Factores de poder

Patricia Poleo
Publicacion de El Nuevo Pais
04-17-2002 02:12 PM

¿Qué pasó? ¿Por qué la rebelión popular parece disuelta en agua de borrajas? La pregunta en los labios de todos es de tan difícil respuesta, que muchos llegan a pensar que Carmona fue instrumento de un auto-golpe en el cual Chávez busca consolidarse. Esta fantasía pudiera parecer sorprendente, pero la realidad es más sorprendente aún. Estamos frente a uno de los capítulos más disparatados en la historia de nuestro país. Uno de esos sucesos en los cuales la realidad supera a la imaginación.

Para nadie era un secreto que en los últimos meses en el país se vivía en inaguantable clima de tensión. Se buscaban salidas a un régimen conflictivo que en opinión de expertos estaba arruinando al país. Un millón de desempleados nuevos, endeudamiento galopante con óptimos precios petroleros, alza inmoderada el costo de la vida.

No había conspiración, pues los cuestionamientos se hicieron de manera abierta. En las últimas semanas todo el mundo hablaba de cuál era la mejor manera de salir de Chávez.

Cada día las reuniones entre los distintos sectores de la oposición eran más frecuentes. Los más concurridos fueron monitoreados por la Disip y de ellas hablaba en forma indirecta el presidente Chávez en sus cadenas. El círculo se fue estrechando y las reuniones decisivas se realizaron entre Carlos Ortega (CTV), Pedro Carmona Estanga (Fedecámaras) y militares que, utilizando la brecha de los militares que se habían pronunciado por Chávez, a su vez se habían manifestado contra el régimen.

La idea del golpe fue desechada desde el primer momento. Se hablaba de "hacer entrar a Chávez en razón" y obligarlo a renunciar. Pero la sociedad civil debía hacer dos cosas. La primera demostrar que había consenso entre los diferentes sectores, y la segunda, probar que la opinión de la mayoría era que Hugo Chávez dejara la presidencia. De esta manera se ejercería el derecho a la rebelión popular establecido en el artículo 350 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

El acto en La Esmeralda, donde todos los sectores presentaron su proposición, mostró que sí había consenso entre todos los sectores civiles de la sociedad venezolana. Después vino la discusión para garantizar la Huelga General tras la cual se pediría la renuncia del Presidente Chávez.

Para la huelga general, Carlos Ortega, era la pieza fundamental. Desde el 10 de diciembre del 2001, cuando se realizó el paro nacional de 24 horas, el líder de la CTV, recibía presiones de todo tipo para llamar a la huelga general, pero Ortega alegó que las condiciones no estaban dadas, pues había que llenar algunos requisitos en cuanto a los lapsos de conflictos laborales.

Un joven de 32 años, Isaac Pérez R, acaudalado heredero de Isaac Pérez Alfonso, interviene aquí como vocero de enlace de los militares que se querían alzar. Fue él quien financió la mayoría de los manifiestos y quien cancelaba los honorarios de los abogados defensores de los militares declarantes. Tenía un grupo de estos militares bajo su control, además de subordinar al presidente de Fedecámaras, Pedro Carmona Estanga, su empleado en Venoco, la empresa petrolera donde los Pérez R. son accionistas determinantes.

A esta dupleta militares-empresarios le faltaba el componente laboral, por lo que buscaron la vía para llegarle a Ortega. Concertaron varias reuniones e instaron a Ortega a ejecutar la Huelga General para darle paso al apoyo de militares. El presidente de la CTV siempre se mantuvo reacio. En privado expresaba que querían usarlo para un acto irresponsable, inconstitucional, que daría paso a una dictadura de derecha.

En todas las reuniones se habló de que la junta que debía asumir la transición debería contar con el componente empresarial, el laboral y el militar. Ortega se portó como el defensor de todos los partidos políticos, incluyendo al MVR, que ante una eventual caída de Chávez debían formar parte de un consejo consultivo, en el que debería tomarse en cuenta a la sociedad civil, la iglesia, los medios de comunicación y las ONG.

En una de las últimas reuniones, en casa de Pérez Recao que se sostuvieron antes de la huelga general, Pedro Carmona dictó una cátedra sobre las responsabilidades que todos tenían con el país. Preocupado porque no se cometieran ilegalidades, Carlos Ortega expuso sus puntos y el de sus trabajadores, insistiendo en el respeto a la Constitución, y acordaron reunirse de emergencia en un máximo de dos días para presentar las listas de las personas civiles, que llevarían la transición después de la renuncia de Hugo Chávez.

El enfoque de Isaac Pérez nunca fue de total agrado de Carlos Ortega, quien dejó esto claro, en esa reunión, cuando se dirigió al joven para decirle: "Tú me vas a disculpar, esta es tu casa y si quieres me puedes botar de aquí después de lo que te voy a decir, pero yo tengo mucho que aclarar. Tu interés es poner allí a Pedro para tú poder manejar muchas cosas y tratar de recuperar todo lo que has dejado de percibir en estros tres años del gobierno de Chávez. Pero aquí todos nos tenemos que sacrificar para poder salvar a este país y dejer a un lado los intereses particulares. Los trabajadores vamos a exponernos. Ustedes los empresarios ¿qué van a poner? Aquí nos tenemos que sacrificar todos y dejar a un lado los intereses particulares por el bien del país. Si yo tengo que sacrificar la presidencia de la CTV y anularme luego, lo hago, pero igualmente lo tienen que hacer ustedes con sus aspiraciones.".

Isaac respondió inmediatamente: "¡Sí, sí! Aquí tenemos que sacrificarnos todos, no te preocupes que todo se hará pluralmente con el consenso de todos los sectores". Isaac Pérez hizo todos los esfuerzos para que Ortega creyera en su palabra. Siempre hablaba en nombre de Carmona.

Aunque Ortega asistía a casi todas las reuniones, su criterio de la situación siempre fue particular. Isaac Pérez insistió en financiarlo, le ofreció hasta vehículos blindados y el presidente de la CTV jamás aceptó.

Paralelamente PDVSA entraba en una situación crítica por las decisiones que el Presidente de la República había tomado sobre su junta directiva. Esto decidió a Ortega. Carmona tenía momentos de pánico que Ortega lograba apaciguar, comunicándole confianza.

La comunicación entre Pedro Carmona Estanga y Carlos Ortega continuaba fluidamente -por lo menos en apariencia-, hasta el jueves 11 de abril en la mañana. En uno de los programas martónicos de la televisión, la conductora pidió entrevistar al mismo tiempo a Ortega y a Carmona, pero uno de los directivos del canal lo cual impidió con el siguiente argumento: "Carmona me pidió salir solo, porque ya quiere deslindarse de Ortega"

Y era cierto. Ya Carmona, manejado por su empleador, Isaac Pérez, había tomado su camino, excluyendo a todos los sectores de la vida nacional, incluída Fedecámaras, cuyos avisados patriarcas, encabezados por Alberto Paúl, produjeron a última hora una declaración, poco difundida, en la cual advertían que los dueños de empresas ya no estaban en la línea de Carmona.

