Enviado el Friday, 05 March a las 18:10:23

Redacción.- Hace una semana publicamos un estudio sobre la Guerra Revolucionaria como estrategia de conquista del Estado. En esta serie de documentos sobre nuevas estrategias bélicas, continuamos con la publicación de este estudio sobre la “Guerra Psicológica” y sobre las unidades de OPSIC, Operaciones Psicológicas que cada vez cobran más importancia en los Estados Mayores de todo el mundo. Se trata de una introducción a partir de la cual el lector interesado podrá ampliar información con orientaciones claras.

Una de las unidades que más importancia tuvieron en la Guerra de Afganistán fue el “Comando Solo”. Su trabajo ha sido prácticamente desconocido por la mayoría de cronistas de aquel conflicto y, sin embargo, los miembros de esta unidad de operaciones psicológicas tuvieron un papel decisivo en el curso de los acontecimientos. Trasladados a bordo de seis aviones C-130 Hércules, del Ala 193 de Operaciones Especiales, estos aparatos están dotados de potentes emisoras de radio de AM y FM, pudiendo, así mismo, utilizar bandas de televisión de UHF y VHF. Pero no solo emiten, también pueden intervenir y anular cualquier otra emisora de radio y TV. Esta unidad cuenta con 1145 hombres que tienen su base en Fort Bragg, Carolina del Norte. En la jerga militar norteamericana está unidad realiza “psyops”, operaciones psicológicas. El término se empleó por vez primera en 1945 cuando el capitán E.M. Zacharias de la Marina de los EEUU desarrolló un plan para apresurar la derrota japonesa. Desde entonces el peso de las “psyops” no ha dejado de acrecentarse.

Cuando empezó el conflicto en Afganistán fueron los primeros en entrar en acción. Sobrevolando el territorio emitían programas de radio en las distintas lenguas afganas. Dado que, apenas existían aparatos de radio en el país, aviones C-17 lanzaron sobre el país radios de transistores junto con una tarjeta en la que podía leerse: “obsequio de los Estados Unidos de América”. A nadie se le escapa el esfuerzo económico que implicaba toda esta actividad, muestra de lo decisivo que son las “psyops” (en los ejércitos latinoamericanos la contracción que define esta actividad es “opsic”).

En los manuales de operaciones de las Fuerzas Armadas Norteamericanas las operaciones psicológicas forman parte de una forma de conflicto llamada “Guerra de Baja Intensidad” (a partir de ahora GBI). De todas formas el papel de las operaciones psicológicas no se limita a los conflictos internacionales o a los enfrentamientos con otros países, sino que, en la práctica, se aplica sobre la propia población a fin de prepararla para un conflicto, endurecer su moral o, simplemente, manipular a la opinión pública en beneficio propio. Así pues, las “operaciones psicológicas” pueden ser definidas como el conjunto de iniciativas que utilizan cualquier medio de comunicación, diseñadas para afectar a la mente y a las emociones de cualquier tipo de población, ya sea un enemigo concreta, un aliado o la propia población a fin de alcanzar un objetivo estratégico o táctico. El conjunto de “operaciones psicológicas”, los objetivos, estrategias y tácticas definen la “guerra psicológica”·que puede formar parte de un conflicto “caliente”, “frío”, de una GBI o bien una operación con objetivos propios y autónomos de cualquier otro tipo de conflicto.

Las armas de la “guerra psicológica” son, fundamentalmente, los medios de comunicación. In principio se estaría tentado de pensar que cualquier fuerza política, grupo o Estado Nacional está en condiciones de llevar a cabo operaciones de guerra psicológica, sin embargo, a poco que examinemos esta forma de conflicto, veremos que para alcanzar un alto nivel de efectividad, es preciso disponer de acceso a los grandes medios de comunicación. Sin embargo, es rigurosamente cierto, que la irrupción de Internet permite que grupos privados, políticos o sociales, estén en condiciones de realizar operaciones psicológicas con un alto nivel de efectividad. Es el caso del Ejército Zapatista de Liberación Nacional que opera en el Estado de Chiapas, México, desde 1996.

Existe un equívoco a la hora de diferenciar las operaciones de “guerra psicológica” de la mera “acción psicológica”. La “guerra psicológica” es un proceso de comunicación masivo formada por distintas operaciones encadenadas y tendentes todas a alcanzar el mismo objetivo. La “acción psicológica”, por el contrario, es una forma de propaganda cuyo blanco es una persona, una idea o un grupo cuya credibilidad se trata de exaltar o destruir.

En tanto que forma de “conflicto” o GBI, la “guerra psicológica” está a cargo del estamento militar, si bien éste puede seguir orientaciones de una clase política. La “acción psicológica” es desarrollada por elementos civiles, un partido, una simple agencia de publicidad, una cadena de medios de comunicación, etc., pero no necesariamente por el estamento militar.

En la “guerra psicológica” existen distintos niveles de enmascaramiento de la fuente. En la “acción psicológica” se procura que no se identifique jamás la fuente emisora del mensaje. Existen tres tipos de relación entre la fuente emisora del material de guerra psicológica y su nivel de enmascaramiento, calificados por tres colores distintos: “propaganda blanca” cuando queda claro quien es el emisor al margen de la veracidad o no del contenido de la información (por ejemplo, un comunicado de prensa de un organismo oficial defendiendo una determinada política o una intervención concreta; cuando el Pentágono afirma que existen armas de destrucción masiva en Iraq para justificar la intervención, aún a sabiendas de que dicha información es falsa); “propaganda negra”, cuando el contenido de la información difundida es atribuido a una fuente inexistente o a una que, en realidad, no tiene nada que ver en su elaboración (por ejemplo, cuando la CIA realiza un vídeo falso sobre Bin Laden presentándolo a los medios como un vídeo real encontrado, casualmente, en una casa de Kandahar); finalmente, “propaganda gris”, cuando el contenido de la información se atribuye a una fuente que no coincide en realidad con el emisor y generalmente se atribuye a una “organización de pantalla” (por ejemplo, cuando una Asociación de Derechos Humanos de Iraq se difunden informaciones sobre la extrema crueldad del régimen de Saddam Hussein, justo en el momento en que éste responde con idénticas armas psicológicas, difundiendo, mediante periodistas independientes imágenes sobre los niños iraquíes desnutridos tras diez años de bloqueo económico y sobre el aumento del cáncer entre la población a raríz del uranio empobrecido utilizado en los bombardeos americanos desde 1989).

