No en blanco y negro

Lorenzo Meyer: Agenda Ciudadana

Periodico Reforma del 25 de octubre de 2001.
Justificaciones inaceptables

El terrorismo lleva el viejo tema de la contradiccion entre fines y medios a su extremo. En el mundo islamico hay quienes pueden tener razones muy legitimas para abrigar un resentimiento historico contra las grandes potencias imperiales de Occidente, pero si la expresion de ese agravio son actos de terrorismo como los que llevaron a cabo un grupo de radicales musulmanes el 11 de septiembre en Estados Unidos, entonces la monstruosidad del medio -asesinato indiscriminado y masivo de civiles- simplemente anula cualquier alegato sobre la validez etica de los fines. Asumiendo lo anterior como punto de partida, se puede proceder a examinar el otro lado de la moneda: no es dificil entender las razones politicas que llevaron al presidente norteamericano, George W. Bush, a presentar la accion armada contra los terroristas y sus apoyos en Afganistan como una lucha universal entre el bien y la libertad y el mal y el oscurantismo. Sin embargo, el registro historico tampoco lo respalda del todo.

Una seleccion inmoral de los medios anula moralmente a los fines, y sin duda alguna ese ha sido el caso de las acciones terroristas de un grupo islamico contra objetivos norteamericanos. Por otro lado, aunque si puede darse en la realidad un caso de lucha entre el bien y el mal en estado puro, este no es frecuente y menos en el ambito de la politica. En asuntos de poder, las banderas de los contendientes no suelen ser de blanco o negro sino de diferentes tonos de gris.

La reaccion mexicana

Desde la optica mexicana, seria absurdo aceptar de entrada y sin reservas la explicacion norteamericana sobre los acontecimientos que estan configurando el contexto internacional actual -la lucha entre Estados Unidos y sus aliados contra Al Qaeda y los Taliban en Afganistan y la conformacion de una coalicion antiterrorista que une a quienes fueron rivales durante la Guerra Fria- como resultado de un choque entre el bien y el mal. Y no es porque a los mexicanos nos falle el sentido de la etica, como parecieran sugerir ciertos comentarios de la prensa internacional -al respecto, vease el ya muy citado articulo secundario de The Economist (septiembre 22-28, 2001) donde se reprocha al gobierno mexicano lo tibio de su apoyo publico inicial a Estados Unidos a raiz de los atentados que le costaron la vida a mas de cinco millares de personas en Nueva York y Washington el 11 de septiembre-, sino porque todo juicio y reaccion mexicanos frente al uso de la fuerza por parte de Estados Unidos tiene un inevitable contenido historico que lleva a cuestionar sus motivos y justificaciones.

Al iniciarse este siglo, la economia mexicana esta ligada y determinada como nunca antes por la norteamericana que, a su vez, es el eje del sistema economico y politico mundial. Y la logica del Tratado de Libre Comercio de la America del Norte (TLCAN), suscrito en 1993, lleva a que esa relacion se ahonde con el transcurso del tiempo. La reaccion de nuestras elites politicas y economicas a lo acontecido en septiembre puede explicarse casi por entero como resultado del TLCAN, pero la logica economica no es el unico elemento que determina la reaccion del grueso de la sociedad mexicana frente a Estados Unidos. Tambien influye la memoria historica.

La experiencia en carne propia

La guerra mexicano-americana del siglo XIX fue justificada por el presidente James K. Polk en 1846 como una justa reaccion de Estados Unidos frente a una agresion mexicana. Polk era un expansionista y cuando llego a la Casa Blanca en 1845 estaba ya decidido a extender el territorio de su pais a costa del poco poblado y peor defendido norte del nuestro. A la anexion en 1845 de Texas como un estado mas de la Union Americana le siguio un fallido intento de negociacion con Mexico y, finalmente, la orden al general Zachary Taylor de cruzar el rio Nueces y avanzar hasta el Bravo. Asi, Estados Unidos no solo pretendio hacer efectiva su soberania sobre un territorio que Mexico seguia considerando una "provincia rebelde" dificil de doblegar, sino que por si y ante si ocupo un territorio que las autoridades mexicanas consideraban que no correspondia a la Texas historica. Como bien lo dijera entonces el senador por Delaware, John M. Clayton, la conducta de Polk fue la de un provocador y por eso el era el responsable del pequeno choque armado en abril de 1846 al norte de Matamoros que sirvio de pretexto a Polk para pedir a su Congreso que considerara que existia ya un estado de guerra con Mexico "como resultado de una accion de la Republica Mexicana". Asi pues, oficialmente y para Washington, el conflicto con su vecino del sur fue una lucha que el "agravio" mexicano le impuso a Estados Unidos y le obligo a usar las armas para defender "su territorio" y restaurar una paz rota por Mexico y que, al final y por justicia, le costo la mitad de la enorme superficie heredada de Espana.

