Quién es quién y qué es qué en el mundo de la información de masas

José Del Grosso

Psicólogo Clínico - Publicado el Sábado, 18/10/03 01:01pm

Tomado de www.aporrea.net

Lo primero que hay que tener claro es que las definiciones de los conceptos de quién y de qué en el mundo de la información de masas están sujetas a un modelo que los configura. El modelo capitalista.

Los seres humanos percibimos, pensamos, sentimos, tomamos decisiones y actuamos siguiendo paradigmas, los cuales son principios cognitivos rectores sobre qué es la realidad, cómo percibirla, pensarla, experimentarla, sentirla, expresarla y relacionarnos con ella.

Como tales, los modelos o paradigmas de la realidad no son la realidad misma, sino que a partir de ellos elaboramos una determinada representación de la realidad. Sin embargo, solemos confundir, superponer e intercambiar modelo y realidad, lo cual ocasiona que confundamos el mapa con la realidad y que, además en ciertos momentos, no sepamos distinguir cuál es cuál.

Un paradigma es sólo una manera de ver y explicar qué son y cómo funcionan las cosas. Son teorías elaboradas, bien sea sobre un aspecto particular del Universo o bien sea sobre su totalidad. En este último caso, los llaman superteorías o supermodelos, y son como manuales que, sin saberlo, seguimos al pie de la letra y condicionan desde nuestra manera de cómo percibir y entender la materia hasta la manera de cómo percibir y entender el mundo psicológico y espiritual.

Aunque desde nuestra propia subjetividad tenemos la impresión de que aprehendemos la realidad misma a través de nuestra experiencia, esto es falso, pues el conocimiento que elaboramos usando nuestra experiencia es previamente filtrado e interpretado en base a los principios de alguno o de algunos de los tres superparadigmas (griego, cartesiano-newtoniano y cuántico/relativista) que compartimos la mayoría de los occidentales.

El capitalismo y los medios de información se desarrollaron siguiendo los principios del paradigma griego y cartesiano-newtoniano. En base a dichos principios, la ideología capitalista desarrolló su modelo particular acerca de qué es la actividad económica y supuestamente cómo funciona esta. Los medios, por su parte, hicieron lo mismo, pero en gran parte, en vez de hacerlo directamente, crecieron dentro de la ideología capitalista y tomaron la adaptación que hiciera el capitalismo de los mencionados paradigmas para su organización y funcionamiento.

De hecho el capital y los medios están estrechamente vinculados y la expansión y perdurabilidad en el tiempo de la ideología capitalista depende en buena medida de la visión de la realidad que nos presentan los mass media.

Entre los principios más importantes del modelo griego adoptado por el sistema capitalista están: la existencia de absolutos y de jerarquías. En la práctica, el capitalismo se presenta a sí mismo como la única verdad. Nos dice que no existe otra fórmula de actividad económica eficaz, mientras que a partir del principio de las jerarquías, nos habla de la existencia de individuos superiores e inferiores, quienes, deben subordinarse a aquellos. Nos habla de prioridades como el dinero y la mercancía.

Entre los principios más importantes del modelo cartesiano-newtoniano adoptados por el sistema capitalista están: Dios no existe, ni existe el mundo espiritual; el universo es una máquina perfecta; el Universo funciona en términos simples de relaciones causa-efecto; sólo existe aquello que es perceptible fundamentalmente a través de la vista; sólo tiene valor aquello que puede ser medido; el Universo funciona en términos simples de causas y efectos.

Entendido el Universo en términos de los principios anteriores, el capitalismo nos conceptualizó y es evidente que así se expresa en los medios, no como seres humanos, sino como objetos. Desde esta perspectiva todos somos máquinas, unidades de producción, distribución y consumo, fáciles de manipular a través del dios dinero.

El valor que nos asigna el capitalismo depende de nuestra capacidad para producir, hacer circular y consumir la mercancía, de manera que ello se convierte en el patrón mediante el cual somos medidos.

Desde la óptica capitalista, los medios son un negocio, una empresa y, por ende, no existen unos seres humanos que poseen los medios; unos seres humanos que recogen y dan forma a los estímulos, datos y experiencias del mundo real para, posteriormente, proveernos de información y conocimientos; y unos seres humanos que percibimos y usamos su información y conocimientos. No. Simplemente existen: ya no un grupo de empresarios, unos dueños, sino un grupo de víctimas que crearon un Frankenstein, el modelo capitalista, que ya no les obedece, sino al que deben obedecer y alimentar con cantidades cada vez más descomunales de dinero; sus subalternos o empleados a los que aquellos consideran máquinas de producción que no deben pensar, sino que simplemente deben someterse; y nosotros, la audiencia, que somos vistos como consumidores y como mercancía.

Los medios no están a nuestro servicio. Acorde con la ideología sobre la cual se apoyan los medios, somos nosotros quienes estamos a su servicio. Para sus propietarios somos o no útiles para sus fines.

