Publicado en la Revista Question de julio del 2002

Tomado de www.analitica.com/bitblioteca

Estamos en pleno período de Goebbels, Hearst, Orwell y Wells de las comunicaciones

Advertencia

Estoy consciente de que es inútil discutir con la irracionalidad. Es incluso irracional. Por eso quiero dirigirme a la parte más inteligente de mi lector. Si piensas que el de Hugo Chávez es el peor (o el mejor) gobierno de la historia de la humanidad te recomiendo cortesmente que no sigas leyendo. Quiero ser lo más lógico que me dé el cerebro. Eso espero también del lector.

No responderé correos electrónicos insultantes, sino solo aquellos que propongan un argumento sensato en contra o en favor de lo que digo aquí, porque puedo estar equivocado, como todo ser humano (puedes dirigir tus sensateces a roberto@analitica.com). No acepto argumentos unilaterales que no ven nada positivo en un ser humano cualquiera. Tampoco acepto los que encuentran todo positivo en la política de Chávez, pues ha cometido graves errores, algunos de los cuales expondré también. Por mi parte, encuentro elementos positivos hasta en los dos gobiernos de Carlos Andrés Pérez, cuya acción política detesto en general radicalmente.

Tesis

Los medios de comunicación modernos se han convertido, en todas partes del mundo, en una nueva Inquisición. Tal vez peor. Los medios acusaron y sentenciaron a Chávez de los asesinatos del 11 de abril y del 6 de diciembre de 2002, sin promover pruebas, sin derecho a la defensa, sin apelación. Simplemente dijeron «fue Chávez» y punto. No se discute. El que ose discutirles es acusado de atentar contra la libertad de expresión. Ni el Papa tiene ese grado de infalibilidad. Para ellos respetar la libertad de expresión significa aceptar incondicionalmente todo lo que se les pegue la gana decir aun cuando lo digan con fines distintos a los de informar y orientar, como es su deber de servicio público. Como todo poder absoluto, se postulan como perfectos e intocables. Poco falta para que invoquen el Derecho Divino que invocaban los reyes, que eran soberanos por la Gracia de Dios. Tal como el dictador fascista español Francisco Franco: solo son responsables «ante Dios y ante la historia». Tal como Pedro Carmona, según su famoso y autocrático Decreto. Por eso no sirven a la sociedad sino que, como todo déspota, exigen y logran que la sociedad les sirva.

La guerrilla mediática

La guerrilla se propone desgastar y desmoralizar al enemigo con ataques por sorpresa, hostigamiento, terrorismo, etc. Si el ejército regular no tiene suficiente moral, va cediendo y al final ocurre la catástrofe: cae Saigón y Fidel entra en La Habana.

En Venezuela hay actualmente una situación análoga, solo que principalmente simbólica, es decir, una guerra sicológica clásica. Los medios han montado un dispositivo de agresión sistemática para ir debilitando al gobierno, que solo ha dado respuestas espasmódicas a este ametrallamiento. Los medios han llegado al extremo delirante de «demostrar» que este, el gobierno más liberal de la historia de Venezuela, tal vez el más liberal del mundo en este momento, es una tiranía. Una tiranía sin presos ni perseguidos ni torturados ni exiliados ni medios cerrados. Una tiranía como la del 12 de abril, en la que sí hubo perseguidos, torturados y medios cerrados. ¿En cuántos países ocurre todo eso junto actualmente? Es una tiranía bien rara. Los medios han llegado al extremo delirante de usar la mayor libertad de expresión en el mundo (si hubiera otra ya se sabría) para decir precisamente que no hay libertad de expresión.

