Jalea de mango, vacío de poder y la papisa Juana

Vladimir Acosta

Escritor, profesor universitario
Caracas, 25 de mayo de 2002

1. Tres hombres están sentados a la mesa, cuchara en mano, comiendo con voracidad del mismo plato. Uno de ellos es un empresario, el otro un militar, el tercero un cura. Todos de alto rango. En el plato del que los tres comen hay una sustancia de consistencia semisólida, y de un sospechoso color que oscila entre amarillo y marrón claro.

Algunas moscas revolotean en torno al selecto grupo. La mayoría del país se acerca a ver lo que ocurre, y a poco se retira con disgusto del lugar exclamando: -¡Es mierda! ¡Están comiendo mierda! Pero la oposición, que es la que les ha entregado a los tres comensales el plato con su nauseabundo contenido, lo niega en forma rotunda: -¡No, no es mierda! ¡Es jalea de mango! Y traen de inmediato a los canales de televisión, vendedores como son de ambos productos, sobre todo del primero, para demostrarlo.

Como es de suponer, se genera una tensa discusión entre la mayoría del país y la oposición, tan tensa que deciden llevar el asunto a la Asamblea Nacional para que esta decida, nombrando al respecto una comisión y abriendo un proceso de interpelaciones. Se interroga así a la mayor parte de los comensales y proveedores, y también a testigos de uno y otro bando. De nada vale que el plato, con algunos restos, llevado a la Asamblea como parte de la investigación, apeste, y que las moscas se peleen par posarse en el haciendo difícil examinar su contenido. Las posiciones son opuestas y a veces se las expone en forma violenta. A ratos no se oye en la Asamblea otra cosa que: -¡Mierda! ¡Jalea de mango!, -¡Mierda! ¡Jalea de mango!, -¡Mierda! ¡Jalea de mango! En ocasiones el tono baja un poco, y en esos casos la oposición, aunque admite el mal olor del contenido del plato, argumenta que todo se pudre, que con los días transcurridos, hasta la mejor jalea de mango termina oliendo a mierda, o termina en mierda. Pero las interpelaciones se prolongan como un largo dialogo de sordos: -¡Mierda! ¡Jalea de mango!, -¡Mierda! ¡Jalea de mango!, -¡Mierda! ¡Jalea de mango! Al fin la Comisión debe decidir acerca del fulano contenido del plato que comían el empresario, el militar y el cura, el plato que les vendió la oposición. Por mayoría se decide que el contenido era mierda, o que parecía más mierda que jalea de mango.

Pero la oposición no da su brazo a torcer, e insiste en la tesis de la jalea de mango. Y así lo proclaman los canales de televisión, salvo el del Estado. Match nulo, no hay acuerdo, las moscas no hablan, no pueden declarar. Por suerte, la decisión mayoritaria de la Asamblea Nacional es que no era jalea de mango, porque en un país como el nuestro, lleno no sólo de conspiradores, de golpistas involucrados en golpes que -como los amores prohibidos de antes- no se atreven a decir su nombre, sino también lleno de empresarios y comerciantes inescrupulosos, estos, de haberse producido una decisión contraria, habrían comenzado de inmediato a enlatar contenidos equivalentes al del plato de los tres amigos y a obligarnos a consumirlo como exquisita jalea de mango, de puro mango criollo.

2.- Un presidente es elegido en forma democrática en unas elecciones impecables en las que obtiene una mayoría rotunda. Se aprueba una nueva Constitución por amplia mayoría, y también por amplia mayoría se ratifica en un referéndum popular esa Constitución. Se hacen nuevas elecciones regidas por la Constitución recientemente aprobada, y el presidente vuelve a ganarlas por amplia mayoría. El presidente tiene un apoyo popular indiscutible. Pero a la oposición no le gusta.

Primero dice que la causa es su lenguaje, el mismo que a la mayoría del pueblo si le gusta. A la oposición en cambio le parece vulgar, chusmoso, demasiado franco,demasiado directo, a veces agresivo (agresivo contra ellos, por supuesto, porque les dice verdades que nadie les había dicho antes desde la presidencia, ya que esta siempre estuvo hasta entonces en sus mafias).