El jueves 11 se produce la mayor manifestación pública vista en la historia de Venezuela, cuando una multitud calculada por la prensa extranjera en 500.000 personas, marcha hacia Miraflores. Pistoleros del gobierno, identificados en documento inapelable por las cámaras de televisión, disparan a mansalva sobre una multitud pacífica e inerme. El inspector general de la Guardia Nacional denuncia formalmente que él vio cómo la fuerza pública, cumpliendo instrucciones de Miraflores, no actuó para separar los grupos enfrentados, sino contra los manifestantes de la oposición. En la madrugada del viernes, el general Lucas Rincón al frente del Alto Mando Militar anuncia que Hugo Chávez ha renunciado.

Para este momento, Carlos Ortega y Pedro Carmona se encontraban en Venevisión, junto con otras personalidades nacionales que habían asistido al acto en el cual Luis Miquilena se separaba expresa y públicamente del régimen, como reacción ante la matanza perpetrada en la tarde. Se formó una mesa redonda de hecho, con la presencia de personalidades de todos los sectores que habían acudido a la invitación de Miquilena. Se habló de la Venezuela después de Chávez, de la parte legal, del paso a dar y de la manera de conformar un gobierno representativo, con amplia participación de todos los venezolanos. Algunas personas pidieron a Rafael Poleo tomara nota de las opiniones, para que redactara un acta básica que todos firmaran. Ortega instó a mantenerse dentro del marco jurídico constitucional.

En determinado momento, Carmona dijo estar extremadamente fatigado y pidió se le permitiera dormir algunas horas para continuar las conversaciones a la mañana siguiente. Algunas personas le acompañaron al ascensor. Allí Poleo le preguntó sobre lo que era preocupación de muchos, que los factores fundamentales del episodio histórico fueran detenidos en sus hogares. -¿Vas a dormir en tu casa?- Preguntó Poleo
-No. Voy al (hotel) Four Seasonns a bañarme y a cambiarme.
-¿Vas a dormir vestido?- le repuso el periodista, no se sabe si con sorna o considerando que el caudillo gerencial quería estar listo para cualquier eventualidad.

Se fue Carmona y le siguieron otros concurrentes. Pocos quedaban cuando Poleo recibió una llamada de Fuerte Tiuna. Cerrado el teléfono, el periodista dijo a los presentes que la llamada era para informarle que Carmona estaba en Fuerte Tiuna, en la ofiina del general Vásquez Velasco, Comandante del Ejército, formando un gobierno bajo la dirección de Isaac Pérez. Carmona les había engañado.

¡Ya nos jodió! - profirió uno de los asitentes. Ortega marcó números en su celular. Al otro lado, Carmona:

-¡Mire.! ¡Yo creí que usted era un hombre serio!- tronó el sindicalista al empresario. Y continuó una dura reprimenda en la cual le hizo saber a Carmona la gravedad de su traición y le advirtió que no contara con el movimiento sindical para lo que estaban haciendo. Cortó Ortega secamente y volvió a marcar. A quien le atendió, le dijo que con ese mismo celular lo pusiera con el general Vásquez Velasco. Por la respuesta a lo que se le dijo del otro lado, se supone que Vásquez Velasco le propuso irse a Fuerte Tiuna para participar en el bizarro conciliabulo.

-¡Yo no voy para ninguna parte! ¡No me meto en eso y conmigo no cuenten!- Bramó, congestionado, Ortega. Cerró el teléfono, se levantó, se paseó un rato, aparte hizo otras llamadas y volvió para manifestar su deseo de retirarse. Alguien se atrevió a decirle: "Y por qué no vas.? Están formando gobierno."

-No voy a contestar eso. Además esa vaina no va a durar.

En la mañana, el consejo directivo de la CTV, presidido por Ortega, se reunió para acordar rechazo a la operación montada por Isaac Pérez a través de Carmona.

En la sede de la Comandancia del Ejército, zona reservada al Jefe del Estado Mayor, se habían instalado en un cubículo Pedro Carmona y su secretario, Juancho Mejías, redactando la alocución en la cual informarían que eran el nuevo gobierno. En el cubículo de enfrente estaba Allan Brewer Carías redactando a mano lo que luego sería el Acta Constitutiva del Gobierno de transición. Dos cubículos más adelante de Pedro Carmona, estaban Isaac Pérez Recao, Daniel Romero -secretario privado de Carlos Andrés Pérez y futuro procurador del gobierno de Carmona- y un tercero no identificado, se alternaban en la corrección de los manuscritos de Brwer Carías. Afuera, impacientes, se encontraban Eugenia Mendoza y José Rafael Revenga, quienes tímidamente se asomaban a los cubículos que delicadamente le cerraban en sus narices.

El general Usón Ramírez -quien antes de los hechos ya había presentado su renuncia al presidente Chávez- entró al lugar varias veces para advertir que era preciso dar garantías al presidente Chávez, habida cuenta de que negociaciones realizadas por los generales Rosendo y Hurtado Sucre con Chávez, habían dejado claro que se le debía permitir la salida del país en compañía de sus familiares para la firma de del Decreto de Renuncia a la Jefatura del Estado. El general Usón fue interrumpido por otro general que le dijo: "¡No te metas en ese peo! Chávez ya está listo y aquí se queda!" Isaac Pérez y Daniel Romero sentenciaron entonces: "Chávez no puede irse. Debe ser juzgado por la masacre de ayer".

Mientras tanto, un grupo de generales entró a la oficina del Jefe del Estado Mayor, donde el general Emnrique Medina Gómez había llevado a Chávez y ya los esperaba Monseñor Baltazar Porras, quien también había abandonado oportunamente la reunión en Venevisión. Allí conminan a Chávez a firmar la renuncia sin la garantía de su salida del país. Chávez se negó rotundamente. La salida y entrada de generales en perfecta fila y los apresurados pasos de los empleados de Isaac Pérez que lucían pistolas, chalecos y armas especiales, decía claramente de la confusión que reinaba en el 5to piso de la CGE. El general Usón manifestó en cuatro oportunidades más que debían dejar a Hugo Chávez salir del país si firmaba su renuncia y que si éste no la firmaba, se estaba ante un golpe de Estado, lo cual era inadmisible para la tradición democrática del Ejército.

Brewer Carías replicó: "¡No importa la renuncia! ¡Ya Lucas Rincón la va a anunciar por televisión y eso será más que suficiente!".

Seguidamente, Isaac Pérez, con Daniel Romero sentado en la computadora, fue nombrando uno a uno de sus ministros.