El fascismo extraordinario

Es ya trivial citar a Joseph Goebbels, pero no siempre lo trivial es falso. Es una técnica bien conocida del fascismo ordinario de Hitler y Mussolini y usada desde entonces por el fascismo extraordinario de los medios de comunicación en todas partes del mundo: esa alquimia perversa de la información que repite una mentira hasta que se trasmuta en verdad. Estamos aún en el período goebbelsiano de las comunicaciones. Goebbelsiano y hearstiano. Y esto es peligrosísimo, como se demostró cuando Goebbels convenció a Alemania y a Austria, sociedades tan aparentemente alejadas de la barbarie, de que había que exterminar a los judíos. Es más, estamos tan espiritualmente desamparados ante esa manipulación que muchos intelectuales de la mayor estatura del siglo XX aprobaron esa idea: Louis-Ferdinand Céline, Martin Heidegger, Ezra Pound. Pero en Venezuela estamos, además, en un período orwelliano, en que la mentira es la verdad y la verdad mentira. La libertad de dar un golpe es la opresión y la opresión obscenamente exhibida durante el gobierno de Pedro Carmona Estanga es la libertad. El alcalde Enrique Capriles Radonski da un golpe por televisión y luego se niega a que esas imágenes sean usadas por sus adversarios. Negar la libertad de expresión es la libertad que proponen. En Venezuela el único censurado ha sido el gobierno, al que le han cerrado programas de radio (¡Aló, Presidente!), que nunca ha cerrado ningún programa ni medio y es calificado de tiránico. Difícil ser más orwelliano que usar la libertad de expresión para decir que no hay libertad de expresión. Es también un período wellsiano, pues, como Orson Wells, con su versión radial de La guerra de los mundos, crean un estado de pánico peor aún, porque aquel programa se terminó y todo volvió a la normalidad. En este tiempo de asonadas mediáticas el golpe se puede prolongar durante años. El problema ya no es si hay golpe o no, sino que esta situación es ya por sí misma un golpe. El viernes 6 de diciembre de 2002 hubo un atentado criminal en la Plaza Altamira, que fue transmitido obsesivamente durante días y días. Como si la Televisión Española hiciera lo mismo con cualquier atentado de la ETA.

No es la primera vez que ocurre en Venezuela. Cuando el presidente Raúl Leoni (1964-1969) intentó una moderadísima reforma tributaria, los medios se lanzaron con una campaña crash que hizo retroceder al gobierno. También pasó cuando Rodolfo José Cárdenas escribió (1971) en El Nacionalun artículo contra la televisión: no solo le lanzaron una campaña incesante y atroz, sino que lo vetaron de la televisión hasta hoy. Lo mismo pasó por la misma época de Cárdenas con Alfredo Tarre Murzi cuando era presidente del Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes (Inciba) (antecesor del Consejo Nacional de la Cultura (Conac)) e hizo una tímida crítica a la televisión. Estuvo vetado hasta su muerte reciente. Pasó con el propio El Nacional, cuando la Asociación Nacional de Anunciantes (ANDA) ca. 1960 diseñó y ejecutó un boicot para asfixiarlo económicamente, negándole, desde todos los ángulos, las pautas publicitarias, lo que casi lo llevó a la quiebra y significó la salida definitiva de El Nacional de su fundador, director y propietario Miguel Otero Silva. Lo acusaban de comunista, porque tenía unas relaciones ambiguas con el Partido Comunista de Venezuela. Como lo decía el propio Otero: «En nombre de la defensa de la propiedad privada me sacaron de mi propiedad privada». Lo mismo pasó con Antonio Pasquali cuando promovió el proyecto Ratelve, durante el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez (dije que tuvo aciertos). No solo lo crucificaron en los medios sino que hasta le hicieron atentados personales. Ahora Pasquali les hace la segunda voz, pero eso es su problema. Apenas lo terminaron de utilizar lo echaron como un bagazo y volvió a estar vetado. Miguel Otero Silva sigue hoy vetado por la televisión, después de muerto, por las mismas razones. Si por la televisión venezolana fuera, nadie sabría de la existencia de ese gran escritor. Los medios son la nueva Inquisición: los rozas y te destrozan.