La utilización de estos tres tipos de materiales fue denunciada en su momento por el antiguo espía de la CIA Philip Agee, encuadrado en la Rama 3 de la División WH (Western Hemisphere o Hemisferio Occidental) en la que están encuadrados Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, Aruba, Curaçao, Guayana Británica y Surinam. En diciembre de 1960 el señor Agee fue destinado a Ecuador y posteriormente ocupó cargos en diversos países de América Latina, participando en México en la matanza de la Plaza de las Tres Culturas con la cobertura de miembro del equipo olímpico estadounidense; este episodio de brutalidad inusitada (muerte de varios cientos de estudiantes) se indujo a abandonar la CIA en 1972. Escribió sus experiencias en un libro titulado “Inside The Company: CIA Diary” en el cual encontramos algunas claves para interpretar el estilo de trabajo de la CIA en el terreno de las operaciones psicológicas. Dice Agee: “El papel de la CIA en el programa de propaganda de los Estados Unidos está determinado por la división oficial de la propaganda en tres categorías generales: blanca, gris y negra. La propaganda blanca es aquella en la que se reconoce abiertamente una procedencia del gobierno de los Estados Unidos, por ejemplo, de la Agencia de Información de los EEUU (USIA); la propaganda gris es aquella que se atribuye a personas u organizaciones que no reconocen al gobierno de los Estados Unidos como fuente de su material y que suministran dicho material como propio; la propaganda negra es el material que no se atribuye a ninguna fuente o que se atribuye a una fuente inexistente, o bien el material falso que se atribuye a fuentes reales. La CIA es el único organismo del gobierno de los Estados Unidos con autorización para organizar operaciones de propaganda negra. (…) los periodistas, políticos, hombres de negocios y otras personas pueden hacer propaganda a cambio incluso de dinero, sin saber necesariamente quiénes son sus amos. Es evidente que algunos de ellos lo saben y en la terminología de la agencia se establece una distinción entre agentes ‘conocedores’ y ‘desconocedores’”.

En la “guerra psicológica” se buscan cambios concretos de carácter político o social, o simplemente, modificar el estado de ánimo de las poblaciones. En la “acción psicológica” no se buscan cambios concretos, sino solamente generar estados de ánimo. La “guerra psicológica” busca influir de manera inconsciente en los sujetos. En la “acción psicológica” se intenta generar un estado de opinión que tiende a modificar esa opinión. La primera utiliza básicamente el contagio psíquico, no la convicción, mientras que la “acción psicológica” es la persuasión. La primera solamente puede darse en el marco de un contexto bélico, mientras que la segunda aparece como respuesta a un conflicto social.

ALGUNOS EJEMPLOS DE “OPERACIONES PSICOLOGICAS”

Ejemplo de “guerra psicológica” lo constituyen todas las noticias de discutible veracidad aparecidas inmediatamente antes y con posterioridad a los atentados del 11 de septiembre de 2001 e incluso los atentados mismos. Un ejemplo de “acción psicológica” son los zarpazos mutuos de los distintos partidos mayoritarios tras el hundimiento del “Prestige” en las cercanías de Galicia. En el primer caso se tendía a: hacer que la opinión pública norteamericana aceptara el hecho de que EEUU debía intervenir en Afganistán.

Con independencia de quienes fueran los autores e inductores de los atentados del 11-S, parece evidente que tanto antes, como durante, como después de los mismos, se utilizaron técnicas masivas de “guerra psicológica” que permiten dudar de que, al menos ciertos servicios de inteligencia norteamericanos desconocieran los preparativos del atentado contra las Torres Gemelas. En efecto, es imposible desvincular ciertos hechos que ocurrieron antes del 11-S destinados a generar lo que podríamos llamar el “mito Al Qaeda”. En efecto, con Al Qaeda y con Bin Laden, nadie sabe donde empieza la realidad y donde la ficción. Se sabe que existió una “Legión Arabe” organizada por Bin Laden que luchó contra las tropas soviéticas durante la ocupación soviética. Se sabe que esta “Legión” estuvo promovida por la CIA, a través de la inteligencia saudí y pakistaní. Se sabe así mismo, que combatientes de este grupo fueron a parar a las guerras como voluntario a las guerras de Chechenia, Bosnia, Kosovo y al GIA argelino. Pero, a partir de aquí, todo ensombrece en un mar de incertidumbres. Ciertamente aparecen aquí y allí, constantemente, a partir de 1996 sombras de Al Qaeda, se producen detenciones, pero todo da la sensación de ser altamente impreciso. Muchas de estas detenciones son, visiblemente, meros resultados de informaciones falsas. Y estas detenciones se generalizan en toda Europa, Países Árabes, sudeste asiático, etc. Habitualmente los detenidos lo son antes de haber cometido el atentado que preparaban; casi siempre la “prueba” de que preparaban un atentado es un vídeo que inevitablemente se encuentra en los registros domiciliarios. Al cabo de unos días de estar en el candelero, la noticia desaparece bruscamente de los titulares de la prensa… y se pasa a otra. A todos los detenidos desde el primer trimestre de 2001 hasta el momento de escribir estas líneas (enero de 2003), se les atribuye militancia en Al Qaeda… esto no impide que los líderes sigan en libertad y en paradero desconocido. Cuando aparece un objetivo estratégico de los norteamericanos, se da como cierta su presencia justamente en el país que se pretende invadir: anteayer en Afganistán, ayer en Venezuela (donde uno de los pilotos personales de Hugo Chávez, tras desertar a EEUU explicó que… su exjefe financia a Al Qaeda), hoy Iraq es presentado como el centro mundial de Al Qaeda…

