Un Cuento llamado Esperanza

Mario Silva García

Publicado el Martes, 13/05/03 en Aporrea

Bajo el cerro y son las cinco. Uno caga por allí en aquel rincón. Otro mea la puerta de mi vecina; venganza trivial por que lo sapeó con el tombo de la casa azul. Por allá, uno durmiendo la pea con las moscas zumbándole en la boca. Verdes moscas, en la boca y la nariz; ni se da por enterado o la inconsciencia del alcohol que no le permite sentir las paticas y el aleteo fastidioso de las moscas. Siempre he pensado que estos carajos tienen una salud de hierro ó están curados como el cadáver con el formol. El pana Wilfredo me saluda; tiene los ojos inyectados en sangre. El bazuko lo eleva y saluda a todo aquel que logra ver. No creo que sepa quien soy.

La hediondez a cloaca no afecta mis sentidos; es normal oler a mierda. Bajar todos los días por el mismo sitio te hace olvidar el olor. Yajaira viene subiendo, despeinada, con el vestido muy corto y descosido en las caderas ¡Que Puta pa’ fea! No entiendo como el Wilmer se ha tirado a esta pure. Deben ser las luces, rojas, verdes, moradas y el coñazo de cerveza en el guerguero que inunda el cerebro y te ilumina con Pamela Sue Anderson los ojos. No ve a nadie y parece que viene arrecha. Es probable que la noche haya sido mala y el marico Joselito, seguro, no le pagó su comisión. Es martes; los martes son malos y no hay mucha gente dispuesta a cogerse una puta vieja.

Que arrecha se ve la ciudad. Está limpiecita sin el humo de los carros. Los cerros parecen un pesebre lleno de luces. La vaina es que ni es Navidad, ni el cerro es tan bonito por dentro. ¡Lástima! Todas esas escaleras, mil escalones; las piernas no duelen. Será la costumbre y la conversa con los vecinos cuando subimos con dos baldes de agua. Aquí la diversión no es muy variada. Una fiesta los viernes en casa de la Ramona que aprovecha pa’ ganarse unos churupos con la venta de cerveza. Pero, hay que recogerse temprano. Uno no sabe cuando revienta un peo y las balas silban. El televisor ya no sirve. Pasan las novelas y las propagandas contra Chávez ladillan... Así y todo, que arrecha se ve la ciudad.

¡Que vaina! Una redada. ¡Contra la pared...! ¡Abre la piernas, carajo...! ¡Pa’ donde vas a esta hora, mariquito...! Voy pa’l trabajo, señor agen...! ¡Cállate la boca, pendejo! ¿Te la tiras de alzao...? No señor, solamente le di... ¡Te dije que te calles la jeta, guebón...! y me bajas el cerro tranquilito o te quiebro, maricón... No entiendo a los policías. Viven en el mismo barrio y la justicia solo la aplican a pendejos. Ahí está Francisco Pachanga vestido de azul. En la tarde te saluda y en la madrugada te da unos coñazos con el rolo. Si supiera que ahorita la mujer está con Ramón, dejaría de joder tanto y vigilar más el culo que tiene en la casa.

El Bar La Luna está cerrando y las putas están saliendo. ¡Ese marico se quería pasar de vivo! Como si la cuchara fuera de gratis... ¡Nojoda! ¡Epa, Juancito! ¿Cuánto hasta la cañada...? ¿Cuánto? ¡Dos mil bolos...! Estás pasao e’ carero. ¡Que arrecho eres tú...! Adios, mi amor ¿Me das la colita? Me sonrío; es lo mismo todos los días. Le faltan los dientes y todavía asoma alguna belleza de antaño. Los coñazos del chulo y el ron diario, la envejecieron temprano.

Falta poco para llegar a la parada de los “yips”; la cola es grande. No se como coño hacen, pero si me paro diez minutos antes, encuentro la cola del mismo tamaño. Los olores son variados. Pachulí encima de un baño e’ vaqueros. Las lagañas son tan naturales como el bostezo del que nunca termina de dormir. El olor a orine, sale y se esconde detrás de una chaqueta Bluyin. Se descubre aún más, después de una estirada de brazos. Para algunos, la flojera de subir dos baldes y para otros la arrechera de vivir en este barrio.

Me monto en el yip y otros olores aparecen. Uno a colgate; otro a caries que nunca se ha curado o de estómago revuelto por la acidez. Una vecina no para de hablar. Habla del costo de la vida; que no alcanza el sueldo; que la vaina está jodida y que los políticos son una mierda. Hasta allí todo va bien, pero habla de nuevo y ahora profundiza y mete en el peo a Chávez. El chofer levanta la voz y le pregunta que por que no acusa a quienes nos jodieron con el paro. Ella responde que Venevisión dijo que... ¿Venevisión? ¡No me joda, Doña Inés! ¿Usted todavía ve esa mierda?... Napoleón, el otro día dij... ¡Napoleón es marico, Doña Inés! La señora calla, pero se le inflama la nariz. Dos muchachas sonríen y voltean hacia la ventana para que la señora no las vea. El peo termina cuando el yip llega a la avenida. La señora baja arrecha mascullando un murmullo de rabia. Voy detrás de ella y sonrío. Solo puedo sonreír, como me dijo la puta Fanny... Metafísica pura, cariño. Cuando ves a alguien arrecho, lo desarmas con una sonrisa. La vaina aquí abajo ha cambiado; vino el ejercito y están arreglando unas casas. Dicen que van a ir subiendo y les creo. Arriba, la gente se organiza, me consta. Se reúnen los sábados en la mañana. Cuando lleguen y arreglen la casa, voy a montar un bonche mejor que los de Ramona. Doña Inés, no entiende de cambios y solo ve televisión. La han invitado a las reuniones, pero sueña con un golpe de estado que regrese a Carlos Andrés Pérez. Parece mentira; todavía creen en vainas. Me contaron que Doña Inés vivía en La Florida antes de mudarse al cerro. No trabaja, pero sale todos los días a recrear la vista con lo que perdió por bruta. Se monta en un autobús desde el centro hasta Petare, a ver los carteles de un Honda Civic y retratarse en los avisos... Se va de rumba con los sueños en Playa Dorada Resort; tiene una Visa Dorada en algún rincón del cerebro y la brisa le recuerda un Jacuzzi que se pierde cuando regresa al cerro. ¿Mi sueño? Mi sueño nació en la fábrica que intervenimos después del paro. Falta mucho, eso no es nuevo. Pero, algún día mi cerro se hará patria y mis hijos no tendrán que subir dos baldes de agua diariamente... Por eso sonrío... Mientras exista esperanza, siempre sonreiré. Por que las vainas no pueden seguir así... por eso sonrío. msilvaga@yahoo.com