que el secuestro de alguien implica el sometimiento de toda una familia. El desmembramiento de la misma, y es así como entre gente del MVR (y de la misma oposición, porque ambos bandos está secuestrados por los medios) han cundido tantas separaciones, divorcios, conflictos emocionales.

Los plagiados por los medios viven en un gran estado de desconcierto, “en espacios desconocidos”. Los invaden sensaciones de ansiedad y miedo que achacan a un ser peligroso que en el caso de Venezuela es Chávez. Sufren llantos prolongados, desesperanza profundas alteraciones del sueño. Este es el síntoma más evidente de que se tiene ansiedad y miedo. Este fenómeno se presenta en todos los casos de cautiverio, con algunas variaciones independientemente del lugar donde se le ha retenido, del trato o del tiempo que dure la retención en muchos casos se manifiestan en terribles pesadillas en las que se ven perseguidos, asesinados, torturados, maltratados.




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