Naturalmente ningún periodista puede investigar: no hay nadie en condiciones de desmentir si Al Qaeda existe o no. La prensa solamente tiene como fuente informativa a los distintos servicios de seguridad de sus países respectivos los cuales tienen de Al Qaeda una información que procede únicamente de los servicios de seguridad norteamericanos. La fuente emisora de información, en última instancia, es única. Es una pescadilla que se muerde la cola: nadie que no existe puede desmentir su existencia; se ha creado la ficción de algo inexistente para avivar su espantajo allí cuando y donde convenga. Para colmo, negar la existencia real de Al Qaeda parece una enormidad: allí están las imágenes perfectamente filmadas del ataque a las Torres Gemelas.

Desde el punto de vista de la “guerra psicológica”, el 11 de septiembre fue quizás el día en el que esta estrategia tuvo su cenit. En efecto, el ataque parecía preparado para ser retransmitido en directo y, de esa manera, causar más impacto: en primer lugar se estrelló uno de los aviones sobre la Torre Norte (milagrosamente filmado, por lo demás, por un equipo de TV que, casualmente, estaba en las inmediaciones acompañando a unos poceros, pero que nada justifica que, en ese preciso momento, estuviera enfocando con su cámara el primer impacto…). El segundo impacto, sobre la Torre Sur, se produce justo cuando los televisores de todo el mundo ya están recibiendo en riguroso directo el incendio de la primera torre. Apenas una hora después se retransmiten, desde un lugar no identificado, escenas de lo que se presenta como algunos palestinos, la mayoría mujeres y niños, celebrando el ataque: se induce a pensar de esa manera que el terrorismo procede del mundo árabe. Esa filmación tuvo mucha más importancia en EEUU que en Europa; allí un presentados de televisión que había comentado el atentado en directo, dijo: “El bien y el mal rara vez se manifiestan de manera tan clara como lo hicieron el martes pasado. Gente que no conocemos masacró a gente que conocemos. Y lo hicieron con un júbilo despectivo”. Después se vino abajo y lloró. El detonante de este estado de ánimo muy difundido en la sociedad americana en aquellos días inmediatos al atentado se alcanzó gracias a la unión entre la imagen de los atentados y la imagen de presuntos palestinos celebrándolo. Por cierto que aquella filmación dio mucho que hablar: se negó su autenticidad, se dijo que pertenecía a una filmación obtenida diez años antes, se desmintió… pero nunca se supo, exactamente, en qué zona de Palestina había sido filmada.

Mientras, las cámaras que grababan las imágenes de las Torres Gemelas procuraban no filmar cadáveres, en ningún momento, ni siquiera ambulancias retirando heridos; como máximo, unos cuantos cuerpos que caían desde las Torres. Era evidente que se estaba excitando el espíritu de venganza y de ira por lo que se estaba viendo en directo, pero no el de terror por la tragedia. Las imágenes, por lo demás, hora tras hora, sin pausa, retransmitían machaconamente, las mismas imágenes de los impactos; no se servían imágenes nuevas, sino con cuentagotas, aun a pesar de que toda la zona de Manhattan Sur era un hervidero de informadores de prensa y la retransmisión podía realizarse desde innumerables puntos de vista. Sin embargo, a poco que pensemos, las imágenes fueron siempre pocas y muy reiteradas (según el principio de “agitación” que ya conocemos: pocas ideas orientadas a un público excepcionalmente numeroso).

En las primeras dos horas se sucedieron varias reivindicaciones falsas: el “Ejército Rojo Japonés”, el “Frente Revolucionario para la Liberación de Palestina”, organizaciones que sólo tenían en común haber secuestrado tres décadas atrás aviones en apoyo a la causa palestina. Bruscamente, Dick Chenney anunció -¿con qué pruebas? ¿con qué informaciones?- que Bin Laden y Al Qaeda estaban tras los hechos. Al día siguiente, los mismos servicios de seguridad norteamericanos que no habían podido impedir los atentados, daban todo tipo de explicaciones sobre los “19 secuestradores”, incluidas sus fotos… como mínimo cinco de los cuales correspondían a ciudadanos de distintos países árabes a los que les había sido sustraído el pasaporte unos meses antes. ¿Y qué decir del pasaporte del “cerebro” de los atentados, Mohamed Atta, que se encontró dos días después del atentado, entre las ruinas del WTC, semiquemado? ¿o del hecho de que el único equipaje del vuelo que se quedó en tierra fuera el del mismo Atta, en cuyo interior se encontraron “testimonios irrefutables” de que pretendía suicidarse? ¿o la leyenda según la cual Atta y sus compañeros aprendieron a pilotar aviones comerciales a reacción en una escuela de vuelo que apenas enseñaba a volar con avionetas de hélices…? ¿o de la leyenda no menos absurda de que aprendieron a pilotar gracias a Flight Simulator 2”, un conocido juego de simulación aérea?