Pronto queda claro que el lenguaje no es la verdadera causa. Basta con recordar algunas frases inolvidables de presidentes anteriores: "Vamos a echarle pichón", "Ni esto ni lo otro sino todo lo contrario", "Eso sería un autosuicidio", "A mí no me vas tú a joder", y otras. No, la verdadera causa es que el presidente y quienes lo apoyan, que son la mayoría del país, quieren cambiar un poco las relaciones de poder a favor de los sectores populares y afectando los intereses de las minorías que siempre han considerado el país como su propiedad exclusiva.

El presidente habla mucho, en realidad no hace gran cosa, habla a cada momento de revolución cuando lo único que intenta es mejorar las condiciones de vida de las mayorías populares dentro de un marco participativo de legalidad capitalista y democrática. Pero la oposición no lo soporta, siente nauseas de solo verla y oírlo, lo ataca con todos los medios a su alcance; y en un país que no es precisamente escandinavo lo acusa del feo delito de tener la piel obscura. Y a las masas que lo siguen de ser una despreciable chusma. La misma chusma que votó durante décadas por ellos pero que entonces no era chusma. Por su parte, el presidente, que se cree invencible como Superman en momentos de escasez de kriptonita, los ayuda, peleándose al mismo tiempo contra todos ellos: prensa, radio, televisión, iglesia, empresarios, clase media, sindicalistas corruptos, partidos políticos opositores (y hasta partidos amigos). Se pone en marcha una conspiración para sacarlo del poder en la que todos esos grupos participan y en la que tienen papel importante militares retirados y activos descontentos, los primeros en forma pública, los segundos de modo solapado. Los conspiradores van a los Estados Unidos a buscar apoyo, financiamiento, y sobre todo un espaldarazo. No sólo porque en todas las conspiraciones para derrocar gobiernos democráticos latinoamericanos han participado siempre los Estados Unidos sino porque el presidente de los Estados Unidos, que por cierto no obtuvo el poder en unas elecciones limpias sino gracias a una fraudulenta maniobra electoral de todos conocida, es de los que tampoco lo soporta. No sólo por su amistad con Fidel Castro, por su lenguaje critico hacia la globalización transnacional y por sus llamados a una sociedad más justa y participativa sino sobre todo porque ha contribuido a reanimar la OPEP y a llevar el precio del barril de petróleo de siete a veinte dólares, algo realmente intolerable.

Los conspiradores de la oposición reciben apoyo, dólares, y asesoramiento técnico. Junto con la faja de billetes verdes, la CIA les regala un viejo pero imperecedero manual conspirativo para tumbar gobiernos democráticos incómodos, el mismo que usó en 1973 para derrocar y matar a Salvador Allende en Chile con apoyo de Nixon y de Kissinger, poseedor por cierto este ultimo de un Premio Nóbel de la Paz que debe apestar a jalea de mango, de esa que regala la oposición, y que el ex Secretario de Estado gringo debería compartir con su socio Pinochet, o con Sharon, su otro gran amigo, tan pacifista como él. Pero, volviendo a la oposición, se les dice que no es prudente apoyarlos en forma abierta porque los Estados Unido son ante el mundo los adalides de la democracia y deben guardar las pariencias, que deben por tanto correr riesgos y sobre todo tener mucho cuidado con las formas. La oposición organiza el golpe, con apoyo de masas, de sindicatos, de clase media, y de la rancia oligarquía, que en aras de sacar del poder al odiado presidente no vacila en abrazar a algunos sindicalistas de piel obscura, incluso negros, y a varios pistoleros arrepentidos provenientes de la ultraizquierda, (arrepentidos por supuesto no de ser pistoleros, pues lo siguen siendo, sino de haber sido alguna vez de la ultraizquierda). Se prepara el golpe. Se acusa de todo, sobre todo de dictador, al presidente. Se lo compara con Hitler, con Mussolini, con Stalin, con el Monstruo de la Laguna Negra. Y si no se lo compara con Pol Pot es porque la cultura de la oposición no da para tanto, pues confrontados con ese extraño nombre oriental los mayameros del Este de Caracas no pensarían que se trata de un dictador camboyano sino de algún raro producto gringo, de una marmita que lleva una vara (Pole pot), 0 en todo caso de un suculento plato chino que se acompaña con lumpias. El presidente, además de ser casi negro, es un loco, un tirano. Y así se lo proclama en los medios de comunicación, nacionales y extranjeros. CNN colabora. También esa inefable organización llamada SIP, que es puro concentrado de jalea de mango.