Factores de poder (II entrega) Caracas 17 de abril de 2002
Patricia Poleo

Amaneciendo el viernes, todo el país se sintió confundido al ver en la televisión a un presidente de la República llamado Pedro Carmona Estanga que ofrecía una rueda de prensa, escoltado por el Alto Mando Militar, pero sin Carlos Ortega a su lado. ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba la otra cara de la moneda, la fundamental, la que acreditaba la naturaleza popular del movimiento basado en el artículo 350?

Las imágenes mostraban el primer anillo de seguridad del nuevo presidente, conformado por jóvenes de aspecto caucásico, armados hasta los dientes y vestidos de camuflaje. Evidentemente, no eran militares. Uno de ellos, el que protegía directamente la espalda de Carmona, es uno de los empleados de mayor confianza de Isaac Pérez en su empresa de seguridad.

Carlos Ortega vio toda la escena desde su casa. No hubo más contactos ni intentos de sentarse a conversar con él por parte de Pedro Carmona. Las ONGs nunca fueron llamadas. A los medios de comunicación se les llamó cuando ya Carmona y su equipo estaban asentados en Miraflores -por cierto que algunos mostraron una torpe avidez en esa rara asamblea donde la reportera advirtió que hilaban en el aire, porque al régimen le quedaban dos horas de vida... en la práctica fueron cinco.

A media mañana del viernes 12, ya Ortega estaba reunido con el Comité Ejecutivo de la CTV, explicándoles su ausencia de participación y posición frente al golpe. Luego declaró ante el país como lo que siempre había sido: el presidente de la Confederación de Trabajadores de Venezuela.

El grupo de Carmona ya había tomado Miraflores. Por allí paseaba Allan Brewer Carías. Cecilia Sosa intentaba hacerle ver a Daniel Romero la cantidad de errores jurídicos y constitucionales que se estaban cometiendo con los decretos que se leerían más tarde. Romero asumió la total responsabilidad y dijo una frase histórica, de prócer:

-¡Eso se queda como está!

Horas más tarde se efectuaba el acto de juramentación. Carmona acompañado por su esposa y su hijo. Daniel Romero, traje Armani, corbata Sulka pinchada por perla de tamaño heroico, pelo peinado con mousse, fue la emblemática imagen que condujo el acto. En el paneo que hacía la televisión de los asistentes al acto no había caras conocidas. Isaac Pérez y Daniel Romero habían llenado el foro con sus amistades más cercanas y la línea media de sus empresas. De relleno estaban los eternos buscapuestos, parte del folklore.

Con la lectura de cada decreto, los presentes arrancaban a Romero una sonrisa de satisfacción. Carmona le coreaba con gestos impropios que sorprendían a los televidentes. Lo más celebrado por la fauna asistente fue el nuevo cambio de nombre del país y la eliminación de la Asamblea Nacional, éste último el menos sostenible jurídicamente, como Cecilia Sosa trató de hacerles ver, ganándose la sonrisa despectiva de Brewer y las groserías de Romero. Nadie parecía darse cuenta de que en vez de una partida de nacimiento, Romero leía la sentencia de muerte de un gobierno.

La pregunta era quién tomaría el juramento a Carmona. En nuevo presidente se levantó de su asiento y tomó con la mano derecha un papel con la inscripción del juramento. Levantó la mano izquierda y se autoproclamó.

Después vinieron a firmar el acta los personajes que supuestamente representarían a todos los sectores de la sociedad. José Curiel representando a los partidos políticos, que se habían retirado del acto, y el buen Miguel Ángel Martínez a los medios de comunicación, daban cuenta de un absoluto desconocimiento de la realidad.

El nombramiento del ministro de la Defensa fue lo primero que hizo temblar a los cuarteles. Se suponía que el cargo era para el comandante del Ejército, Efraín Vásquez Velazco, no sólo por su posición en el momento de la salida de Hugo Chávez del poder, sino por su antigüedad y definitivamente porque la clave de un golpe es el Ejército.

El ministerio de Finanzas fue entregado a Leopoldo Martínez, joven prospecto del Stud Lauría. En una reunión previa al paro en la que se afinaban los acuerdos, Isaac Pérez le había dicho a Ortega, dentro del mejor estilo del nuevo régimen:

-Yo tengo ya al Ministro de Finanzas: ¡Leopoldo Martínez!

Primero Justicia, partido al que representa Leopoldo Martínez en el parlamento, no estuvo nunca de acuerdo con que él participara, y de forma interna, lo excluyeron de la organización, con duros cuestionamientos sobre la utilización que estaba haciendo del partido. A Primero Justicia no le dio tiempo de manifestar públicamente que Leopoldo Martínez no formaba parte del gabinete en su representación, pero dirigentes de ese partido sí se lo habían comunicado a esta periodista diez días antes del golpe.

Todos los ministros de Carmona fueron nombrados por Isaac Pérez, mezclando sus gerentes con militantes del Opus Dei y algún representante de negocios asociados. Pero no sólo eso. Apenas amaneció el viernes, Isaac, junto con Marcos Sánchez, se fue hasta la Disip y ordenó que les extendieran credenciales de comisarios generales. Después escogió un contingente de funcionarios para organizar operativos de captura y seguimiento. El funcionario a cargo, Wiliam Oropeza, se asesoró con oficiales de inteligencia, quienes le recomendaron que no le entregara funcionarios a Isaac Pérez.

El viernes en la noche, el general Raúl Baduel, comandante de los paracaidistas, manifestó su rechazo al gobierno dictatorial que había instaurado Pedro Carmona Estanga. Los detalles de cómo se le volteó a Carmona la Fuerza Armada Nacional los daré en la columna de mañana. Andrés Baduel, los periodistas Rafael Poleo, Teodoro Petkoff y esta columnista, citados en orden cronológico de su pronunciamiento, expusimos en diferentes medios de comunicación las razones por las cuales considerábamos al nuevo régimen ilegítimo y no representativo, augurando su brevedad.

El sábado en la mañana, un vocero de Pedro Carmona me llamó para citarme a Miraflores, pues el presidente quería hablar conmigo. El ambiente que encontré en el palacio fue el de reparto de los cargos. El único de los ministros nombrados el día anterior que parecía tener los pies puestos sobre la tierra era José Rodríguez Iturbe, el Canciller, quien dijo: "Aquí estamos, a la expectativa". El resto mostraba la euforia del triunfo que ya en la calle se sentía precario. Un funcionario del chavismo que había advertido telefónicamente en la mañana: "No salgas de tu casa. Ellos creen que tienen el control y no es así. No queremos esto. Hoy tomamos nuevamente el país".