Pero donde la “guerra psicológica” mostró toda su capacidad para generar estados psicológicos concretos fue la llamada “epidemia del ántrax”. Jamás se supo de dónde habían salido las cepas que se dispersaron en los EEUU. Jamás se supo ni por qué aparecieron, ni por que un buen día (precisamente después de que el FBI declarara que esas esporas habían surgido de un laboratorio militar norteamericano) desapareció de los medios de comunicación toda información relativa al tema. Jamás se sabrá, pero puede intuirse que se trató de una gigantesca operación psicológica que creó una tensión en la sociedad norteamericana y la puso en disposición de aceptar cualquier cosa que hiciera su gobierno para conjurar el problema. Bombardear Afganistán, por ejemplo.

Todo esto son muestras de una “guerra psicológica” muy reciente como para que podamos olvidarlos. Hay que tener presentes que el mundo no será igual tras los atentados del 11-S. Existe un antes y un después, en EEUU y en todo el mundo. Incluso en España donde también se está librando, aquí y ahora, batallas de esta “guerra psicológica”. Veamos un ejemplo.

Seis días después de los atentados del 11-S, exactamente, el 17 de septiembre de 2001, el diario La Razón daba una noticia sensacional: amalgamaba a Bin Laden y Al Qaeda, con la mafia rusa, el tráfico de drogas y un accidente aéreo ocurrido en España que efectivamente existió.

El 29 de agosto de 2001 un avión de la compañía Binter, procedente de Melilla, realizaba un aterrizaje de emergencia en la provincia de Málaga; perecieron cuatro personas. El diario La Razón publicó: “Un lugarteniente de Osama Bin Laden escapó del seguimiento al que estaba sometido por agentes de la CIA y el Mossad porque éstos no avisaron a la Policía española, dos semanas antes de los atentados de Nueva York y Washington. El colaborador del multimillonario saudí viajaba con pasaporte falso”. Más adelante se añadía: “Los agentes de los servicios secretos estadounidenses e israelíes venían siguiendo al lugarteniente de Bin Laden por el Norte de Äfrica y, tras embarcar en Malilla, otros agentes aguardaban en el aeropuerto de Málaga su llegada para seguirle, ya que sabían que tenía previsto reunirse en Marbella con el presunto capo de la mafia rusa Semyon Yokovich Mogilevich”. Se terminaba afirmando que el supuesto colaborador de Bin Laden fue atendido por los servicios de emergencia tras el accidente aéreo y, al igual que el resto de los heridos, no pasó por el aeropuerto malagueño, por lo que los agentes perdieron su pista. La Razón informó que, a través de su teléfono móvil, modificó su cita con el mafioso ruso como medida de seguridad y después la canceló. La Razón continuaba su relato: “Los agentes de la CIA y el Mossad no advirtieron a los servicios secretos españoles hasta que precisaron ayuda para saber el lugar al que se había dirigido el presunto terrorista. Los agentes españoles descubrieron que viajó en coche hasta Madrid y que en la misma tarde del día del accidente tomó un vuelo con destino a Ámsterdam con otra identidad falsa”.

En esos mismos días, como resultado de la misma “guerra psicológica”, se difundía por varios canales la noticia según la cual el gobierno talibán desde su llegada al poder había dado un notable impulso al narcotráfico. Según estas informaciones las adormideras cultivadas en amplias extensiones afganas estarían controladas por los talibán. Los terroristas habían pasado a ser “narco-terroristas”. La Razón informaba: “esta operación frustrada en la Costa del Sol también pone de relieve los vínculos existentes entre el terrorismo y los traficantes de drogas. El FBI y la Reserva Federal de los EEUU sospechan que Yokovich blanqueó entre 1998 y 1999 unos 10.000 millones de dólares (casi dos billones de pesetas), supuestamente procedente del tráfico de drogas y armas”. Y añadía en otro artículo: “La relación entre este mafioso ruso y Bin Laden parece indicar que el terrorista saudí financia la actividad de sus militantes con los ingresos que producen las 4 200 toneladas de opio (base de la heroína) que se cultivan anualmente en Afganistán y que controla el multimillonario saudí y que se hace llegar a Rusia a través de la vecina república de Tayikistán”. La noticia fue reproducida por La Estrella Digital, El Mundo y otros medios de comunicación españoles y extranjeros. A pesar de ser rigurosamente falsa…

El desmentido llegó el 24 de septiembre y fue realizada en un parte de EFE que decía textualmente: “Las investigaciones de la Policía “han descartado” que un colaborador de Bin Laden fuera uno de los pasajeros del avión de Binter que sufrió un accidente el 29 de agosto, dijo hoy el subdelegado del Gobierno en Málaga, Carlos Rubio”. En otro parte de EFE emitido unas horas después se añadía: “la Policía ha analizado la procedencia de los pasajeros y a dónde iban y no hay ninguna conexión con organizaciones terroristas internacionales”. EFE olvidaba decir que el 17 de septiembre, a las 11:50 horas, poco después de que La Razón publicara el primer artículo sobre el tema, INFOPOL, a través de Gordon Thomas, desmentía categóricamente la información. Unos días después, era la propia rama española de INTERPOL, la que desmentía categóricamente la noticia., Por lo demás, el mafioso ruso que se menciona… es de origen judío, así que difícilmente podía entenderse con el muy antisemita Bin Laden.

Este ejemplo de intoxicación informativa es altamente esclarecedor sobre la “guerra psicológica” que tenía lugar en aquel momento (y que, en buena medida, prosigue en el momento de escribir estas líneas). La técnica se basa en mezclar datos reales fácilmente comprobables (el accidente aéreo del avión de Binter, la existencia del mafioso Yokovich), con informaciones elaboradas previamente (el mito de que los talibán impulsaron la fabricación de heroína, cuando en realidad su tráfico disminuyó durante sus años de gobierno), añadiendo nuevos elementos inéditos a la intoxicación informativa (la presencia de un lugarteniente de Bin Laden en el avión). Así se lanzaba un nuevo episodio táctico de la gigantesca estrategia de “guerra psicológica” emprendida para justificar la política de “lucha contra el terrorismo internacional”, esto es, para justificar la invasión de Afganistán. Pues bien, esto es la “guerra psicológica”.