Todo empieza a marchar. Pero hay un pequeño problema. Las denuncias de la oposición no se hacen en hojitas clandestinas que algunos reparten a riesgo de sus vidas. Se hacen por la televisión, la radio, la prensa. 0 en manifestaciones de calle. Nadie es reprimido, ni siquiera los que hablan de matar al presidente. Hay todo tipo de protestas callejeras, pero no hay un solo preso, no hay un solo muerto. Extraña dictadura, que da plena libertad a los que llaman a derribarla, a los que reclaman un golpe de Estado, y que no tiene presos ni muertos.

A la oposición conspiradora sólo le faltó publicar un aviso de prensa: "Se necesita un muerto". 0 varios muertos. De oposición. 0 de lo que sea, total los muertos no hablan. Para así poder acusar al gobierno. Para poder derrocarlo, para poder hacer actuar a los militares, algunos de los cuales conspiraban, pero a los que hasta entonces nada parecía haber conmovido, ni siquiera el envío de pantaletas.

Los medios de comunicación llaman a salir del presidente. Se produce un paro patronal conspirativo apoyado par el sindicalismo opositor, y luego una marcha, una gran marcha sin duda, unos centenares de miles (aunque algunos dirigentes de esa oposición han llegado a hablar de varios millones, como si estuviéramos en China y la marcha la hubiera organizado el partido comunista de ese país). La marcha es radical en su odio al presidente. Pacifica, sí, pero con muchos policías bien armados vestidos de civil y sobre todo con una mayoría de participantes dispuestos a morder o escupir a todo el que no pareciera de la jai. 0 a todo el que, teniendo cara de chusma, no esgrimiera al menos una pancarta radical contra el presidente (porque la tragedia de esa clase media es que buena parte de sus miembros no puede ocultar tras sus ostentosos signos de estatus, las caras de chusma con que los castigó la naturaleza, es decir, los pecados de sus antepasados, amantes adulterinos de bellas negras y mulatas). Los conspiradores y golpistas no pueden dejar pasar esa oportunidad y lanzan la marcha contra el palacio presidencial, sabiendo que alrededor del mismo hay una multitud que apoya al presidente. Al fin se logran los muertos.

Pero algo sale mal. Casi todos son de los que apoyan al presidente. Se denuncia de lado y lado la presencia de francotiradores pues la mayor parte de los muertos tiene tiros en la cabeza y en el cuello y muchos testigos denuncian haber visto a los francotiradores disparando desde balcones o azoteas. La oposición acusa al gobierno, por supuesto. Pero algo sigue oliendo mal, como a jalea de mango. Dos francotiradores capturados y linchados por las gentes que apoyaban al presidente resultaron ser un norteamericano y un salvadoreño que difícilmente podían haber sido partidarios del gobierno.

Si los otros francotiradores lo eran, entonces o entraron en un furor suicida o se voltearon a última hora porque lo cierto es que se dedicaron a matar a los partidarios del presidente y no a los de la oposición. Policías de las alcaldías controladas por la oposición fueron vistas disparando con armas largas y usando extraños guantes quirúrgicos, supuestamente para atender heridos (los heridos o muertos a los que previamente les disparaban?). En fin, nada grave, para resolver esas pequeñas contradicciones esta la televisión. Basta que algo aparezca en ella para que sea verdad. Basta que algo no aparezca en ella para que deje de existir o no haya existido nunca.

