La Jornada, México, 15 de abril de 2002
MEXICO, SA

Carlos Fernández-Vega

EL EFECTIVO PAPEL desestabilizador que durante décadas desempeñaron las grandes agencias de inteligencia -la CIA en primerísimo lugar- ahora sería apoyado, diligentemente, por algunas de las llamadas corredurías y/o calificadoras financieras internacionales, como parece ejemplificarlo el caso de Merrill Lynch, la mayor empresa en su género de Wall Street, en el fallido golpe de Estado que la plutocracia venezolana encabezó en contra de Hugo Chávez.

DESDE QUE EL militar asumió la Presidencia constitucional de Venezuela, la agencia calificadora Merrill Lynch, la misma que recientemente ha sido implicada en manejos fraudulentos en la quiebra de Enron, no cejó en su intento de empañar las perspectivas políticas y económicas de esa nación sudamericana. Sin embargo, como bien lo señalan David Brooks y Jim Cason, corresponsales de La Jornada en Estados Unidos, en su entrega del pasado sábado, tras el plutocrático golpe de Estado unas cuantas horas resultaron más que suficientes para que el negro panorama insistentemente delineado por la empresa de Wall Street desapareciera del horizonte y de inmediato recomendara los beneficios de invertir en aquel país. ''Así, sólo unas ocho horas después del anuncio de la supuesta renuncia de Chávez, Merrill Lynch decidió elevar el grado de recomendación de inversión en Venezuela para sus clientes''.

MERRILL LYNCH NO es la primera empresa de este tipo, ni será la última, que se presta a jugar un papel de esa naturaleza. De inmediato, la memoria se remite a aquellos primeros días de noviembre de 1995, cuando la agencia Ap Dow Jones, difundió un despacho elaborado por Mike Esterl, en el que aseguraba, en pleno caos económico-financiero, que "militares mexicanos estarían negociando la salida de Ernesto Zedillo" de la Presidencia de la República, al tiempo que daba por hecho que se registraban "enfrentamientos en Chiapas" entre elementos regulares del Ejercito y el EZLN, la presencia de "tropas en las calles del Distrito Federal", la "renuncia" del entonces secretario de Hacienda, Guillermo Ortiz, y el desplome del peso frente al dólar tras "rumores sobre un golpe de Estado".

EL CASO ES QUE para la Venezuela de Hugo Chávez, Merrill Lynch no auguraba más que un negro futuro, y en este sentido se cuenta uno de los más recientes estudios que sobre la realidad venezolana difundió, siempre, desde luego, bajo la estricta óptica de la empresa de Wall Street:

"EL ANALISIS elaborado por Pablo Goldberg de Merrill Lynch (Venezuela: ¿ha terminado la magia negra?) señala que la falta de una estrategia económica constante a largo plazo ha creado entre inversionistas la sensación de que Venezuela podría caer rápidamente en una crisis... Desde la llegada de Hugo Chávez a la Presidencia muchos inversionistas de renta fija han sido escépticos sobre las perspectivas de largo plazo para Venezuela. La razón de esto es la volatilidad implícita en el modelo económico venezolano: alta dependencia petrolera, carencia de una estrategia económica a largo plazo y un marco político inestable.

"EL 2002 PODRIA ser para Venezuela un año de muy poco crecimiento y aumento de las presiones sobre las reservas internacionales y la tasa de cambio, lo cual llevaría a la puesta en práctica del control de capitales. Aunque Merrill Lynch observó que en 2001 la volatilidad era mucho más baja de la esperada, a futuro cree que la volatilidad se incrementará... El informe se pregunta si en Venezuela se está formando una Tormenta perfecta... En cuanto a la política fiscal, el informe demuestra preocupación al respecto. Considera que las intenciones gubernamentales en materia fiscal se inclinan por mantener una política fiscal floja, una característica del gobierno de Chávez desde 2000... Realiza comentarios sobre las últimas encuestas e indica el crecimiento de la popularidad de Alfredo Peña (el antichavista alcalde del área metropolitana de Caracas). También hace referencia a la implantación de la Ley de Hidrocarburos, que califica como poco estimulante para el sector privado petrolero".

HASTA ESE MOMENTO, para el análisis de Merrill Lynch, el panorama era bastante negro y la lectura presagiaba ríos de veneno para la plutocracia local (la inminencia del control de cambios); por ende, era necesario fertilizar la tradicional ruta de los dueños del dinero: la fuga de capitales. La tormenta perfecta, pues, en la recomendación de la correduría de Wall Street, adelantaba lo que tras bambalinas se cocinaba entre los barones del dinero, la santa e imparcial cúpula eclesiástica -representante de otro Estado- y algunos sectores del Ejército.

COMO POR ARTE de magia y a pesar de los negros nubarrones descritos, pocas horas después del derrocamiento de Hugo Chávez la correduría informaba a su clientela que "el panorama económico y político de Venezuela mejora", recomendando, de inmediato, incrementar la inversión en ese país. En un comunicado a sus clientes (Lucrando de la transición), "Merrill Lynch and Company informó que Pedro Carmona, dirigente de la organización empresarial más grande de Venezuela, se instalará como presidente interino y se espera que anuncie su gabinete este fin de semana... Con un cambio en el gobierno, las apuestas están muy a favor de una mejora en la situación económica y política. La mala administración económica y el vuelo de capital asociado con ella y las preocupaciones en torno al respeto por la propiedad privada habían sido la marca del gobierno de Chávez".

ASI DE RAPIDO, así de sencillo: "Los mercados bursátiles registran todo esto y esperan una perspectiva favorable, ya que se observó una reducción en el nivel de riesgo de inversión, así como un fortalecimiento en el tipo de cambio monetario... Cierto, no existe (aún) un líder visible de la oposición y los partidos políticos tradicionales todavía carecen de la credibilidad que les permitiría tener un papel central en un nuevo gobierno. Sin embargo, parece poco probable que la falta de un líder identificado llevará al caos político... La creciente oposición a Chávez en días recientes es suficiente como para iniciar una reconstrucción razonablemente ordenada de las instituciones democráticas... Una resolución rápida de lo que anteriormente se esperaba sería un conflicto más extenso con daños económicos (y potencialmente políticos) más altos y de mayor duración". PARA MERRILL Lynch, sin embargo, el problema es que Chávez, de nueva cuenta, despacha en Miraflores.