LOS PRECEDENTES EN LAS GUERRAS MUNDIALES

Puede alegarse que esto no es nuevo, que en todas las épocas se ha utilizado algún tipo de “guerra psicológica”. La Segunda Guerra Mundial se inició con un “ataque” polaco a un puesto fronterizo alemán. El gobierno nazi, protestó enérgicamente por este ataque que causó varios muertos. Hoy se sabe que aquel ataque fue organizado por los servicios secretos alemanes y que los muertos fueron “seleccionados” entre los presos en un campo de concentración También se sabe que las “Fosas de Katyn” en donde fueron hallados los cadáveres de 15.000 oficiales del Ejército Polaco, fueron atribuidos a los rusos tras ser descubiertas por el Ejército Alemán. En Nuremberg, el crimen fue colocado en las espaldas de los alemanes. Sólo en los años 50, con la Guerra Fría, se restituyó la verdad histórica: los autores de la masacre habían sido los comunistas. Lo que nos interesa destacar no es el crimen en sí, sino como fue utilizado como arma psicológica contra unos u otros.

Las “operaciones psicológicas” tuvieron tendencia, hasta el inicio de la Segunda Guerra Mundial, a orientarse solo sobre los combatientes. Los alemanes eran presentados a ojos de los soldados ingleses y franceses como “boches” (locos) asesinos sedientos de sangre. Los alemanes, en cambio, optaron por ridiculizar a sus adversarios presentándolos como amanerados y cobardes… y se equivocaron. Mientras los ingleses esperaban en las trincheras la extrema crueldad y ferocidad de sus oponentes, es decir, lo peor y se preparaban psicológicamente para ello, los soldados alemanes se sorprendieron de la combatividad de los aliados, soldados bien preparados, en lugar de los individuos grotescos presentados por su propaganda. Pero ya durante la Segunda Guerra Mundial, ambas partes incorporaron, siquiera rudimentariamente, elementos de “operaciones psicológicas”. En el curso del conflicto se reafirmó el concepto de “guerra total”, teorizada décadas antes por Clausewitz y que se amplió al “espíritu” (a la mente) de todos los miembros de la comunidad nacional propia y contraria. De hecho, el término “guerra psicológica” aparece en 1941 en el marco de la campaña alemana contra Rusia, cuando se intentaba convencer a la población de éste país de que se estaba asistiendo a un conflicto ideológico y no de expansión geopolítica.

ULTIMOS DESARROLLOS

Con el paso de las décadas y el crecimiento en “superficie” de los medios de comunicación (generalización de la prensa escrita y alfabetización creciente irrupción de la radio, paralelamente del cine, luego de la TV y sus secuelas (vídeo, DVD) y, finalmente, con Internet) estos han estado en condiciones de actuar en “profundidad” (en efecto, el mismo sujeto cada vez se ha visto sometida a más influencias mediáticas). Paralelamente se ha producido otro fenómeno que, a partir de mediados de los años 80 ha ido adquiriendo un carácter progresivamente más preocupante. En efecto, han ido apareciendo grandes conglomerados mediáticos con un poder y una influencia en todos los terrenos de la comunicación. Frecuentemente estos conglomerados han actuado de común acuerdo con determinados Estados o grupos industriales y esto ha desvirtuado el papel de la prensa como “cuarto poder” capaz de “vigilar” y cuidar por el “fair play” de los otros tres. También han surgido medios de comunicación que servían directamente a intereses muy concretos: la extraordinaria capacidad para la “guerra psicológica” de los EEUU sería imposible sin la cobertura mediática de la CNN.

Hoy, cuando desde mediados de septiembre de 2001 venimos asistiendo a la más formidable “guerra psicológica”·de todos los tiempos, la “verdad” ha dejado de tener sentido. Nadie sabe exactamente dónde se encuentra este concepto que ha pasado a ser algo vago y discutible y, por lo demás, imposible de alcanzarse. Es entonces cuando para analizar los acontecimientos políticos internacionales hay que aplicar los principios inmemoriales de toda investigación policial lo que implica plantearse constantemente “¿a quién beneficia el crimen?”, pues tal es el único patrón, más o menos objetivo, mediante el cual pueden entreverse “irisaciones” de la Verdad. No existe una “verdad”, sino las “verdades”; la “guerra psicológica” genera verdades para adaptadas a sus objetivos estratégicos. Tales verdades son presentadas más que como indiscutibles: son imposibles de discutir, so pena de situarse fuera del marco de lo “políticamente aceptable” (concepto mucho más peligroso que el de “políticamente correcto, en la medida en que, mientras este es una mera caricatura de convencionalismo, lo “aceptable” implica una presión psicológica para quienes se sitúan en posiciones disidentes que solamente pueden contar con su sentido común y su intuición para oponerse a la “verdad” generada por la “guerra psicológica” que, finalmente, termina siendo fatalmente la “única verdad”.

LAS TECNICAS SUBLIMINALES

Resulta difícil establecer hasta dónde alcanzan las “operaciones psicológicas”, pero resulta lógico pensar que llegan hasta allí donde llegan las tecnologías subliminales. Existe muy poca literatura, incluso especializada, sobre las técnicas subliminales. Es frecuente que en los congresos de publicistas y en los códigos éticos de los colegios y asociaciones del ramo se condene enérgicamente la aplicación de técnicas subliminales. Sin embargo, esos mismos profesionales aplican técnicas que hasta cierto punto pueden ser consideradas como subliminales, en tanto que no se dirigen al razonamiento sino al subconsciente; los estímulos no son percibidos conscientemente.