En términos de mercado, somos un producto a vender, una masa que es vendida a anunciantes, cuyo interés es que seamos consumidores de sus productos. Como señala Noam Chomsky en su Obra esencial refiriéndose a los periódicos: "La estructura económica de un periódico consiste en vender lectores a otros negocios. Es decir, en realidad no intentan vender periódicos a la gente… Lo que hacen es vender audiencias a otras empresas… (p. 26).

Para los medios no somos gente, no somos personas ni seres humanos a quienes se nos proporciona información y conocimientos. Somos masa indiferenciada. Somos objetos, consumidores, targets u objetivos de sus fines, medios de difusión de su ideología y de la posibilidad de que se perpetúen en el tiempo. No tienen interés en educarnos ni en proporcionarnos conocimientos, sino en adoctrinarnos y diestrarnos.

Al mismo tiempo, los protagonistas de los hechos, quienes recogen, elaboran, producen y entregan la información, así como nosotros, somos valorados en términos de rentabilidad.

Para los medios ninguna persona o grupo de personas existe mientras no sea noticia, mientras no sea mercancía que produzca beneficios de alguna clase para sus dueños.

Desde la óptica de los paradigmas asumidos por los medios, no consumimos información, consumimos mercancía. La información es considerada y tratada como mercancía.

Los hechos pasaron a ser noticia y la noticia mercancía: "un producto para la venta", como nos dice el profesor de periodismo Earle Herrera en su obra Periodismo de opinión (p. 17).

Respecto a la veracidad de la información que nos proporcionan los telediarios, que deberían ser llamados con más propiedad teleespectáculos, esta no está directa y estrechamente vinculada a la realidad de los hechos, sino que se da por veraz las imágenes que nos ofrecen las cámaras, sobre todo si despiertan en nosotros emociones fuertes: "si lo vemos en televisión, es repetido por la mayoría de los medios y despierta en nosotros fuertes emociones, la noticia es verdadera".

Y a lo anterior hay que prestarle mucha atención. Como dice Ignacio Ramonet en su obra La tiranía de los medios, la concepción de verdad antes mencionada no tiene por quienes fabrican la noticia (fabricantes de mentiras a domicilio) la intención de informarnos, menos aún de que pensemos, analicemos y nos hagamos una opinión propia, sino la de producir en nosotros sensaciones y emociones con el fin de que nos inclinemos favorablemente o no respecto a algo.

Dentro de la ideología del neoliberalismo, la noción de información en los medios quedó transfigurada. Los medios nos presentan los acontecimientos de nuestra cotidianidad como un espectáculo ajeno a nosotros. Nos escinden de la realidad al banalizarla, al no contextualizarla y describirla de forma adecuada y rigurosa. Los mass media nos han impuesto aceptar todo cuanto nos presentan sin evidencias que respalden sus afirmaciones, que no son sino opiniones y juicios a priori, carentes de sentido común y llenos de absurdos.

Lo que hoy se nos presenta como la realidad en la TV, es un torrente de imágenes cargadas de violencia, sexo y espectacularidad, lo cual apunta, más que a informar, a distraernos y a desinformarnos debido a la sobrecarga de información.

Últimamente, los mass media hablan de "libertad de expresión" y tratan de defenderla a como dé lugar. Cualquiera diría que sus miembros están empeñados en defender el derecho a divulgar la verdad, pero no es así.

La libertad de expresión a la que se refieren está estrechamente vinculada a la idea de la libertad de comercio, es decir, de comercializar irrestrictamente la información, que como dije anteriormente, es considerada un producto, mercancía. Esto significa, de "lanzar al aire" todo lo que se les ocurra a los dueños de los medios sin asumir responsabilidad alguna por ello y sin que ni el gobierno ni nosotros podamos ponerle límites a cualquiera de sus excesos y perversiones.

Finalmente, debemos tener bien claro que los mass media no son en absoluto "medios de comunicación".

La palabra medio sugiere la existencia de un algo, es decir, de un elemento como el agua o el aire, o de un aparato como el teléfono, a través del cual se nos facilita la comunicación, el intercambio de contenidos y la relación entre dos o más personas, lo que en la práctica no ocurre con la televisión, la radio y los diarios. Estos medios de emitir información no facilitan ni contribuyen a ningún tipo de relación, vínculo, intercambio ni nada que se le parezca entre quienes emiten "información" y nosotros, la audiencia.

Casi todo el tiempo la supuesta comunicación es unilateral, es decir, de los emisores hacia nosotros. Es impersonal, como lo sugiere su nombre original de mass media. Se dirigen a la masa, no le hablan a usted, ni a Pedro o a María, ni a mí; sino a anónimos, a esos que estamos allá. Emiten, "lanzan al aire" indistinta y deliberadamente información a unos desconocidos que llaman targets u objetivos, es decir, nosotros que nos vemos impedidos de comunicarnos con aquellos y eplicar, responder, dialogar…