Además, ahora sobran los videos caseros o de aficionados. Las gentes de hoy, sobre todo los de clase media y clase media alta, no sólo creen todo los que les dice la televisión (de hecho casi no leen) sino que no se desplazan nunca sin una video cámaras y graban todo, desde el bautizo del niño y la fiesta de cumpleaños hasta al fino perro de la casa sacándose a diente limpio las pulgas que le pegó la sucia criada chavista que les cocina. A ellas, no al perro. Hay, pues, videos por doquier. De modo que un video es suficiente. Por supuesto, después de un buen montaje seleccionador. Aparece de inmediato el ansiado video. Un grupo de partidarios del presidente es filmado disparando contra adversarios invisibles y protegiéndose de sus también invisibles disparos. Pero se dirá que disparan contra una multitud inerme, contra la marcha de la oposición. Se lo presenta hasta el cansancio descartando toda otra imagen que no concuerde con el mismo, lo que sucede con muchos otros videos, como el que muestra a policías metropolitanos armados en azoteas del centro de la ciudad o disparando con fusiles M-16 desde tanquetas. Y sobre todo se lo envía pronto al exterior, a todo el mundo.

Que el mundo lo sepa: el gobierno del presidente es un gobierno asesino, el presidente se manchó las manos de sangre. De sangre del pueblo. Los militares reaccionan indignados.

Unos, los que no estaban conspirando, porque se tragan el video (no les costó mucho, hacia tiempo estaban dispuestos a tragarse cualquier cosa); otros, los que si estaban conspirando porque su deslealtad a la democracia es enorme, es del tamaño de su hipocresía. Aunque de hecho empezó a operar desde la mañana, desde antes de que se produjeran el choque y los muertos, el ansiado golpe se produce esa noche, el presidente, amenazado, es obligado a entregarse a los golpistas y se traslada a negociar su rendición al Fuerte militar en que se halla la Comandancia de la Fuerza Armada y en el que se concentran los conspiradores rodeados de todo tipo de aventureros, busca puestos y chupamedias, de los vendedores y consumidores de jalea de mango, que nunca faltan en esas tristes ocasiones, desde políticos renegados de la vieja izquierda hasta payasos y cómicos de televisión, pasando por empresarios, sindicalistas, universitarios, comentaristas, dueños de diarios y televisoras, grupos fascistas, altos miembros de la jerarquía eclesiástica, unidos todos en la misma sed de poder, de negocios, de intolerancia, de desprecio al pueblo, de odio, de retaliación y de venganza. Y aquí aparece el segundo asunto: el vacío de poder, teniendo como fondo, a la manera de las óperas wagnerianas, su tema musical propio, que en este caso no es otro que el de nuestra vieja conocida la jalea de mango. Porque así como por obra de la oposición la mierda se convirtió en jalea de mango, así el golpe de Estado tuvo que convertirse, también por obra suya, en vacío de poder. El problema que la oposición golpista tenía que resolver y que no estaba en el manual de la CIA, el que sirvió para tumbar a Allende, se reducía a responder esta pregunta: ¿Cómo dar un golpe de Estado que no parezca golpe de Estado para que los Estados Unidos y la OEA puedan apoyarlo sin quedar ante el mundo como los hipócritas que son? La respuesta era sencilla: convertir el golpe de Estado en vacío de poder. Pero resolver el asunto en la práctica no resultaba tan fácil. Hay tres formas de crear un vacío de poder: declarar loco al presidente, matarlo, o forzarlo en forma más o menos elegante a renunciar. Al presidente habían tratado desde meses antes de declararlo loco, pero la oposición no tuvo éxito. También se habló de matarlo, se lo planteó incluso en la prensa, pero o no fueron capaces de organizar bien el crimen (aunque el primer muerto del día del golpe fue obra de un francotirador que disparó contra la tribuna presidencial elevada ante el palacio de gobierno) 0 no tuvieron suficiente valor para hacerlo, quizá porque tuvieron presentes las imágenes -del bogotazo de 1948 cuando la derecha colombiana asesinó a Gaitan sumiendo al país en una guerra civil de la que aun no ha salido, o las del mismo caracazo de 1989, que se quedarían cortas comparadas con lo que ocurriría en el país si se asesinara al presidente. Una vez dado el golpe, la vía más sencilla, la que quedaba, era la del vacío del poder. De todos modos había un problema: había que crear primero el vacío de poder para luego aprovecharse de el, esto es, había que hacer renunciar al presidente (y por su intermedio al vicepresidente, al gabinete, al presidente de la Asamblea Nacional, a todo el mundo). Y una vez el país sin presidente, era posible llenar rápido el vacío, poniendo en la silla presidencial a un empresario, el cual estaba por cierto allí, esperando, con su plato de jalea de mango y su cuchara. Sencillo: algo así como abrir a golpes la puerta de un banco y luego entrar a robar diciendo que 'el banco estaba abierto'. Y de paso asumir la dirección del banco. El problema es que el presidente, aunque preso en manos de los golpistas, no parecía dispuesto a renunciar. Y entonces, mientras los asaltantes civiles y militares ya empezaban a repartirse cargos y prebendas, registrando de paso los muebles a ver que cosas de valor podían hallar en ellos, un grupo malencarado y armado se encierra con el presidente dispuesto a crear el vacío de poder, a arrancarle a la fuerza la renuncia. Cosa insólita, acompaña y asesora al grupo un alto jerarca de la Iglesia, un cardenal. La cosa tarda; y mientras tanto, en el gran salón, lleno de arribistas, aventureros y asaltantes, pasa de todo. Hay desde damas de la jai hasta choros con franelas de escuálidos que les sirven de pasaporte para meter la mano donde quieran. Ante cualquier mirada inquisitiva les basta con responder: -¡Muera Chavez! o ¡Ni un paso atrás!, para que nadie pregunte nada y deje hacer. Un individuo cuya cabeza recuerda la del Humpty Dumpty de "Alicia en el país de las maravillas" entra al gran salón. Tiene las manos manchadas de negro. No, no es jalea de mango, ni de la real ni de la otra, mas bien parece petróleo. Lo acompañan varios pistoleros de esos que cuando se proclamaban de izquierda decían luchar por la dictadura del proletariado pero que ahora refieren la de la burguesía, cambiando así a Lenin por Carmona. Un demócrata cristiano con cara de santurrón de otro siglo entra en escena. Celulares en mano, le siguen unos jóvenes con pinta de fascistas que vienen a buscar sus ministerios. Un ex militar se pone un uniforme con más estrellas que las que le corresponden. EI embajador de los Estados Unidos también entra. Con cara de Judas viene a preguntar que pasa, como si el no supiera. En la sala en que se espera la renuncia una encopetada dama se preocupa de la tardanza. Incitado por ella, su marido, un rico industrial, toca a la puerta, la entreabre y pregunta lo que pasa. De adentro le responden: -¡Tranquilo, ya casi renuncia! ¡Le vamos a apretar los cojones con un alicate! Y como el industrial tiene cara de ser del Opus Dei, la voz añade: -¡Dios esta con nosotros, lo ha dicho el cardenal!.