De allí que ahora se hayan descargado contra el gobierno de Hugo Chávez. Se trata de la reacción de sectores que perdieron el control del Estado, nada menos. Y Chávez les destrozó sus planes de asumir directamente el control total de la sociedad, sin mediación del Estado, a través de la ideología neoliberal, en la versión más vulgar de esa doctrina que yo haya visto en el mundo. Y he visto mundo. Chávez cuenta consigo mismo, con pueblo y con apoyo de una parte aparentemente decisiva del ejército. Pues bien: es allí precisamente donde se lo ataca. Descuartizan su imagen personal. Se manipulan encuestas para demostrar que ya el pueblo no lo apoya. Se manipula a la clase media —cuyo nivel emocional es uno de los más bajos de clase media alguna del mundo, lo que causa graves perjuicios a su nivel intelectual. Se manipula el ejército, buscando un Pinochet. Y se ocultan totalmente las marchas históricamente gigantescas del 4 de febrero y del 13 de octubre pasado en apoyo a Chávez, así como la acción popular durante el 13 de abril de 2002, como también la inmensa del 29 de junio (ver reportaje gráfico de la Asamblea Revolucionaria de Coche). Ocultan incluso el apoyo que le dio a Chávez el Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), César Gaviria, con motivo del pantallazo del coronel Pedro Soto. Y, por supuesto, se manipula a la clase alta. Pero es allí donde paradójicamente se encuentran algunos de los analistas más lúcidos, aunque no hacen públicas sus ideas porque no son políticos y no quieren arriesgarse en un terreno que no les corresponde, como sí hace Fedecámaras, pues muchos han visto cómo los ha favorecido objetivamente este crecimiento económico del 3,5% de la economía no petrolera durante 2001 y cómo aumentó en un 53% la venta de automóviles en ese mismo año. Hay alrededor de un millón de niños por primera vez en las escuelas, que tienen dos comidas cada día. Y Plan Barrio Adentro, las misiones Robinson, Ribas, Sucre, Mercal, los microcréditos, los cooperativas... Pero son datos reales que no se perciben porque no forman sintaxis con la basura espiritual que han instaurado los medios desde la aparición de Venevisión para acá.

Veamos un ejemplo de manipulación. Un grupo de espontáneos va a tocar unas cacerolas y a gritar consignas frente a El Nacional. ¡Escándalo, ignominia, dictadura, atrocidad, chusma! Inmediatamente se desató la represión brutal de la Policía Metropolitana, uno de los brazos armados de la oposición, hasta que fue intervenida por el gobierno. Eran unos bárbaros fascistas, chusma, gente fea, etc. Pero luego van unos manifestantes de oposición a La Casona, la residencia privada del Presidente y su familia, en donde no se les reprime, y los medios los califican de héroes. O sea, unos manifestantes van a gritar ante un edificio de oficinas y son unos bárbaros; otros van a gritar delante de una casa de familia y son unos héroes. ¡Y se trata precisamente de los mismos que gritan «¡con mis hijos no se metan!», a propósito del Decreto 1011! Pero con los hijos de los demás sí pueden meterse, porque se ha producido otro elemento fascistoide: Chávez y su familia no son gente. Lo mismo que las hordas que lo apoyan, claro está. Es cosa sabida que negro no es gente, ¿verdad? Además, uno no tiene la culpa de que sean negros. Ideas así logró instalar Goebbels hasta en las conciencias más lúcidas hasta justificar el exterminio de seis millones de seres humanos sin contar los demás desastres de la guerra, incluso contra su propio país.

¿Qué hace el gobierno para defenderse? Nada. O peor: hace una excelente segunda voz, que ni mandada a hacer por la CIA. Proporciona un combustible perfecto para la oposición, que dice: Ahí tienen los propósitos inconfesables de cubanizar y volver esto un infierno comunista, etc. Cuando que lo que objetivamente está pasando es que está aplicando con gran placidez un programa económico complejo, muchos de cuyos aspectos los podría firmar algún neoliberal razonable, si lo hay. No ha incautado empresas, no ha intervenido bancos, no ha desbaratado haciendas. Más bien ha bajado los intereses. No solo no atenta contra la propiedad sino que más bien la fomenta cuando, por ejemplo, entrega la propiedad de la tierra a los habitantes de los barrios pobres. Pero es amigo de Fidel y por tanto comunista. Lo mismo decían de Rómulo Betancourt. Después de que Betancourt mató no sé cuántos comunistas, algunos insistían todavía en que era un «comunista solapado». La Ley de Tierras, con sus defectos, se propone lo que se hace en cualquier país de esos que la derecha llama «civilizados»: extiende y regula la propiedad de la tierra. Igualito que se regula la propiedad sobre los automóviles. El hecho de ser dueño de un automóvil no me autoriza a coger el canal rápido por la vía contraria en una autopista, como hacen de madrugada en las autopistas los niños bien de Caracas, con las consiguientes consecuencias trágicas. Bajo ese criterio la propiedad privada se convierte en un recurso terrorista. En ninguna parte del mundo. Salvo en Caracas, claro. Yo no puedo poner una curtiduría en un apartamento de mi propiedad privadísima porque la pestilencia haría que los vecinos me repudiaran junto con mi hedor. Con razón. Si ese apartamento está en zona residencial solo podré vivir en él, en sana paz. Ah, pero la Ley de Tierras es un atentado ignominioso contra la propiedad, que debe ser infinita, absoluta, sagrada, como el poder divino de los reyes. O más, porque hasta los reyes tenían límites.

