Chávez no dialoga

Roldan Tomasz Suárez *

EL NACIONAL - JUEVES 16 DE MAYO DE 2002 - Opinión

He aquí la principal acusación lanzada contra el Gobierno de Venezuela. Acusación que, en efecto, parece muy grave: si la esencia de la democracia es el diálogo, el hecho de que Chávez no dialogue revela el carácter antidemocrático de su Gobierno. Si el Gobierno es antidemocrático, entonces es ilegítimo. Si es ilegítimo, entonces es completamente lícito, incluso urgente, derrocarlo por cualquier vía posible.

Sin duda es muy cierto que la esencia de la democracia es el diálogo. De hecho, las raíces históricas y conceptuales de la democracia se hunden en el deseo por hacer de la discusión racional la base de la conducción de la sociedad. Pero, ¿cuál es la forma que debe tomar ese diálogo en una sociedad democrática? ¿En qué espacios debe darse y quiénes deben participar en él? ¿Mediante qué mecanismos debe influir dicho diálogo en las decisiones gubernamentales?

Las democracias modernas crearon dos escenarios fundamentales para el diálogo político. El primero de ellos es el Parlamento, que, como su mismo nombre lo indica, constituye un lugar de reunión para “parlar”, hablar. En el Parlamento se reúnen los representantes del pueblo con el fin de discutir cuáles son las políticas más convenientes para el país. A partir de dicho debate el Parlamento promulga las leyes de la República, que sirven de base para la acción de Gobierno. El segundo escenario son los medios de comunicación. Los medios tienen la misión de articular un amplísimo debate político en el que cada ciudadano pueda exponer sus ideas ante los demás. Gracias a dicho debate cada quien puede forjarse su propia opinión acerca de lo que ocurre en el país y tomar las acciones políticas que crea convenientes, siempre que respete el marco legal.

Ahora bien, ¿cuál ha sido la actuación de Chávez y de la oposición en estos escenarios para el diálogo? Chávez ha utilizado ambos escenarios para dar a conocer su visión de lo que ocurre en Venezuela, para difundir los planes y proyectos de su Gobierno, para explicar las intenciones que los guían. Ha criticado abiertamente tendencias políticas y económicas que él no comparte, exponiendo las razones de su postura. En contraste con cualquier presidente venezolano anterior, Chávez sistemáticamente ha tratado de justificar sus decisiones ante el grueso público –haciendo, además, referencia explícita al marco constitucional vigente. La oposición, por su parte, no ha aprovechado ninguno de estos escenarios para discutir seriamente los argumentos esgrimidos por el Ejecutivo. Más aún, el solo hecho de difundir tales argumentos por radio y televisión le ha proporcionado a Chávez furiosas críticas por parte de sus adversarios. De hecho, la oposición ha utilizado ambos escenarios para exigirle al Presidente que no hable tanto, y para repetir con paradójica insistencia que en Venezuela no hay escenarios para el diálogo. Ciertamente, ¿cómo puede haber diálogo en una situación en la que uno de los interlocutores está enfrascado en un monólogo hipnótico –”aquí no hay diálogo, aquí no hay diálogo, aquí no hay diálogo”– que sólo rompe para decirle al otro: “¡Cállate, que por tu culpa aquí no hay diálogo!”?

Lo anterior nos permite ver que quienes le exigen a Chávez que dialogue, no tienen en mente las formas de diálogo que le son esenciales a la democracia. Al contrario, parecen apuntar hacia un pseudo diálogo externo y ajeno a la institucionalidad democrática. Su intención es influir en la acción de Gobierno no por medio de los mecanismos legítimos antes expuestos, sino por medio de negociaciones y acuerdos hechos al margen y en contra de la voluntad expresada democráticamente por el pueblo venezolano. Tal pseudo diálogo socava el carácter democrático de un gobierno, pues lo pone bajo el influjo de fuerzas distintas a las que emergen de un genuino diálogo democrático. Por eso, muy al contrario de lo que predica la oposición, cuando “Chávez no dialoga” en el sentido en que ésta se lo exige, no hace más que confirmar la vocación democrática de su Gobierno.

* Profesor del Centro de Investigaciones en Sistemología Interpretativa, Facultad de Ingeniería, Universidad de Los Andes