El sábado en la mañana, todos los propietarios de medios se reunieron con Carmona. Le expresaron la voluntad general de apoyarlo a sacar el país adelante con la condición de que rectificara los decretos anticonstitucionales y convocara a Carlos Ortega a una reunión, para que el país se diera cuenta de que los trabajadores no estaban excluídos.

Gustavo Cisneros fue el encargado de llamar a Carlos Ortega, quien se encontraba en Falcón, para hacerlo regresar a Caracas a reunirse con Carmona. Ortega ya estaba decidido a no participar de ese gobierno y declinó la oferta de reunirse con el presidente. A pesar de ello, le enviaron un avión privado que Ortega nunca abordó.

En esa reunión, Carmona le ofreció a los periodistas la jefatura de OCI. Es decir, el manejo de información del gobierno. Por cierto que esto provocó un furioso disgusto en Alfredo Federico Ravell, experto en el área. Sólo me permitieron hablar dos minutos, durante los cuales logré dejar establecido mi absoluto rechazo a ese o cualquier otro cargo. Le señalé varios de los errores que se habían cometido, aparte de los obvios que en ese acto ya habían sido enumerados por Marcel Granier, en nombre de todos los asistentes.

Mientras tanto, las bandas chavistas estaban a punto de tomar el Palacio. Todas las guarniciones estaban levantándose. El ministro de la Defensa, como si recordara en ese momento algo importante, le comentó a los propietarios de medios que Baduel quería dar una rueda de prensa y les insinuó no transmitirla ni publicarla. Miguel Henrique Otero, director de El Nacional, le recordó al ministro que él había sido acusado por Hugo Chávez de obligar a los periodistas a mentir, lo cual no fue cierto en aquella oportunidad ni lo sería ahora:

-No pretendo controlar a mis periodistas, que son verdaderos profesionales. No lo haría nunca.

Esta periodista le recordó a todos los presentes que aunque la televisión venezolana no transmitiera los hechos, los canales internacionales sí lo harían. Sorpresivamente alguien replicó. "No importa. A CNN sólo lo ve un grupito de personas".

Mientras tanto, el ministro de la Defensa, Vicealmirante Héctor Ramírez Pérez, se movía nerviosísimo para cumplirle entonces, con dos días de atraso, el compromiso que habían hecho con Chávez de enviarlo al exterior.

No hubo finalmente acuerdo sobre la auto-censura propuesta por el régimen. Todos salieron corriendo del Palacio, citándose para una reunión en la tarde, a la que exigían invitar de Carlos Ortega. En las afueras de Miraflores, ya los chavistas se contaban por centenares que se abalanzaban sobre los carros de los propietarios de medios que salían en fila, uno tras otro. Carmona fue sacado de su oficina y llevado hasta el lugar donde la misma guardia de palacio, siempre leal a Chávez, lo defendería.

Dentro de Miraflores era imposible no escuchar los gritos de quienes afuera clamaban por el regreso de Hugo Chávez. Cuando los manifestantes apenas empezaban a llegar, Isaac Pérez, que además es un experto en seguridad, gritaba desesperado a sus escoltas que le acercaran el carro para salir de allí. Fue directo hasta el aeropuerto, tomó su avión y se fue del país.

Mientras tanto Daniel Romero, quien esperaba para ser juramentado Procurador General de República, aseguraba: "¡Aquí no ha pasado nada, nosotros tenemos el control. Seguimos siendo gobierno!".

Factores de Poder(3ra Parte) III PARTE
Patricia Poelo

***La arrogancia de los militares adictos a Pérez Recao y la naturaleza derechista del gobierno anunciado por Carmona cambiaron la voluntad de los militares y decidieron el retorno de Chávez***

La autosuficiencia, la arrogancia y la prematura embriaguez de poder perdieron a Carmona desde el mismo instante de proclamarse Presidente de la República.

Las dudas del general

Cuando Lucas Rincón, acompañado del Alto Mando Militar, le anunció al país que Hugo Chávez había renunciado a la Presidencia, el comandante del Ejército, Efraín Vásquez Velazco, acompañado del general (R) Ovidio Poggioli, se encontraba en la sede de la comandancia, en Fuerte Tiuna, esperando que llegara Pedro Carmona Estanga acompañado de los juristas que debían redactar el decreto que regiría el gobierno de transición.

Vásquez Velazco había sido decisivo para que se llegara a ese momento en que Chávez sería sustituido. Horas más tarde sería también decisivo para que regresara.

Chávez había nombrado a Vásquez Velazco para que comandara el Ejército, muy en contra de su voluntad, después que Lucas Rincón regresara de un viaje a Washington, donde en el Pentágono se le mostraron las pruebas sobre hechos de corrupción cometidos por los generales a quienes Chávez hubiera preferido. El nombramiento de Vásquez Velazco lavaría la cara de la institución no sólo ante la opinión pública, sino ante el componente, ya que éste general era identificado con la institución, no con la política.

En los últimos días antes del 11 de abril, Vásquez Velazco hizo movimientos que prendieron luces de alerta de un Gobierno que ya se sentía rodeado. Sentó ante la guerrilla una posición distinta a la seguida por el Gobierno. Además se negó a aparecer en los actos de apoyo al régimen que encabezó Lucas Rincón.

Pero fue Vásquez Velazco el primero que la madrugada del viernes discrepó con Carmona. ¿Una junta no es conformada por varias personas? ¿No habíamos quedado en que serían tres, un representante de la Fuerza Armada, uno del empresariado y otro de los trabajadores?

A Isaac Pérez Recao, presente junto con Carmona, quien se comportaba ante él como un subalterno, le pareció una insubordinación que el Comandante del Ejército se atreviera a hacer tales preguntas ante quien ya se presentaba como Presidente de la República, por lo que, frente a testigos, manoteándolo, lo puso en su sitio: "¡Aquí dijimos que no va a haber militares! ¡Es Pedro solo y punto!"

Ante el peso político, Vásquez Velazco guardó silencio, quizás porque aún esperaba que se respetara su antigüedad, la cual le daba los méritos para ser escogido en el gabinete como Ministro de la Defensa. Poco después cayó en cuenta de que también en esto había sido engañado. Isaac Pérez y Daniel Romero se sentaron en la Comandancia, mesa de por medio, a hacer la lista de los ministros. Se reservaron para ellos los fundamentales, entre los que por supuesto estaba el cargo al que aspiraba Vásquez Velazco. "Ahí, en Defensa, ponme a Héctor Ramírez Pérez, el Vice-Almirante", dictó Pérez Recao y así quedó.

Quienes conocen a Efraín Vásquez, dicen que en ese instante decidió retirarle su apoyo a Carmona. Hizo contactos. El golpe fue armado por teléfonos celulares, sin mover una sola tanqueta, apenas asomándolas para advertir.