Todos los días hay un nuevo show montado por los medios. Parece dispuesto por un jefe de programación de televisión. Seguramente es así. Un video, un coronel, un capitán, un bobo de la OEA que vino encargado de dar la razón a los medios y así avanzamos aceleradamente (ojalá no lleguemos) hacia una catástrofe de la que será víctima la mayoría de los idiotas que la están promoviendo o acompañando. Las declaraciones del representante de Human Rights Watch, mucho más equilibradas, fueron o silenciadas o tergiversadas por los medios. El caso de Vladimiro Montesinos es extravagante: toda la evidencia dura, corroborada incluso por el FBI, dice que a Montesinos lo trajo gente de la oposición, pero lo que quedó atornillado en la mente de todos es que lo protegió el gobierno para devolverle los favores que recibieron de él en el Perú los golpistas del 27 de noviembre de 1992. El hecho objetivo, concreto, claro y distinto es que el gobierno entregó a Montesinos al Perú. Si lo estaba protegiendo ¿por qué lo capturó y lo entregó? Ah, porque había un clamor nacional. Entonces es un gobierno que obedece al clamor nacional, no como dicen ellos, que es una tiranía, porque jamás se ha visto a tirano alguno obedeciendo a clamor nacional alguno, si es que permite que haya clamor. Por eso son tiranos precisamente.

Otro escenario de shows es que Chávez es amigo de la guerrilla colombiana. Desde antes de que fuera candidato a la presidencia se viene diciendo esto. Lo cual es falso de toda falsedad porque nadie puede ser amigo de una guerrilla que no tiene operatividad coherente. Uno no puede ser amigo de un esquizofrénico, pues no puede saber de cuál personalidad es amigo. ¿De quién es amigo uno cuando es amigo de la guerrilla colombiana? ¿De cuál facción? Porque su comandante Tiro Fijo no controla todas las FARC. Es solo una figura totémica que no puede garantizar nada, ni a amigos ni a enemigos. A cada rato salen unos descontrolados a cometer atentados por su cuenta y él no puede pararlos. Ni que lo quisiera podría Chávez ser amigo de la guerrilla. Algún policía vende un video en que unos militares venezolanos negocian con unos guerrilleros colombianos la liberación de alguien para que cuatro histéricas golpistas monten un show. (Por cierto que la conducta de esas damas no me inspira la idea de ponerlas de mentoras morales de mi hija —pero ese no es el punto de este artículo). El gobierno colombiano acepta finalmente las explicaciones del venezolano sobre el famoso video. Pero, como en el caso Montesinos, los medios atornillaron ya la matriz de que el gobierno venezolano está conspirando con la guerrilla colombiana. No es un video de Chávez con Tiro Fijo diciendo vamos a joder a Álvaro Uribe Vélez, tú lo agarras y yo le doy, etc. No. Son unos tipos negociando la libertad de un secuestrado. Una cosa hasta noble. Pero, según las cuatro señoras del Apocalipsis, eso evidencia la mala intención, etc., tema que procedemos a desarrollar, para ir concluyendo.