Pues bien, el termino publicidad subliminal apareció, ya, en los años 50 de este siglo; siendo acuñado por un psicólogo e investigador de mercado norteamericano, James Vicary el cual afirmaba haber descubierto un medio de llegar a las personas de forma subliminal. La técnica consistía en insertar mensajes publicitarios en una pantalla con una duración tan breve que los espectadores no los veían conscientemente, pero, sin embargo, obedecían a su influjo. Vicary dijo que había insertado en un noticiario un único fotograma para que el público comprara Coca-Cola y otro para que adquirieran palomitas de maíz; los asistentes a la sesión de cine habían percibido ambos estímulos de manera inconscientemente; las ventas de Coca-cola se habían elevado en un 18%, y las de palomitas un 58%. La primera noticia que llegó al público sobre la existencia de técnicas subliminales aplicadas a la publicidad se publicó en junio de 1956 en el London Sunday Times con el titulo de "Ventas a través del subconsciente". A partir de aquí se inició una polémica que dura todavía hoy.

Otro caso típico ha sido el anuncio de Gilbey's London Dry Gin, una marca de ginebra, publicado en la revista Time en julio de 1971. El anuncio muestra una botella helada junto a un vaso largo de gin-tonic. El contenido objetivo es, el corte fálico de la botella se erige junto al símbolo femenino y vaginal del vaso, tal es el "un clásico diseño de arte subliminal". Un millar de individuos fueron encuestados sobre este anuncio; se les pidió que observaran el anuncio en un momento de relajamiento. El 62% de los encuestados describió sensaciones de "satisfacción, sensualidad, sexualidad, estimulación, hormigueo y excitación". ¿A qué se debía? El motivo de que el anuncio provocara estas sensaciones es que se incluyeron en la imagen una serie de mensajes subliminales, entre ellos las letras de la palabra SEX en diferentes cubitos de hielo; aparecían también genitales masculinos erectos y un símbolo genital femenino, sugiriendo que estaría dispuesta a mantener relaciones sexuales.

Las técnicas subliminales se han considerado como una invasión de la intimidad de las personas, un derecho fundamental. Al recurrir al subconsciente, la persona no puede emplear su espíritu crítico, ni su racionalidad, sino que su conducta objetiva se ve inducida por un estímulo que no ha elegido conscientemente.

Hay que recordar que las técnicas proscritas de la publicidad subliminal son aquellas que se refieren a la introducción de fotogramas o imágenes con el estímulo incrustadas entre otras imágenes que no tienen nada que ver con él. Pero, la publicidad habitualmente muestra estímulos que apuntan directamente a lo irracional: un automóvil se asocia a la imagen de una mujer extraordinariamente sexy, una bebida puede provocar imágenes de sugestión erótica y, por tanto, estímulos positivos que quedarán inmediatamente asociados con una marca concreta. No es lo subliminal tal como lo concebía Vicary, pero se aproxima mucho.

Nuestro cerebro, además de cinco sentidos, contiene 37 capacidades sensoriales, que están continuamente captando los estímulos externos y recibiendo información a cada momento a través de dos niveles de percepción: cognitivo o consciente y subliminal o subconsciente, los cuales operan continuamente. Cada cerebro humano está alimentado de información sincrónica y continua procedente de estos treinta y siete sentidos que operan, como mínimo, en dos niveles de percepción (consciente e inconsciente). Marshal Mcluhan había inspirado indirectamente la publicidad subliminal cual escribió que “la percepción es completa. Todo pasa y se percibe en su totalidad”. Un sujeto normal capta al menos 100.000 fijaciones que atraen su atención), pero sólo una mínima parte es consciente. La publicidad subliminal intenta llegar al consumidor a través del inconsciente intentando que asumamos sus sugestiones sin percibirlo. Mediante la “investigación motivacional” se indagan los factores que nos inducen a elegir para poder seleccionar aquellos que puedan responder más fácilmente a estímulos subconscientes; de ahí que la publicidad subliminal ­mucho más que cualquier otra forma de publicidad- haga actual al sujeto de manera emotiva y compulsiva, reaccionando inconscientemente ante las imágenes y las ideas asociadas subconscientemente con el estímulo.

Frecuentemente la información que manejamos subconscientemente es antagónica con respecto a la información consciente. Un fumador, al leer la inscripción que alerta sobre los peligros del tabaco en la propia cajetilla debería de ser consciente del riesgo, sin embargo, ese mismo fumador, inconscientemente actúa en la creencia de que fumar le disminuirá la tensión, lo hará ser aceptado socialmente o simplemente obtendrá un placer. Y es que los mensajes subliminales tratan de burlar el filtro inicial de los sentidos y llegar directamente al subconsciente donde depositarán el mensaje. Así es posible provocar deseos o angustias y en resumen, manipular la voluntad, los criterios y las actuaciones de los seres humanos, mediante cargas de profundidad parasitadas en la parte inconsciente del cerebro que se accionarían en circunstancias preestablecidas.

Ante un estímulo subliminal la pupila de los sujetos que lo reciben se contrae y dilata inequívocamente, se genera una tensión (placentera o angustiosa, no importa), que influye en el cerebro y se aposenta en la zona del subconsciente sin que lo perciba. Por eso mismo se considera que estas técnicas influyen en la voluntad de los sujetos. La discusión llegó incluso al Congreso de los Estados Unidos y a la Comisión Federal para las Comunicaciones. Esto llevó a la prohibición de este tipo de técnicas. A partir de finales de los años 50 ignoramos cualquier otro dato sobre investigación de técnicas subliminales; nada, absolutamente nada se ha sabido; se ignora si los primeros y tímidos experimentos protagonizados por psicólogos privados tuvieron continuación. ¿Qué dice la lógica? Que sí, que un arma tan absolutamente decisiva y poderosa no podía permanecer fuera de la investigación de los laboratorios de la “guerra psicológica”. Por nuestra parte, estamos dispuestos a admitir que la publicidad subliminal siguió investigándose dentro de los estudios sobre control mental que realizó la CIA desde su fundación hasta mediados de los años 70.