La puerta se cierra y se oyen sordos quejidos de dolor. La maquina de producir vacío de poder, la maquina prensa cojones, parece estar en marcha. pero la dama encopetada se inquieta: -¡Dios mío! ¡Que horror! Le aprietan los testículos. ¡ Y el cardenal también participa! El marido trata de consolarla: -¡No, mi vida, el cardenal se limita a bendecir el alicate! ¡Y además esta allí para confesarlo, aunque yo creo que ese desgraciado no tiene salvación, que si muere va directo al infierno! La dama se santigua, no entiende bien a quien se refiere su marido, si al presidente o al cardenal, y en la duda le pide que la acompañe a buscar un whisky para animarse mientras esperan. La televisión tiene prisa. Urge tener la renuncia y difundirla al mundo entero. Pero a pesar del alicate y de la cristiana colaboración del cardenal no se produce la renuncia. Uno de los militares sale entonces y dice a los medios que no importa, que lancen la información, que digan que el presidente ha renunciado y que ante el vacío de poder los militares han actuado. Ni cortos ni perezosos los medios lanzan el mensaje. Los presentes, que creen todo lo que la televisión les dice, celebran de inmedíato la noticia. El golpe triunfa: hay nuevo presidente: un empresario; hay nuevo gabinete: miembros del Opus Dei, de la democracia cristiana y de un grupito neofacista que se ha ganado bien el derecho a tener sus ministros; todos los poderes son disueltos, la dictadura del empresario es total y hasta el nombre del país es cambiado de un plumazo. Aplausos y whisky por doquier. Alguien patea el retrato de Bolívar porque lo asocia con el presidente. Alegría total. La consigna es meter mano, hacer negocios. El Wall Street Journal no ha tenido empacho en proclamarlo ese mismo día: "A medrar con la transición", titula; y de medrar se trata. La televisión sigue en su sucia labor de vender mierda como jalea de mango y pasa todo el día repitiendo que el presidente renunció. Pero la cosa se complica. La maquina de crear vacío de poder fracasa, de nada sirven el alicate y el cardenal, pues no hay renuncia. La gente, el pueblo, que ha aprendido a ver televisión, que ha descubierto en carne propia que la televisión es una fabrica de embustes y manipulaciones, que lo que vende es mierda diciendo que es jalea de mango, no cree nada de lo que se le dice, siente que todo es mentira y pide ver la renuncia, renuncia que nadie puede mostrar porque jamás la hubo. A poco empieza a saberse, por carta del propio presidente, sacada a escondidas de su lugar de encierro, que nunca se produjo tal renuncia. Los militares constitucionalistas no aceptan el golpe de Estado ni la dictadura fascista que se inicia. El pueblo se echa a la calle y empieza a llenar la ciudad, con una marcha espontánea, gigantesca, que es la suma de muchas marchas que acuden de todas partes, que es la marcha mas grande que se haya hecho en el país. Sólo que esta marcha no existe, no existió, porque, hecho insólito, la televisión no sólo no informó acerca de ella sino que se negó a informar lo que pasaba ese día ya que lo que estaba pasando iba en contra de su proyecto golpista y los medio de comunicación extranjeros si salieron a informar. Las masas, las mayorías, las 'turbas', salieron a las calles de todo el país a reclamar el regreso del presidente y a condenar el golpe, golpe que ya habían apoyado los Estados Unidos, buena parte de la OEA, su ministerio de colonias, empezando por el gobierno colombiano, y los neo franquistas españoles del gobernante Partido Popular. Los otros se hacían los locos y pedían prontas elecciones para que todo volviera a la normalidad, esto es, a las falsas democracias que son las que gustan.