Subversión Inmediata

Antes de la juramentación de Carmona, ya Vásquez Velazco había hecho los contactos. Uno de ellos fue con el general Raúl Baduel, comandante del batallón de paracaidistas, quien había aceptado con reservas la renuncia de Hugo Chávez e insistió en ver ese documento, pues no se conformó con la declaración de Lucas Rincón. Vásquez informó a Baduel que él tampoco había visto la renuncia firmada a pesar de estar tan cerca de los acontecimientos. Comentaron el hecho de que no se hubiera cumplido con el compromiso pactado con Chávez de dejarlo irse para Cuba con toda su familia, incluyendo sus padres. Baduel le comunicó a Vásquez que él se encargaría de que éste compromiso se cumpliera o de lo contrario, le retiraría el apoyo a Carmona.

El viernes en la tarde, los militares acuartelados asistieron por televisión a la oficialización de una dictadura de derecha. La composición elitesca del gabinete alborotó al chavismo atrincherado en los barrios humildes, en espera de la orden para moverse, según planes trazados previamente, sobre puntos estratégicos. Ya se comentaban entre los oficiales de todas las fuerzas las torpezas militares cometidas en Palacio. El contralmirante Carlos Molina Tamayo apareció vestido con su uniforme, a pesar de que fue dado de baja por un régimen legítimo. No se consideró necesario cumplir el trámite de reincorporarlo. La euforia impidió que Carmona y sus adictos se dieran cuenta que la Casa Militar que custodiaba el Palacio era el mismo de escogidos leales que había servido a Hugo Chávez. Al mando de la Casa Militar estaba el coronel Morao, quien se le alza a Carmona el sábado al mediodía y ordena a los soldados que abran las puertas de Mira flores a las masas chavistas, con las cuales los soldados celebraron el regreso de Chávez. Al coronel Díaz Vivas se le envía a Miraflores con la orden de conversar y negociar con Morao, quien por respuesta lo pone preso.

Otro grave error fue no detener al general García Cameiro, comandante de la Tercera División de Infantería con mando sobre todos los batallones de Caracas. El sábado en la mañana, cuando ya los alrededores de Fuerte Tiuna se encontraban copados de manifestantes chavistas, García Cameiro se montó en una tanqueta con la que recorrió El Valle gritándole a la multitud: "¡Soy un soldado, y estoy con Hugo Chávez!".

Hablan los comandantes

Apenas escuchado el decreto el viernes, los comandantes de unidades tácticas del Ejército (batallones) acantonados todos en Fuerte Tiuna, exigen a los generales que conforman el alto mando del Ejército una definición de respeto al hilo constitucional.

El sábado en la mañana, el general García Montoya -hoy Comandante del Ejército-, quien se encontraba en el Palacio Blanco y tampoco había sido sustituido por el nuevo régimen, se traslada a Maracay y junto a Baduel, llaman a los comandantes de las guarniciones, vía celular, uno por uno. La pregunta que hacían era: ¿Con quién está usted? ¿Con Carmona o con la institucionalidad? A lo que todos, sin excepción respondieron: Con la institucionalidad. Las guarniciones se habían puesto de acuerdo telefónicamente para dar el golpe a Carmona y esto fue acatado por un Vásquez Velazco resentido y molesto.

El general de la Brigada Blindada, Rangel López (hijo del general Rangel Burgoin), fue enviado por el Ministro de la Defensa de Carmona a negociar con Baduel. La dura respuesta de Baduel fue: "¡Aquí no hay negociación, aquí lo que hay es Constitución!"

Un mayor, cuyo nombre se desconoce, subió a la oficina de Lucas Rincón, en donde estaban reunidos los generales de Carmona, incluyendo al Ministro de la Defensa. Allí el Ministro le dijo: "Tranquilo, estamos negociando que Chávez se vaya a Cuba". El mayor respondió con la consigna de Baduel. "¡Aquí no hay negociación, hay Constitución!".

Carmona desconocido

Los oficiales que exigían que Carmona rectificara se ubicaron en la sede del batallón Ayala, donde se encontraban comandantes de los batallones Bolívar, Ayala, Codazzi, Regimiento de Comunicaciones, Policía Militar y los generales Vásquez Velazco, Manuel Rosendo, Colmenares Gómez y y Usón Ramírez, entre otros. Los oficiales le exigían a Vásquez Velazco que anunciara el desconocimiento a Carmona.

En el Fuerte estaban periodistas de la televisión nacional e internacional y algunas radios. El comandante general del Ejército se comunicó con el director de Globovisión, Alberto Federico Ravell, quien le explicó que no se podía hacer el mensaje en vivo pues no había seguridad en la calle para enviar los equipos necesarios. El mensaje finalmente fue grabado y transmitido sin editar por los canales de televisión. Es cuando se hace del conocimiento del país los doce puntos que condicionaban el respaldo del Ejército a Carmona.

La Guardia Nacional asimiló uno a uno los pasos que se dieron dentro del Ejército contra Chávez. Pero en Fuerte Tiuna privaron los oficiales que ya no querían que Carmona rectificara, sino que se fuera. Esto se acentuó cuando a manos del general Usón llegó un fax con la carta de renuncia de Hugo Chávez, pero sin firmar. Este mismo general se le acerca a Carmona, que ya estaba detenido en la Comandancia del Ejército, y le dice: `Usted no es Presidente legítimamente. Chávez debe regresar"

Chávez vejado

Hasta ese momento, Hugo Chávez había estado a las órdenes del contralmirante Molina. Testigos aseguran que mientras éste estuvo frente a frente a Chávez lo humilló de palabra. El escogió al grupo UOPE, élite de la Armada, para que custodiaran al Presidente en Turiamo y en La Orchila.

Un alférez de Navío fue el encargado por el grupo que había dominado, el de Baduel y García Montoya, para llevar el mensaje de que todo había terminado. Ya el chavismo había tomado Miraflores y se encontraba dominando las calles del oeste y centro de Caracas. Chávez venía de regreso a Miraflores.

Factores de poder (IV entrega) Caracas 19 de abril de 2002
Patricia Poleo

Las primeras horas del viernes 12 de abril, los sectores que habían sido relegados por Pedro Carmona, ya mostraban su frustración en cada uno de sus espacios.

A las 8 de la mañana, por ejemplo, toda la directiva de Fedecámaras se quedó esperando en su sede a quien hasta ese momento había sido su máximo representante y que ahora se había convertido en el Presidente de la transición.

Carmona no ofreció ninguna excusa a los empresarios que se quedaron esperándolo, lo que sembró el primer signo de preocupación en ellos.

Los partidos políticos de la oposición estaban tan preocupados como el MVR, con la diferencia de que no huían de un posible allanamiento por parte del nuevo régimen. Uno de los primeros en activarse para, comunicarse con el resto, fue Rafael Marín, el presidente de Acción Democrática.