Sesenta y ocho anos mas tarde, en 1914, la toma de Veracruz por la armada norteamericana sirvio para acelerar la caida de la odiosa dictadura militar encabezada por Victoriano Huerta y apresurar el triunfo de la revolucion constitucionalista. Sin embargo, las circunstancias que llevaron al presidente Woodrow Wilson -un enemigo implacable del dictador mexicano- a emplear la fuerza fueron burdamente manipuladas para volver a presentar a Estados Unidos como el agredido y a Mexico como el agresor. En efecto, el 8 de abril de 1914, y mientras las tropas revolucionarias atacaban a las gubernamentales en Tampico, un pequeno grupo de marinos del buque de guerra norteamericano "Dolphin" desembarcaron en plena zona de combate para adquirir combustible de un comerciante aleman. Un oficial huertista los detuvo por menos de una hora debido a que se habian presentado sin autorizacion "en un lugar sujeto a la autoridad militar". La detencion ocasiono que el vicealmirante Henry T. Mayo exigiera al gobierno mexicano un desagravio por haber violado "territorio norteamericano" -a dos de los tripulantes se les habia sacado de la lancha en que habian llegado y que tenia la bandera norteamericana- y por haber conducido a los marinos por el centro de Tampico como prisioneros. El desagravio de tamano "insulto publico y notorio" a Estados Unidos debia ser un saludo de 21 canonazos a la bandera norteamericana. El jefe de Estado Mayor, general Leonard Wood, y el secretario de Marina, Josephus Daniels, consideraron en privado que el incidente no justificaba la demanda ni menos una intervencion (Berta Ulloa, La revolucion intervenida, 1997, p. 254). Sin embargo, y mientras se negociaba por la via diplomatica, el presidente norteamericano decidio actuar aunque no en el sitio del "insulto" ni sobre los que "insultaron" a la armada, sino en Veracruz, pues ahi iba a descargar armas para Huerta el buque aleman "Ypiranga". Al final Huerta cayo (julio de 1914) y los norteamericanos entregaron el puerto a los carrancistas sin exigir ya el saludo mexicano a la bandera "insultada". Acabado Huerta, Washington simplemente se olvido del "affair of honor" porque nunca fue la verdadera razon de sus acciones.

La razon profunda

Estados Unidos nunca colonizo a una sociedad islamica como lo hicieron los europeos, pero desde que en junio de 1932 se descubrieron los grandes yacimientos petroleros de la Peninsula Arabiga, el gobierno y las empresas norteamericanas -la Aramco, en concreto- se interesaron enormemente en esa region y desde entonces se han visto envueltos sistematicamente en sus asuntos.

Las dos fuerzas que moldearon a Arabia Saudita en el siglo XX y que siguen siendo las determinantes de su destino, son el petroleo y la religion. En efecto, es en ese enorme desierto donde se localizan los sitios sagrados del Islam -la Meca y Medina- asi como la cuarta parte de todas las reservas mundiales de petroleo. Estados Unidos, por su parte, consume justamente un cuarto de todo el petroleo que hoy sirve de fuente de energia al mundo, de ahi su interes por todo lo que sucede en la Arabia Saudita y el de los gobernantes sauditas por mantener el apoyo norteamericano. Sin embargo, es justamente en esa interseccion entre petroleo, religion y politica en el mundo arabe, donde esta el origen de la crisis que estallo el 11 de septiembre en el sistema internacional.

