Parte del Seminario: Democracia, Estado y Ciudadanía
Organizado por Sinergia, Goethe Institut Inter nationes y Asociación Cultural Humboldt - Caracas mayo 2003

De la máscara al rostro o ¿con qué se come eso?

¿Con qué se come eso?, es una expresión que adversan los que se identifican con la sociedad civil. Fue hecha por un político de larga experiencia, que en el año 1999 mostraba extrañeza ante las pretensiones de algunos actores por tener una voz en el proceso político que se vivía en ese momento. En el fondo lo que se preguntaba era ¿Cuál es la legitimidad de este actor o de eso que llaman sociedad civil?

A pesar del tono de esta expresión, la pregunta es importante, porque cuando hablamos de sociedad civil estamos utilizando una categoría que es obvia en las sociedades centrales, trasladada como algo natural y propia de Venezuela o de América Latina. Pero resulta que la categoría de sociedad civil, así como las categorías de Estado, Mercado, Burguesía, Proletariado, son tomadas de los países donde ellas se originaron hace más de 200 años, y han sido aplicadas acríticamente, como si nuestras sociedades tuvieran la misma estructura de relaciones que aquellas, sin redefinirlas ni analizarlas en nuestras realidades.

Eso pasa por entender también que Venezuela pasó unos 300 años como colonia de una nación que justamente se resistía a entrar en la modernidad. Y que apenas tenemos 200 años tratando de entrar en ésta, es decir, de convertirnos en Estado-Nación, utilizando todas estas categorías modernas. Es lógico pensar entonces que tales categorías fueran cuestionadas en nuestro país. En los años 80 y 90, mucha gente se preguntaba el porqué se hablaba de sociedad civil en Venezuela, calificando el término de artificial. Probablemente tenían razón, pero también es cierto que nosotros formamos parte de un mundo que se ha ido globalizando y, aunque nuestro capitalismo es distinto al capitalismo de los países centrales, también poseemos algunos rasgos del capitalismo central. Es decir, aunque la tradición autoritaria corporativa de la colonia tiene peso en nuestro Estado, también es un Estado que tiene algunos rasgos de modernidad. Somos sociedades híbridas, donde estas categorías en parte son aplicables, pero también debemos saber cuáles son los rasgos específicos que ellas adquieren en nuestros países.

La sociedad civil es una categoría de la modernidad, relacionada con varias separaciones: entre las esferas de la política y la religión, la del individuo y los lazos feudales corporativos que se van disolviendo, la del campesino de la tierra y el cambio de rol del mercado, que si bien existía mucho antes del capitalismo, se convierte en el eje central de la vida social. Está asociada con el cambio de la concepción del hombre sumergido en una comunidad (comunitarismo) al individuo libre y aislado (individualismo), y lo más importante, productor de una serie de conflictos, donde la justicia pasa a ser un sistema de derechos abstractos e individuales, que son garantizados por un cuerpo distinto al poder ejecutivo o gobierno. El concepto de sociedad civil esta íntimamente ligado a la modernidad; no se puede pensar en sociedad civil dentro de una sociedad tradicional, porque en aquella lo fundamental es el surgimiento del individuo separado de los lazos tradicionales, que al mismo tiempo esta unido materialmente a los otros por la vía del mercado.

Esto suena aparentemente contradictorio con la idea de asociación, pero no es así. La sociedad civil está conformada por asociaciones que son voluntarias; esto significa que el individuo aislado se ve en la necesidad o tiene la voluntad de asociarse para lograr determinados fines. Es por eso que la sociedad civil es heterogénea y diversa, aunque no necesariamente antagónica. Ella corresponde a diferentes perspectivas parciales de la sociedad, y por eso algunos autores ven a la sociedad civil como el campo donde surgen y se expresan los conflictos de intereses, de clases, culturales, etc.

En una época, los conflictos dentro de la sociedad civil tomaron la forma histórica de la lucha de clases, sobre todo en el siglo XIX, cuando algunos actores se percibían como clases y moldeaban sus conflictos en términos de clases antagónicas. Hoy en día existe una visualización mucho más compleja, que incluye el ejercicio colectivo de derechos. La sociedad civil es una forma a través de la cual los ciudadanos aislados potencian la demanda y la realización plena de sus derechos. Son núcleos de demandas por la reinterpretación de los derechos, que pueden seguir una vía progresista o también una vía conservadora. En su diversidad, cada uno de estos núcleos trata de resignificar la relación entre el Estado, el mercado y los ciudadanos. Es una instancia de articulación y confrontación de intereses.