De nada sirvieron esa cabronadas, los golpistas no alcanzaron a permanecer dos días en el poder. El pueblo y los militares constitucionalistas restablecieron la democracia. De la consigna "A medrar" (es decir, a robar, a repartirse el país y a regalarlo, a privatizar PDVSA, a volver a poner el petróleo en siete dólares) la oposición golpista pasó pronto a una nueva consigna un tanto mas urgente y bastante mas precisa: "A correr, a pegar uno tras otro los talones contra el culo". Ante la amenaza de que llegaran los militares constitucionalistas y sobre todo el temido y odiado pueblo, los golpistas, civiles y militares, huyeran a toda prisa del palacio que habían asaltado dos días antes. Algunos tuvieron tiempo de echar una ultima 'medradita' mientras corrían, metiendo mano a las cosas de valor que aun quedaban. Se robaron cuadros, dinero, las llaves del acta del 19 de abril, hasta engrapadoras y resmas de papel. En su desastrosa fuga en cambio dejaron todo, vasos, botellas vacías de buen whisky, papeles y documentos de todo tipo: borradores de gabinetes ministeriales, agendas, celulares, zapatos, proyectos de nuevas decretos, textos de comunicados a emitir, felicitaciones serviles recibidas de todo tipo de chupamedias. Y sobre todo un gigantesco y pestilente reguero de jalea de mango.

3. Así pues, no hubo golpe de Estado sino 'vacío de poder'. Estos conspiradores y golpistas, tanto civiles como militares, son tan hipócritas y tan poco serios, que ninguno de ellos se atreve a reconocer con valor su participación en el golpe, sea con la justificación que sea. No, no lo reconocen. Se trata de negar el golpe, de decir, todos a una, que lo que hubo fue un vacío de poder y que ellos corrieron a llenarlo. La mierda disfrazada de jalea de mango. El empresario Carmona habría sido entonces efímero presidente sólo porque pasó en ese momento de vacío cerca del palacio presidencial o cerca de la sede del Ministerio de Defensa. Así, secuestrar al presidente, encerrarlo, amenazarlo, tratar por todos los medios de forzarlo a renunciar y hasta inventar de la manera mas irresponsable que había renunciado y difundirlo par los medios, para asaltar el poder, desconocer la Constitución y las leyes y montar un gobierno como el que montaron, suerte de combinación caricaturesca de Cantinflas, Al Capone y Pinochet, no es golpe de Estado sino mero aprovechamiento de un momentáneo vacío de poder. De acuerdo a esta peregrina teoría, el presidente no podría nunca levantarse de la silla, ni siquiera para orinar.