EL CONTROL MENTAL

Tras la Segunda Guerra Mundial se sometió a algunos presos alemanes a torturas físicas, presiones psicológicas, privaciones sensoriales, hambre, soledad, privación de sueño, etc. El resultado final de todo esto fue gente sobre la que se obtenía un control total sobre su conducta. Se les podía ordenar cualquier acción por suicida que fuera en la seguridad de que la ejecutarían. Incluso meses o años después de que se interrumpiera el tratamiento, los sujetos seguían mostrando una sumisión total y una dependencia mental absoluta de sus torturadores. En el campo comunista, experimentos análogos se habían realizado desde las primeras purgas stalinistas hacia mediados de los años 30. Tales experiencias en ambos casos fueron incorporados al arsenal de las operaciones psicológicas. De hecho, no existía gran diferencia entre el “lavado de cerebro” y el “control mental”, tan solo dos grados consecutivos de la misma técnica: el primero neutralizaba al sujeto, se trataba de una técnica esencialmente negativa, el segundo, además de neutralizarlo, lo inducía a seguir un determinado comportamiento y suponía el aprendizaje de una serie de conductas o de una ideología. Ambas son, en cualquier caso, dos formas coercitivas de operaciones psicológicas.

Inicialmente las técnicas de control mental utilizaron drogas además de los malos y tratos y privaciones sensoriales a las que hemos aludido. En la actualidad es posible llegar a dominar totalmente al sujeto e inducirle pautas de comportamiento que aceptará y seguirá acríticamente, sin necesidad de llegar a esos extremos. En el fondo el “control mental” es una forma de persuasión coercitiva o, como se le ha llamado ocasionalmente y no sin cierto cinismo, “pensamiento reformado”. El dolor y la tortura son sustituidos por la creación de situaciones de ansiedad extrema y tecnologías de producción de tensiones emocionales; así se logra variar el comportamiento del sujeto sino también su actitud.

Así pues, hemos visto tres niveles de sofisticación progresiva del las técnicas de control mental: en un nivel más bajo y primario, mediante la tortura y la violencia; en un nivel superior a través de drogas psicodélicas (que fueron ensayadas dentro del llamado Proyecto MK-Ultra); y, finalmente, en un nivel superior, a través de un “sistema coordinado y gradual de influencia coercitiva y de control de la conducta diseñada para que artificiosa y encubiertamente manipule e influya en los individuos, usualmente en una escena preparada por el grupo”, tal como nos explicó un psicólogo norteamericano. La estrategia esencial consiste en una vertiginosa sucesión de siete tácticas de persuasión:

En realidad, este proceso comporta una especie de sugestión hipnótica que, en combinación con dinámicas de grupo, crean un efecto potente de adoctrinamiento. Los sujetos resultan engañados y manipulados, su comportamiento, pensamientos, emociones e información son controlados. Esta técnica llega hasta tal punto que el sujeto no siente en absoluto que su voluntad ha sido doblegada, está completamente convencido de que el comportamiento es el adecuado. De ahí la terrible eficacia de tales procedimientos.

VIVIMOS EN UN ESTADO DE GUERRA PSICOLOCA

Lo que ocurrió en EEUU tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, da que pensar. Solo unas semanas antes la opinión pública norteamericana era contraria a cualquier tipo de intervención militar en el exterior. Ningún Presidente que hubiera planteado enviar al ejército a un remoto país de Asia hubiera podido volver a ser elegido. Y mucho menos un George W. Bush del cual ni siquiera estaba claro su legitimidad como Presidente a tenor de las discusiones que provocó el recuento de votos. Sin embargo, seis horas después de cometidos los atentados, esa misma opinión pública pedía a gritos que se masacrara a los talibán. Y se diría que alguien les había hurtado la racionalidad.

En efecto, en los dos meses y medio posteriores al atentado, la opinión pública americana ­y, por extensión, mundial- vivió en un estado permanente de shock. Día a día, las primeras páginas de los diarios se veían repletas de informaciones estremecedoras que aportaban nuevos datos sobre la campaña de terror desencadenada por un misterioso sujeto perdido en cuevas en el desierto y capaz de mover los hilos de una imponente red de agentes terroristas. Parecía como si el mito de “Spectra”, con los malvados que hicieron época en la serie OO7, cobrara realidad: Scaramanga, el Doctor Nô, Goldfinger, Blofeld, etc. Se habían transformado en Bin Laden. Spectra pasaba a ser Al Quaeda y la guarida casi inaccesible donde se escondía la cúpula del “mal”, pasaba a encontrarse en Afganistán. De hecho, el mito del hombre perdido en una cueva del desierto que mueve los hilos capaz de planear atentados con precisión asombrosa, solamente podía ser asimilado y asumido por una civilización que se hubiera nutrido hasta el tuétano con la serie James Bond. No intentamos frivolizar el crimen, simplemente nos limitamos a recordar que ni el día de los atentados, ni durante la guerra de Afganistán se levantó ninguna voz en EEUU que resaltara las lagunas y contradicciones de la versión oficial del episodio. Toda la opinión pública, sin ninguna voz disonante, aceptó el hecho de que el país era víctima de un ataque terrorista procedente de Afganistán.