Distintas definiciones coinciden en que el término de sociedad civil se refiere a grupos organizados que buscan autonomía, respecto al Estado y al mercado. Por tanto, no son individuos aislados, ni movimientos de masas momentáneas, tampoco son lo mismo que empresas. La sociedad civil necesita del Estado en el sentido del Estado de Derecho, es decir, de un marco que reconozca el derecho a la libre asociación y al libre pensamiento. Otro rasgo, donde no todos coinciden, es que la acción de la sociedad civil busca la influencia más que el poder y, en este sentido, es predominantemente comunicativa. Esto ayuda a la separación entre sociedad civil y sociedad política (o en lenguaje moderno sistema político), pero no existe una frontera clara entre estos términos, más bien existen zonas grises, lo que no permite muchas veces ubicarlos con precisión.

La relación entre ciudadanía y sociedad civil permite que evitemos el grave peligro de subestimar a las instituciones políticas, los partidos políticos y al Estado, creyendo ciegamente en la sociedad civil. El pueblo somos los ciudadanos, individuales u organizados. En toda sociedad moderna cada individuo es estrictamente igual al otro y se deciden las cosas por la mayoría. Aunque se puede dudar de la racionalidad de este principio, es uno en el cual no se puede retroceder. Las democracias modernas son democracias de mayoría de votos individuales, que delegamos en determinadas personas durante un tiempo para que ellos nos representen. Como sabemos que no podemos darles una libertad absoluta a estos representantes, los ciudadanos se organizan para influir sobre ellos. En ese sentido, somos sociedad civil, no solamente en la medida en que nos organizamos hacia dentro para reforzar nuestra propia identidad, sino en la medida en que nos organizamos hacia fuera. Y por eso ha surgido en estos años el concepto de democracia participativa, el cual no puede darse sin una idea de sociedad civil, porque el que participa es el ciudadano como individuo, como elector.

Además, la sociedad civil forma parte del "imaginario constitutivo" de las sociedades modernas, lo cual es preferible al término ideología, porque incorpora elementos socioculturales más complejos. Entendemos por imaginario constitutivo, un aspecto de significado que necesitan las sociedades para darse una idea de su completitud. Dado que no podemos captar la totalidad de las relaciones reales, siempre parcialmente opacas, los imaginarios constitutivos ayudan a darnos una visión global de la sociedad. Asimismo, una sociedad moderna necesita imaginarse compuesta por sujetos activos y no simplemente por individuos determinados por la necesidad, que en lo moderno está representada en el mercado. Estamos muy fuertemente condicionados por este mundo, pero al mismo tiempo necesitamos tener la idea de que es posible actuar sobre la sociedad.

La idea de sociedad civil es uno de estos imaginarios constitutivos, así como la idea de Estado presupone que existe un ente que representa a toda la sociedad y puede actuar en su nombre. Esto explica por qué no necesariamente existe contradicción entre el individualismo jurídico y económico de la sociedad moderna y la idea de sociedad civil. La acción colectiva se produce a través de la libre voluntad; y la voluntad colectiva es producto de un proceso de asociación y deliberación.

Es posible identificar tipos ideales de sociedad civil en la modernidad. Estos tipos se han clasificado alrededor de tres ejes:

Con base en estos tres ejes aparecen cinco "tipos ideales" (en el sentido weberiano) de sociedad civil:

  1. Las económicas-corporativas, como los gremios y sindicatos que tienen que ver con mejorar las posiciones de los grupos en el mercado. Algunos autores los ponen fuera de la sociedad civil y los colocan en la sociedad económica, por su estrecha vinculación con el mercado.
  2. Las comunitarias, que al mismo tiempo tienen elementos de lo económico-corporativo cuando actúan en defensa de intereses inmediatos, y elementos relacionados con la solidaridad del grupo más cercano.
  3. Las culturales-identitarias, donde podemos colocar a los movimientos de género, los ambientalistas e incluso los religiosos, que están mucho más en lo público, pero no necesariamente en lo estatal, y se encuentran a medio camino entre la identidad y la solidaridad.
  4. Las civico-políticas, muy visibles últimamente en el caso venezolano, que quieren trabajar desde lo público y por intereses colectivos.
  5. Las de servicios y acción social, que también tienen una gran dimensión pública.

Desde el momento de su independencia hasta el país petrolero, Venezuela se debate entre un proyecto liberal, que funda la nación, y una realidad que podríamos llamar atrasada, dentro de esa visión evolucionista. Estábamos en un punto muy lejano del modelo de sociedad liberal, con un Estado de Derecho, una sociedad civil autónoma y clases autónomas. Se daban contradicciones como las del Presidente Guzmán Blanco, al que se le ha llamado el autócrata-civilizador, porque se comportaba como un agente de modernización pero su propia acción contradecía este fin. Igual puede aplicarse a Juan Vicente Gómez, que trataba de crear cierta modernidad en aspectos de la vida política, social y económica, pero sin los elementos de una sociedad liberal, es decir, sin una sociedad civil, derechos individuales y un sistema judicial independiente.