Y aquí entra la papisa Juana. Sí, una vieja y discutida leyenda Tardo medieval, muy popular en siglos modernos, leyenda en la que hoy nadie cree, nos habla de la papisa Juana. En la Roma de mediados del siglo IX una mujer que se hacía pasar por hombre habría logrado primero destacar como monje y luego como teólogo, haciéndose famosa (es decir, famoso) por su sobriedad, su castidad y su sabiduría.

Esa fama le dio acceso a la corte papal, entonces en Letran, e hizo que se la eligiera papa, habiendo sido así la única mujer en sentarse en la silla de San Pedro. La mayor parte de los estudiosos trata de identificarla injustamente con el papa Juan VIII, que gobernó entre 872 y 882, pero otros llegaron a pensar que la elección de la papisa tuvo lugar antes, en 855, y que fue Benedicto III el nombre que habría adoptado el papa mujer. Pero ¿A que viene todo esto? ¿qué tiene que ver esto con golpes de Estado y vacíos de poder? Pues si, tiene que ver y bastante, por el asunto de la silla. La leyenda dice que la mujer papa se enamoró de un clérigo o de un embajador y que del 'golpe' salió en estado. Logró ocultar su preñez por varios meses, pero al cabo, en medio de una procesión, le vinieron los dolores de parto, y ante la mirada de los atónitos asistentes el papa dio a luz un niño. Los indignados cardenales y prelados, cuya misoginia no ha cambiado con los siglos, le dieron muerte in situ lo mismo que al inocente niño. Y entonces la leyenda nos habla de la silla. Se afirma que a partir de entonces y a lo largo de varios siglos, hasta el Renacimiento por lo menos, la elección de nuevo papa debió someterse a un ritual estricto para evitar que otra mujer lograra hacerse pasar por hombre y ser elegida papa. Desde entonces, antes de ser electo, cada nuevo papa debió sentarse vestido, pero sin ropa interior, en una silla elevada, dotada de un gran agujero en el centro del asiento, y desplegando sus vestiduras, de modo que los presentes no pudieran ver sus partes intimas, pero haciendo que estas quedasen desnudas en contacto con el asiento. Entonces uno de los cardenales debía colocarse al lado de la silla, meter las manos por debajo del asiento y acercarlas al agujero de la parte central. La condición para ser electo papa era que del agujero central del asiento colgara un par de cojones, no importa si viejos y arrugados, pero cojones al fin. Así se demostraba que el elegido era hombre, no mujer.

De esta manera, antes de gritar ante todos: -Habemus papa, esto es, Tenemos papa, el cardenal exclamaba: -Ha coleoni, vale decir, Tiene cojones.

La famosa silla, un asiento de pórfido, que algunos viejos cronistas de fines del medioevo aseguran haber visto, era llamada Sedía estercorarum , silla del estiercol (quizá porque el gran agujero también permitía expulsar jalea de mango). He traído a cuento la historia de la silla papal a propósito del asunto del vacío de poder porque estimo que el presidente debería, el también, mandarse hacer una silla presidencial especial. No, por supuesto, una Sedía estercorarum, una silla agujereada, pues ha quedado claro que tiene cojones, y que, aunque fue presionado, jamás renunció.

Lo que se necesita en el palacio presidencial es una silla atornillable, una Sedía tornicularum o algo parecido, una silla a prueba de vacíos de poder. Porque la próxima idea que podría ocurrírsele a nuestros golpistas sería aprovechar algún momento en que el presidente se meta por un instante en el vacío para entrar corriendo a palacio, decir que la silla está libre, que se ha producido un nuevo vacío de poder, y sentar en ella al primer empresario fascista que pase por la cercanías.