En un intento por sentarse a conversar con Pedro Carmona, antes del acto de Juramentación, Freddy Lepage se comunica con el personal de secretarias de Fedecámaras, y las respuestas que recibe son todas negativas, a diferencia de lo que ocurría en los días previos al 11 de abril, cuando se realizaban reuniones multisectoriales.

Frank de Armas, miembro de Fedecámaras se reúne con el presidente de Conindustria López Mendoza, el viernes en la mañana, después del embarque de Carmona, y lo alerta sobre la posibilidad de que "Pedro pueda estar actuando a espaldas del país, por intereses inconvenientes" Ambos se reúnen entonces con Freddy Lepage y deciden buscar a como dé lugar una vía para que Carmona reciba a los parlamentarios.

López Mendoza se comunica entonces con Carlos Molina Tamayo Jefe de la Casa Militar de Carmona y le transmite la necesidad que tienen los diputados de reunirse con él, antes de la juramentación, con el fin especialmente de conocer cuáles serían los puntos del decreto, para de esta manera decidir si se apoyaba o no al nuevo régimen. Pero sobre todo, a los parlamentarios les preocupaba que hasta ese momento no se hubiera tomado en cuenta a Ia Asamblea Nacional para que la transición se estableciera según las bases enmarcadas dentro de la Constitución Bolivariana de Venezuela. A pesar de ello, agentes políticos se movían en función de cuadrar los números en el parlamento, para aprobar la transición y nombrar los miembros de la Junta. Hasta ese momento, el viernes en la mañana, no había dudas de que la figura de Pedro Carmona sería aceptada por todos los sectores de la vida nacional, pero también había preocupación porque hasta ese momento, Carlos Ortega no aparecía en el escenario.

Una legitima representación de la oposición en el parlamento, esperaban pacientemente por la gestión que López Mendoza hacía ante Molina Tamayo para que Carmona los recibiera. Allí estaban el viemes en la mañana, todos reunidos en el mismo lugar: César Pérez Vivas, (Copei) Carlos Casanova, (AD) Vestalia Sampedro de Araujo, (Proyecto. Venezuela), Juan José Caldera (Convergencia), Liliana Hemández (Primero Justicia), Freddy Lepage, (Alianza Bravo Pueblo), Elías Mata (La Causa R), Luis Longart(MAS), y Timoteo Zambrano por el Parlamento Latinoamericano.

La respuesta de parte de Carmona, en boca de Molina Tamayo, dejó perplejos a los parlamentarios: "El Presidente les manda a decir que sólo podrá recibirlos después de la juramentación. Por ahora, les pide que colaboren con la transición".

El resto de los diputados de la oposición, incluso algunos lights del MVR, esperaban en la Asamblea Nacional por la respuesta de la comisión que había solicitado la legítima reunión con Carmona. Incluso el presidente encargado de la AN, Rafael Simón Jiménez, se encontraba en el lugar. Cuando se enteraron de la posición de Carmona, decidieron darle una oportunidad más, esperando la juramentación que se realizaría en la tarde de ese mismo viernes. Molina había citado al grupo de parlamentarios para el sábado a las once de la mañana. Ninguno fue invitado a la juramentación, sólo José Curiel, quien sorpresivamente firmó el acta en nombre de los partidos políticos.

La decisión de Pedro Carmona de no recibir absolutamente a nadie que no tuviera que ver con su entomo íntimo, que encabezaban Isaac Pérez Recao y Daniel Romero, había sido tomada por sugerencia de estos dos últimos. Romero sobre todo, le aseguraba ser experto en el manejo de Estado, por la experiencia que había vivido al lado de Carlos Andrés Pérez, y lo convencieron de la inconveniencia de "estar recibiendo gente que lo que viene es a pedir." Acordaron que las reuniones se harían sólo después de la juramentación.

Después de la autoproclamación de Carmona, los parlamentarios de la oposición vuelven a reunirse, esta vez a redactar un documento en el que rechazarían el carácter autoritario del contenido del decreto leído por Daniel Romero. Para ello convocarían a una rueda de prensa el sábado en la mañana, de manera de dejar sentada ante la opinión pública su posición. Timoteo Zambrano, conocedor de la materia internacional es parte fundamental en la elaboración de este documento que desconocía al Gobierno de Carmona, aplicando la Carta Democrática de la OEA.

Los diferentes grupos parlamentarios se reúnen desesperados ante la evidente instalación de un régimen de facto. Durante toda la noche del viernes se comunicaron vía telefónica y se reunieron intentando además hacer contacto con Carlos Ortega que había salido en la mañana hacia el interior.

La noche del viernes fue de verdadera tensión para los grupos parlamentarios. Rafael Simón Jiménez se reúne con un numeroso grupo de la oposición y se ponen rápidamente de acuerdo para plantear la necesidad de modificar el decreto emitido por Carmona, de manera de reivindicar las instituciones. Se discutió entonces si era conveniente seguir manteniendo la figura de Pedro Carmona como presidente de la Junta de Transición.

Los grupos políticos hacen entonces oposición ante Carmona, a través de Leopoldo Martínez para que se modifique el decreto. Daniel Romero e Isaac Pérez Recao le recomendaron no dar ni un paso atrás y alegan, curiosamente lo mismo que Carmona alegó en la entrevista que ayer saliera publicada en El Nacional, para instaurar un régimen de facto: "Con el funcionamiento de toda la estructura, era difícil que pudiera cumplirse una rápida transición"

Leopoldo Martínez interviene para detener la rueda de prensa que el sábado en la mañana darían los partidos de la oposición, desconociendo el régimen y logra pautar una reunión entre los parlamentarios y Carmona para las once de la mañana.

A esa hora, todos los parlamentarios de la oposición, se encontraban reunidos en la casa de la diputada Vestalia de Araujo, en La Florida. A esa reunión asistió Rafael Simón Jiménez. Se habló allí de que ya había los votos suficientes para apoyar la juramentación de la nueva Junta, pero hubo enfrentamientos en cuanto a que fuera Carmona la persona que la encabezara. Sin embargo, esperan la reunión de las 11 de la mañana, para tomar la decisión definitiva. Poco antes de la hora reciben una llamada de Miraflores para posponerla para las 5 de la tarde, pues primero querían juramentar a los ministros.

Esa mañana del sábado, varios dirigentes políticos no resistieron la tentación de ir personalmente a Miraflores a expresarle personalmente a Carmona su disgusto por la forma como había procedido. Allí estuvo Rafael Marín, Luis Aquiles Moreno, Gabriel Puerta Aponte, Felipe Mujica y Luis Manuel Esculpí. Una nueva reunión se realiza entonces en la casa de Vestalia de Araujo a la que asiste esta vez Henrique Salas Römer. Varios sectores de la oposición entre los que se encontraban Nuevo Tiempo, Copei, Ernesto Alvarenga, el grupo socialdemócrata, y La Causa R, se retiraron al darse cuenta que se estaba negociando la presidencia de la AN para Proyecto Venezuela, con apoyo de AD y el MAS,

El grupo que se retira se va a la casa del copeyano Rafael Octavio Rivero en Macaracuay donde siguen disertando acerca del problema. Los puntos importantes coincidían en ambas reuniones y se había avanzado en decisiones como nombrar una Comisión Delegada de la AN que sesionara hasta diciembre, cuando se había dicho que habría elecciones.