Del lado de los sectores populares, también existía una ciudadanía muy precaria. Al serles negada todo tipo de ciudadanía formal y legal, llegaban a ella participando en las pirámides caudillistas, anteriores a los partidos pero también muy clientelistas, que les permitían la única forma posible de participación sociopolítica. La sociedad venezolana estaba atrapada entre un proyecto que quería alcanzar y una realidad material, económica, social y política que se lo impedía.

En la Venezuela petrolera, hubo un período de inestabilidad política entre 1928 y 1958, con cuatro golpes de Estado y otros muchos intentos de golpe e insurrecciones. Esta gran inestabilidad se debe a que el país cambió, teniendo un Estado poseedor de la renta petrolera, que se volvió un gran botín. Luego de treinta años de lucha, finalmente se llegó al Pacto de Punto Fijo y a otros similares, que representaron un gran acuerdo sobre la distribución de la renta. Lo interesante es que a partir de ese momento, nos hacemos pasar por una sociedad moderna. Ahora tenemos empresarios, clase obrera, sectores medios, militares institucionalistas y partidos políticos modernos. Venezuela adoptó el modelo de la modernidad, sin que ello correspondiera a la una realidad económica y social subyacente. Los empresarios dependían de la protección arancelaria, los obreros tenían una especie de subsidio, el Estado también subsidiaba a los partidos. Entonces, ¿cuál era la autonomía y el esfuerzo de los trabajadores para organizarse como clase obrera? Todos vivían del aparato del Estado. En el fondo, era un baile de disfraces cuyo costo era financiado por los actores externos, es decir, por los países que pagaban el petróleo caro, y esto se intensifica en los períodos de "boom petrolero".

En los análisis sociopolíticos se ha dicho mucho que el Estado fue el rehén de los grupos económicos, es decir, que la burguesía venezolana tenía de alguna forma una influencia desmesurada sobre el Estado, y esto es raro, porque realmente no había una burguesía como tal, sus capitales eran insignificantes con respecto al poderío económico del Estado, y además era subsidiada por éste. ¿Cómo es posible entonces, que tuvieran tanto poder para penetrar el Estado y controlarlo? Una hipótesis es que aquí funcionó el imaginario del proyecto liberal, con tal peso que podía estar por encima de la realidad material. Es decir, como todos estábamos disfrazados de sociedad moderna, también el Estado tenía que disfrazarse de Estado burgués. Había que ser coherente y consistente, y por lo tanto, los sectores empresariales, sindicales y la Iglesia tenían que tener un peso importante, como lo tienen en las sociedades capitalistas "reales". Esto significó que el proyecto de desarrollo era más moderno que su base material.

Con la crisis de los 80-90, se creyó que era posible cambiar las máscaras por el rostro real. En la crisis del rentismo petrolero, la sociedad venezolana se encontraba ante un dilema: o trataba de reproducir el rentismo o daba un salto para tratar de hacer corresponder la máscara con la realidad. La renta fue una bendición y una maldición, porque le dio un alto nivel de vida a los venezolanos pero les impidió enfrentarse a una economía productiva real. Se oía decir que los venezolanos estábamos comprando la modernidad (autopistas, fábricas, ciudades). Esa "falsa" modernidad se fue desarmando con el boom petrolero; ni la sociedad ni los partidos políticos estaban preparados para ese influjo de renta. El ajuste de 1989 significó dejar de ser un capitalismo de mentira para ir a un capitalismo de verdad, es decir, abrirnos a la competencia, eliminar los subsidios, etc. Pero los empresarios, los partidos, los sindicatos y la población en general reaccionaron en contra de esta sinceración, para seguir viviendo del subsidio de la renta petrolera.

Curiosamente, en la década de los 90, cuando el populismo estaba totalmente desprestigiado y había aparentemente un gran consenso sobre el liberalismo como la solución, recurrimos a las mismas fórmulas del pasado. Lo que puede explicar esto es que en esta sociedad se había creado una altísima exclusión, especialmente a partir de los años ochenta, y esa fragmentación de la población puso en crisis a la sociedad civil, sobre todo porque su modelo era fundamentalmente de tipo semi-corporativo, es decir, era una sociedad civil ligada a lo gremial y sindical, a los intereses económicos y poco diversificada en cuanto a otras forma de sociedad civil. A esta sociedad fragmentada, justamente se le propuso ir hacia una integración por la vía del mercado y no a través del Estado populista como había venido siendo hasta los 80.