La casa reinante y la oligarquia saudita en general, inmensamente rica gracias a la renta petrolera, esta cada vez mas distanciada de su sociedad y del resto del mundo arabe e islamico, donde su unica legitimidad es la que proviene de su papel como protectora de la fe islamica y de los sitios sagrados. La alianza saudita con Estados Unidos es un seguro de los gobernantes contra sus enemigos internos y externos, y su funcionamiento quedo bien demostrado con la derrota de Iraq y Saddam Hussein, el invasor de Kuwait, a manos del Ejercito norteamericano en la Guerra del Golfo (enero-febrero de 1991). Sin embargo, la continua accion norteamericana -bombardeos y embargo- contra un pais islamico -Iraq- al que poco antes Washington habia apoyado en su cruenta guerra contra el regimen de los clerigos de Iran (1980-1989) y, sobre todo, la presencia de tropas norteamericanas en la Peninsula Arabiga, resultaron ser un acelerador del descontento de los fundamentalistas arabes e islamicos. Algunos de estos fundamentalistas, al llevar a cabo acciones terroristas contra intereses norteamericanos en el extranjero primero y en los propios Estados Unidos despues, buscan crear una situacion imposible para los gobernantes sauditas: si estos apoyan a Estados Unidos contra los musulmanes radicales, pierden su legitimidad religiosa, pero si el gobierno saudi toma distancia de Washington en los momentos de recomposicion de todo el tablero internacional, entonces pierden su seguro historico contra el embate de sus enemigos externos e internos.

El mal es movible

No deja de ser ironico que en la actual definicion norteamericana, la personificacion del mal sea justamente un oligarca saudita, Osama bin Laden, a quien no hace mucho Estados Unidos auxilio por considerarlo un "luchador de la libertad" en el Afganistan de los anos ochenta del siglo pasado, donde los mujahidin que hoy son blanco de los bombarderos de Estados Unidos, combatian con gran exito a aquellos que entonces encarnaban el mal segun Washington: los sovieticos. Resulta igualmente ironico que un personaje siniestro y brutal como Saddam Hussein, durante un buen tiempo recibiera apoyo norteamericano en la lucha contra el regimen de clerigos de Iran, al que pretendia destruir para impedir que expandiera su vision politico-religiosa a Iraq y de paso despojarlo de la region petrolera de Juzistan. Y las ironias pueden seguir, los ayatolas de Iran ganaron y consolidaron su poder porque supieron convertir al antiamericanismo en una gran fuerza politica, y eso fue posible por el resentimiento que desperto el apoyo que por un buen tiempo Estados Unidos dio al Sha de Iran, Muhammad Reza Pahlevi, quien, a su vez, habia legitimado un golpe patrocinado en 1953 por el gobierno norteamericano de Dwight Eisenhower contra su primer ministro, Muhammad Mossadegh, que se habia atrevido a nacionalizar el petroleo de la Anglo-Iranian Oil Co. Por un tiempo el Sha y los intereses petroleros norteamericanos y britanicos prosperaron juntos, pero justamente por ello fue que en la base de la sociedad irani se desarrollo el sentimiento antiamericano que termino por fortalecer a un fundamentalismo que ahora Washington busca desactivar en Afganistan y en otras partes. Y la cadena de acontecimientos que han desembocado en el brutal y complicado conflicto actual entre radicales islamicos y Estados Unidos puede seguir, siempre con el petroleo como parte de sus eslabones.

En suma

Ningun agravio justifica los actos del pasado septiembre en Nueva York y Washington, y es comprensible que los gobiernos quieran poner un alto drastico al terrorismo, un elemento particularmente desestabilizador del sistema internacional. Sin embargo, para entender la ferocidad y brutalidad de ciertos grupos de radicales islamicos y, sobre todo, para resolver el problema de fondo, debe asumirse una perspectiva realista. Mexico debe actuar con los ojos bien abiertos y en el marco de su propia historia. Debe comprometerse, pero consciente de que lo hace en un drama donde el choque no es entre el bien y el mal sino entre un mal menor -la conocida imposicion de los intereses de las grandes potencias sobre el resto- y uno extremo: el terrorismo masivo e indiscriminado.

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