Por su parte, el sábado en la tarde, ya Carlos Ortega había regresado a Caracas, en un avión particular. En una oficina privada se reunió secretamente con el Comité Ejecutivo de la CTV y colaboró en las conversaciones multipartidistas para llegar a un acuerdo en el marco de la Asamblea Nacional. Pero ya era poco lo que se podía hacer, a pesar de que la oposición, después de las negociaciones que habían logrado, contaba con 90 votos en la Asamblea, suficientes para aprobar todo lo referente a la transición democrática. Luis Miquilena había sido un factor fundamental en este forcejeo parlamentario. Descartada la figura de Carmona para dirigir la transición, Miquilena había propuesto a Alejandro Armas, bien visto por todos los sectores políticos, incluso el MVR. A la hora en que se habían logrado los acuerdos políticos, ya la mayoría de los regimientos militares le habían retirado su apoyo a Pedro Carmona y las masas chavistas, habían tomado el Palacio.

Factores de poder (V entrega) Caracas 22 de abril de 2002
Patricia Poleo

Si bien se cometieron muchos errores del lado del sector civil para que la transición de pedro Carmona Estanga no cuajara, del lado militar también hubo intereses particulares que privaron sobre los colectivos. La historia dentro del Fuerte Tiuna entre viernes y sábado, da cuenta de ello.

Mis crónicas anteriores han causado una duda alrededor de si Isaac Pérez Recao fue el único responsable para que la transición no pudiera cuajar. Quizás Pérez Recao representa los errores cometidos por los civiles, pero los militares que acompañaron a Pedro Carmona también incurrieron en fallas estratégicas.

Los testimonios de los oficiales que se acercaban a la Comandancia General del Ejército la madrugada del viernes 12, coinciden todos en que varios oficiales generales como Vera Suárez, Díaz Castillo, Italo Fernández, Rodríguez Grau, Usón Ramírez, Roa Gómez, Rommel Fuenmayor, Velásquez Rojas, González Cárdenas, Colmenares Gómez, Sericia García Medina Gómez, González González, Pardo Acosta, Martínez Vidal, los coroneles Camacho Romero, Morillo Domínguez y Rodríguez Salas, entre otros, que habían apoyado la salida de Hugo Chávez, discutían abiertamente, en alta voz, los cargos a los que aspiraban. Guaicaipuro Lameda, llegó al lugar diciendo: "A mi por lo menos me salen unas accioncitas en PDVSA" reclamando así la presidencia de la empresa petrolera.

Un oficial general, a quien se ha ligado estrechamente a Hugo Chávez, caminaba por los pasillos escuchándolo todo. A éI nunca pudieron convencerlo de que el Presidente había renunciado. Se trata del general Jorge Luis García Carneiro, comandante de la Tercera División de Infantería, quien sirvió de motor en Caracas para rendir a los oficiales que apoyaban a Carmona.

García Carneiro en acción

El sábado a las once de la mañana, García Carneiro, en presencia del general Silva Butrero, le pidió al comandante de la Policía Militar, el coronel Segovia Rojas, que dejara entrar hasta la sede del Ministerio de la Defensa a las masas chavistas que se encontraban rodeando ya el Fuerte Tiuna. Segovia Rojas se negó alegando que las tropas no estaban preparadas para un hecho similar, por lo que en la confusión irían resultar algunas personas muertas.

Los comandantes de batallones habían obligado ya al comandante del Ejército, el general Efraín Vásquez Velazco, a que asistiera a una reunión en el Batallón Ayala, a las dos de la tarde. García Carneiro le ordena al comandante Cepeda, a cuyo cargo está el Batallón Ayala, que coloque los tanques en el Batallón Bolívar. La idea era hacer un punto fuerte con este batallón para obligar a Vásquez Velazco, (aunque hubiera que acudir al amedrentamiento) a retirarle su apoyo a Carmona.

Cepeda le respondió a García Carneiro que había recibido instrucciones de Vásquez Velazco de no acatar órdenes de García Carneiro. Faltaba ya muy poco para que se realizara la reunión, por lo que tampoco habría tiempo de alistar con municiones los tanques, lo cual requiere de más de una hora.

El primero en llegara la reunión fue el general (Div.) Ruiz Guzmán. Detrás llegaron Ovidio Poggioli Pérez, Guaicaipuro Lameda, entre otros. Los comandantes de 16 batallones se encontraban todos sentados, ya de acuerdo en la decisión de hacer respetar la Constitución. Es decir, retirarle el apoyo a Carmona.

La reunión se realizó en el Casino de Oficiales. Militares que han servido de testimonio sobre éstos hechos, dicen que había numerosos civiles que no fueron identificados.

Vásquez Velazco, apoyado por Guaicaipuro Lameda, Manuel Rosendo, Ruiz Guzmán, dijo que era necesario reconocer al gobierno transitorio de Pedro Carmona. García Carneiro intervino enérgicamente: "¡Ese no fue el acuerdo. Habíamos quedado en hacer respetar la Constitución Bolivariana..!"

La discusión no se hizo esperar. Uno de los más reacios y rebeldes fue Guaicaipuro Lameda, a quien García Carneiro, enfrentó diciendo: "Esto no es problema suyo! ¡Esto es una decisión de los comandantes de batallones!"

El comandante de Logística, el general Martínez Vidal, se dirigió entonces a los comandantes que se encontraban sentados juntos: "Ese señor (Chávez) fue el que armó a esos cerros y el que provocó todos esos muertos del jueves".

García Carneiro lo interrumpió, diciéndole que esa no era la discusión. "¡Vamos a apegamos a los principios legales!"

Varios generales presentes comenzaron entonces a redactar el documento que leería al país el comandante general del Ejército. García Carneiro se les enfrenta: "¡Yo voy a revisar ese documento!"

Cuando tienen listo el documento, el general Navarro Chacín interrumpió para sacar del lugar a Vásquez Velazco. García Carneiro vuelve a intervenir insistiendo: "¡Vásquez no se va. Se queda. Este es un problema con los comandantes de batallones!"