Sin embargo, hoy se sabe que los EEUU tenían interés en estar presentes en Afganistán, o al menos en que el país estuviera más o menos pacificado. Hoy se sabe que el petróleo del Caspio alcanzará las aguas del Índico a través de Afganistán. Se sabe también, que la próxima pieza del dominó petrolero es Venezuela y tras ella, Irak, y ¿tras Irak? El atentado al WTC apenas fue un “casus belli” que hizo cambiar a la opinión pública americana su posición en relación a las aventuras bélicas. Pero, ¿por qué permaneció callada la opinión pública americana? A causa del terror psicológico sin precedentes que se desató a partir del 11 de septiembre: primero fue la imagen hipnótica de los impactos en el WTC; después fue la cifra de víctimas, a todas luces hinchada artificialmente durante las dos primeras semanas posteriores al crimen (se llegó a hablar de 39.000 muertos, cuando en realidad fueron algo más de 2.900); más tarde fue la detención de cientos de ciudadanos norteamericanos y de otros países y las declaraciones del vicepresidente Chenney, mil veces repetidas en los doce meses posteriores al crimen, según las cuales se temía de un momento a otro la comisión de nuevos atentados, no se sabía dónde ni por quien, pero se aseguró que así iba a ser; luego fue la crisis del ántrax que demostró como una sociedad puede caer en la histeria y generar ella misma un terror psicológico sin precedentes; y desde entonces, en decenas de países la prensa norteamericana se ha hecho eco de cientos de detenciones de miembros de Al Qaeda que preparaban en todo el mundo “acciones terroristas” contra intereses americanos… Todo ello generaba la creencia en la opinión pública norteamericana de que su estilo de vida corría peligro y que los ciudadanos mismos afrontaban una situación sin precedentes. ¿Por qué tanta tensión si, en la práctica, ni uno solo de tales peligros quedaron confirmados…? El miedo es el primer factor de manipulación de masas: cuando una población está sometida a una presión mediática constante, que le anuncia catástrofes y tragedias sin precedentes, esa población destierra automáticamente de su cerebro la capacidad crítica: cualquier “verdad” oficial que se presenta como tal es capaz de inspirarle confianza y, al igual que el sujeto se cobija bajo el paraguas cuando se produce la lluvia, el ciudadano norteamericano se ha cobijado bajo el ala protectora de su gobierno y ha estado dispuesto a aceptar cualquier tipo de “daños colaterales” en poblaciones distantes a las que jamás accederá, si ello le ayudaba a verse libre del peligro. Pero no se trataba de una lluvia auténtica ni de un peligro real. Alguien estaba simulando un temporal con una simple regadera…

¿INTERRUPCION DE LA INVESTIGACION SUBLIMINAL?

Resulta imposible separar la investigación subliminal de este tipo de técnicas. Resulta imposible hacia donde evolucionó la investigación subliminal tras ser oficialmente prohibida. Pero es presumible que prosiguieran envueltos en el secreto e incluso que determinados episodios o fenómenos sociales anómalos tuvieran que ver con las investigaciones clandestinas en ese terreno. Nos referimos, fundamentalmente, a dos tipos de fenómenos, los suicidios colectivos protagonizados por diversas sectas en los últimos años y, determinadas alucinaciones sufridas por miles de individuos que han tenido las llamadas “experiencias de abducción”.

Imaginemos como pudo evolucionar la técnicas subliminal: tras confirmar hasta al saciedad la efectividad de las técnicas subliminales, el paso siguiente resultaba lógico; si un fotograma aislado era capaz de modificar una pauta de conducta, una secuencia de fotogramas dispersos, podía modificar aspectos más importantes de la conducta; de la misma forma que una sugestión no es nada, un conjunto de sugestiones encadenadas son susceptibles de conformar un trance hipnótico.

Estamos persuadidos de que las técnicas subliminales evolucionaron hacia el intento de inducir a distancia, a un público que asistiese a determinadas proyecciones, aparentemente inocuas. La eficacia de estos experimentos de inducción se demostraba a través de una conducta atípica que saliera a la superficie y que no pudiera manifestarse de otra manera; por ejemplo, induciendo a los sujetos la sugestión de que habían sido víctimas de algo tan absurdo, grotesco e improbable, como una “abducción”, es decir, un secuestro por extraterrestres y un análisis en el interior de la “nave”. La salida a la superficie de miles de casos anómalos de este estilo en EEUU (sin comparación con cualquier otra latitud) permite pensar que allí ha ocurrido “algo” que no se ha manifestado en otros lugares. Se ha dicho que las “abducciones” eran meros sueños de madrugada que los sujetos recordaban por su extraordinario realismo; si así fuera, se trataría de un caso único en la historia del mundo onírico; por que, desde los antiguos griegos y romanos se disponen de compilaciones de sueños a efectos interpretativos; un somero análisis demuestra que los mismos sueños que tenían los sujetos hace dos mil quinientos años, se repiten en nuestros días, sin que se hayan incorporado arquetipos o modelos nuevos… salvo las “abducciones”: luego en nuestros días ­es decir, desde finales de los años 60- se ha producido algún tipo de sugestión hipnótica cuya eficacia viene demostrada por la abundancia a todas luces absurda y que ni siquiera los “ufólogos” consiguen explicar.

Lo mismo puede decirse de algunos suicidios colectivos como el de Guyana en 1978 en el que perecieron cerca de 900 miembros de la secta “El Templo del Pueblo” o los 39 miembros de “La Puerta del Cielo” que optaron por seguir a su líder Marshall Applewhite en su loco final, son, entre otros casos, difíciles de explicar por el mero hecho de que se trataban de sectas destructivas. Hemos citado estos dos casos por lo extremos que resultan. En el primero, la investigación posterior demostró que buena parte de los miembros de la secta habían sido obligados a beber el cóctel venenoso que se les había suministrado y que varios fueron literalmente cazados con ráfagas de fusil de asalto. En el segundo caso, 22 años después, los miembros de la secta prepararon tranquilamente su equipaje, saldaron sus deudas, no dijeron absolutamente nada de sus intenciones a nadie e ingirieron voluntariamente el veneno que les llevó por la improbable




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