La siguiente serie de los datos de empleo y educación, nos muestra la amplia fragmentación de la sociedad venezolana: 55% en el sector informal, con un ingreso 50% menor al sector formal, caída del empleo en el sector formal de la economía debido a la informalización, etc. Pero al mismo tiempo, avanzamos en materia educativa con un 18% de trabajadores con educación superior y 22% con educación media, diversificada y profesional. La exclusión se produce entonces en personas con un mayor nivel educativo, con expectativas y con experiencia de lo que fue la Venezuela petrolera.

Tomando en cuenta los tres factores mencionados: la crisis del populismo rentista, el intento de modernización liberal y el proceso de exclusión; surge una imagen de sociedad civil en tensión que podemos ver en un mapa hipotético, donde las líneas de falla intentan corresponder con los grados de división. Hoy en día tenemos una sociedad civil, no solamente heterogénea, lo que es normal, sino además dividida socialmente, porque hay un número mayor de organizaciones que tienden a cerrarse alrededor de su propio estrato y existen menos organizaciones multiestratos. Pero además hay una fragmentación político-ideológica, de antagonismos entre diferentes corrientes o tendencias.

Dentro del modelo tradicional corporativo de organizaciones, que de alguna manera habían sido reconocidas por el sistema político anterior y formaban parte de los acuerdos y pactos, vemos divisiones en los gremios empresariales, en los grupos informales de presión; en los medios, aunque es discutible que formen parte de la sociedad civil; entre las iglesias; en las organizaciones populares de base pro partidos. Paralelamente, existe otro tipo de organizaciones que no necesariamente corresponden a la lógica corporativa, no participaron de los pactos y son más autónomas que aquellas. Estas son, las organizaciones civiles de orientación política, del lado de la oposición y del lado de gobierno, organizaciones comunitarias de clase media, herederas de las asociaciones de vecinos de los años 60-70, y las organizaciones populares autónomas, que son poco visibles y han tratado de no caer en la profunda división político-ideológica de los últimos años. Esta es una sociedad civil diferente, diversa, ideológicamente compleja y diferenciada, más autónoma que la otra, la cual se encuentra en una profunda crisis.

A manera de conclusión, decimos que la Quinta República representa el resurgimiento del imaginario rentista petrolero y estatista. Es el intento de rescatar la renta para el Estado y del Estado como el distribuidor exclusivo de la renta. Eso ha llevado a una batalla que tiene más de 5 años, por la apropiación de la sociedad civil como imaginario colectivo, es decir, ¿de quién es la sociedad civil?, o ¿quién representa a la verdadera sociedad civil?.

La razón de esta lucha es que, por un lado, la sociedad civil quiere ser moderna, no se trata de un grupo en particular sino de un valor central de la sociedad. Por eso, incluso el gobierno ha querido hablar de dos sociedades civiles, dentro de un antagonismo entre lo político y lo social. Se supone que la diferenciación y la exclusión social llevan necesariamente a un antagonismo político, fundando una nueva hegemonía para la cual el proyecto tiene que encontrar una sociedad civil claramente comprometida. Por eso se ha tratado de darle un contenido de clase a la sociedad civil, de los ricos y del pueblo.

Para algunos actores y observadores, el concepto de sociedad civil ha sido utilizado de manera excluyente, en el sentido de que ha sido apropiado fundamentalmente a nivel del discurso por las clases medias. Esto ha sido rechazado por el gobierno y por quienes no quieren definirse como sociedad civil. Algunas personas utilizan el término de patriota o revolucionario, también en forma excluyente. No debemos dejar que conceptos como el de sociedad civil o democracia participativa sean apropiados por una parcialidad, ya que pueden y deben ser de todos. Los círculos bolivarianos también pueden ser percibidos como un intento de corporativizar a la sociedad civil, puesto que algunos sectores oficialistas tratan de organizarlos desde el poder hacia abajo; lo mismo se busca con los gremios empresariales, donde curiosamente han tenido dificultades para organizar gremios paralelos o cooptar los existentes, a pesar de que todavía sus raíces rentistas los atan en buena parte al control del Estado.

Más que una línea de clases, lo que se ve es una línea entre dos proyectos, entre el rentismo y la autonomía, entre aquellos que quieren mantener la máscara de actores modernos, quedándose en el pasado rentista, y aquellos que quieren que esa identidad moderna se convierta en realidad, aunque ello implique una serie de costos para los mismos actores.




Imprimir Imprimir      Enviar a un amigo Enviar