Vásquez Velazco decide, sin embargo, salir con el general Navarro Chacín y deja olvidado en la mesa el documento que habían redactado. García Carneiro lo revisó, dándose cuente de que reconocían en él como legítimo a Pedro Carmona y añadía que Hugo Chávez se tenía que ir del país, García Carneiro tachó con su bolígrafo todo lo que le parecía inconveniente y se dirigió a los comandantes: "¡Ya tenemos mucho tiempo esperando aquí. Vamos a exigirle al general Vásquez Velazco que se reincorpore a la reunión!" Salieron entonces todos a buscar al Comandante del Ejército.

"General -le dijo García Carneiro- le agradezco que entremos a concluir".

Una vez en el Interior del casino de oficiales, García Carneiro le indica a Vásquez Velazco que lea el documento: "Practique su dicción General, para que le hable correctamente al país".

Los militares afectos a Carmona protestan airadamente, pero era tarde. García Carneiro introdujo a la prensa en el salón y Vásquez Velazco comenzó a leer. Los seguidores de Carmona, le pasan a Vásquez en el momento que está leyendo el documento, un papel a través de Rosendo, que decía que Chávez debía irse del país.

Cerca de las 5 de la tarde, ya concluida la alocución al país de Vásquez Velazco, García Carneiro se entera de que lo quieren detener. Se hace acompañar entonces de los coroneles José Gregorio Montilla Pantoja y Granadillo Perozo y por el general Wilfredo Silva.

Se acercan todos a la alcabala 3 del Fuerte Tiuna, que da hacía Coche, y se dan cuenta de que cientos de personas se encontraban exigiendo afuera ver a Hugo Chávez. García Carneiro se montó entonces en un tanque y les dijo, auxiliándose con un megáfono: "¡Señores es muy importante que ustedes permanezcan allí. De aquí no nos vamos hasta que no aparezca Hugo Chávez!" Esto causó una euforia lógica en quienes manifestaban en la alcabala 3. Seis tanques se encontraban allí, dando apoyo.

García Carneiro ordenó buscar un equipo de sonido para que lo escucharan mejor. Allí hablaron partidarios de Hugo Chávez, entre ellos, el ministro Nelson Merentes. Luego se les animó con la música de Alí Primera. García Carneiro, a través del micrófono, le iba relatando a las masas chavistas una a una las guarniciones que se iban uniendo para desconocer a Carmona. Después de Maracay, Barinas había sido la segunda.

A las 4 de la tarde el coronel Morao, jefe de las tropas de la Casa Militar, se había comunicado con García Carneiro para informarle que estaba con él: "¡Manténgase firme en controlar Miraflores!", lo instó García Carneiro. Su orden fue cumplida. García Carneiro, fue también quien el jueves al mediodía movilizó los tanques comandados por el general Wilfredo Silva, para proteger Miraflores, por órdenes del Presidente Chávez, quien también giró instrucciones para activar el Plan Ávila.

Un coronel detuvo a Carmona

Al coronel José Gregorio Montilla le correspondió la tarea de rendir a los oficiales que se encontraban en la oficina del general Lucas Rincón Romero, en el piso 5 del Ministerio de la Defensa, y detener a Pedro Carmona Estanga.

Un mayor y un capitán te informan al coronel Montilla que el Batallón Caracas está dispuesto a actuar para detener a Carmona y los oficiales en el piso 5.

Al mando del coronel, tres capitanes y un mayor suben hasta la oficina donde estaban reunidos una decena de generales, sin Carmona. El coronel Montilla les dijo, al abrir la puerta: "¡Vengo a detener a Pedro Carmona por haber violado la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y por haber sido corresponsable de los hechos ocurridos en el país!" Ninguno de los generales respondió. El coronel insistió: "¡No aceptamos ponernos bajo su mando, porque ustedes han violado la Constitución Bolivariana de Venezuela!"

El general Navarro Chacín intentó levantar la voz. "¡¿Con quién andan ustedes?!" -preguntó.

El coronel Montilla respondió: "Yo represento a los oficiales jóvenes del país que están en desacuerdo con lo que está ocurriendo".El general ripostó: "¡Los militares no hablan en colectivo!" El coronel respondió: "¡Yo hablo por mí!" Y seguidamente lo hicieron el mayor y los tres capitanes.

Los oficiales al mando de Montilla, dan plazo para que les entreguen a Carmona. Minutos después, un capitán le informa al coronel la ubicación de Carmona. Se dirigieron por un pasillo, entraron en una oficina y allí estaba Pedro Carmona, sólo, de espaldas.

El coronel le dijo: "Ciudadano Pedro Carmona Estanga, ¡Usted está detenido!"

Nervioso, Carmona respondió: "¿Por qué?"

El coronel le aclaró: "Usted ha violado la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Se le van a respetar todos sus derechos".

Manuel Rosendo y otros generales le pidieron al coronel que no se llevara a Carmona y que les dieran un plazo para ellos decidir y dirigirse al país. El coronel les entregó a Carmona y les concedió el plazo.

Renuncia Carmona

La decisión fue que Carmona renunciara y así lo hizo. Anuncia además que el Ministro de la Defensa es Lucas Rincón, tal como lo habían exigido los ofíciales al mando de García Carneiro.

José Vicente Rangel llegó entonces al Fuerte Tiuna, específicamente al Batallón Caracas. Felicitó al coronel Montilla y se encontró con Pedro Carmona Estanga, a quien regañó como a un niño. "Pedro, ¿te das cuenta que estabas engañado?" Además le reclamó los atropellos cometidos durante los allanamientos.

A los generales también les tocó lo suyo por parte de Rangel: "¿Cómo es posible que ustedes le hayan entregado el país a Fedecámaras?"

Rangel ordenó a todos los oficiales que estaban presentes pasar a un gran salón. El coronel pidió la palabra para explicar la acción. En ese momento, quedaron detenidos los ofíciales que habían dado apoyo a Carmona hasta el final. La mayoría se mostraron sumamente nerviosos y por los cuarteles rondan ya los cuentos de que uno u otro habría pedido hasta perdón.

Lucas reclamó lo suyo

La noche del sábado, después de haber sido detenido Carmona, Lucas Rincón llegó al Ministerio de la Defensa, vestido con un mono deportivo, acompañado de Diosdado Cabello. Entró en la sala donde estaban los detenidos y reclamó su parte. Por ejemplo, que hayan permitido que su correspondencia, sus documentos personales y de trabajo, hayan sido revisados por un civil: "Hay que respetar al soldado derrotado", les recordó.

Después de esta noche de enfrentamientos entre militares, en los que no se disparó un solo tiro, quedaron lesionados muchos oficiales que se asegura pujaban por cargos. Generales que se decían entre sí. "No podemos quedar afuera", otros que se asignaban embajadas, presidencias de institutos autónomos, cargos, cargos y cargos. La mayoría perdió el tiempo repartiéndose el país en vez de ocuparse de las previsiones logísticas para que no ocurriera, por ejemplo, que Miraflores había quedado aún en manos de oficiales leales a Hugo Chávez.