La Inquisición Mediática

Esta campaña cumple con seis fundamentos básicos de la Inquisición, válidos no solo para Venezuela sino para el planeta entero:

  1. La acusación equivale a la condena. Los medios declaran la culpa de alguien y ese alguien es ya sentenciado por ese mismo acto, porque
  2. No hay derecho a la defensa, pues no se cumple el principio (constitucional en Venezuela) del derecho a réplica y rectificación. Se niegan a conceder ese derecho y no hay modo de contestarles. O, si acaso, lo conceden pequeñito en una esquinita. Y aun cuando fuera en el mismo espacio, nadie garantiza que el mismo lector leerá la réplica a la deshonra un día o un año después, ni que se borrará toda sombra de duda sobre el acusado.
  3. Es un tribunal de excepción, pues no tienen vigencia los principios básicos del derecho: debido proceso, acusación formal, promoción de pruebas, defensa, etc.
  4. Incoan procesos de intención. Usted tiene, hermano, la intención de pecar y para salvarlo amorosamente de esa mala intención lo quemo vivo. Chantajean, aterrorizan, difaman basados en que cualquiera que ellos escojan arbitrariamente tiene la intención de aliarse con la guerrilla, de cerrar medios, de cubanizar, de proteger a Montesinos, etc. No valen pruebas en contrario, ni siquiera las palmarias, las que todo el mundo ve: el sesgo descarado de los medios, por ejemplo. ¿Es imaginable un coronel de la aviación norteamericana pidiendo la renuncia de George W. Bush en el Hilton de Washington? Ah, me dirán, aquello es una democracia y no se justifica una acción así. ¿Una democracia que bombardea sin mirar a quién y tiene desde setiembre de 2001 a más de mil prisioneros sin fórmula de juicio y crea tribunales de excepción en Guantánamo? Esas cosas no están pasando en Venezuela. ¿Un país en donde el Presidente fue elegido por una minoría? Eso no está pasando en Venezuela. Pues sí: según los medios la norteamericana es una democracia porque allí ellos pueden hacer lo que les da la gana. Los medios conciben la libertad de expresión como su libertad discrecional para arruinar o encumbrar a quien sea. El poder absoluto, aquel que según Lord Acton corrompe absolutamente. Han incautado la libertad de expresión y la han, precisamente, aprisionado para usarla como rehén. Ante ese poder los individuos no valen nada. Los medios se han vuelto despóticos y despiadados, como nunca lo llegó a ser reyezuelo alguno. Hay muchísimos ejemplos de procesos de intención. Por eso señalo un solo ejemplo, el editorial de El Nacional del 9 de febrero de 2002: «Aquí, todavía, no pueden actuar a sus anchas porque sobreviven algunas salvaguardas democráticas en ciertas instituciones (nacionales e internacionales) y tampoco han logrado acallar a los medios de comunicación. Pero, más temprano que tarde, se quitarán la careta y darán rienda suelta a las represalias y a la violación de los derechos humanos». ¿La prueba de esta predicción? Meramente que la dice El Nacional: Chávez tiene la intención de violar los derechos humanos. Atrévete a discutirles. No, mejor no lo hagas. Te va a pasar como a Chávez, a todos los demás que cito aquí y a muchos otros linchados.
  5. Crean un clima de terror porque nadie sabe cuándo lo van a destrozar vivo. Nadie está seguro con este poder mediático despótico y que dictamina que el déspota es su víctima. Igual hacía la Inquisición. Torturaba, infamaba, quemaba al acusado, vivo delante de todo el mundo, niños incluidos, sus hijos incluidos, reducidos a la ignominia para siempre. Pero el malo era el «hereje» quemado vivo. En nombre de una religión de amor. Son horrores que cuesta creer. Pero observa un procedimiento análogo en Venezuela. Abre casi cualquier gran periódico o casi cualquier cadena nacional de radio o televisión y lo verás.
  6. No hay derecho de apelación. Una vez que acusan-condenan no hay modo de apelar ante nadie. ¿Ante quién apelar? Supongamos que un tribunal sentencia en favor del acusado-condenado. ¿Quién se entera si el medio se rehúsa a publicar la sentencia absolutoria entre otras cosas porque a) eso no vende, b) no le conviene quedar mal luego de haber difamado a su víctima? ¿Qué lo obliga a publicarla? Y aun publicándola ya quedó sembrada la duda en la opinión pública, manipulada en sus peores instintos hasta conducirla al linchamiento, a los linchamientos a que instigaron, por ejemplo, durante el 12 de abril, durante la dictadura de Carmona. Aparte de que nadie garantiza que los mismos lectores que leyeron la acusación atinen a leer la sentencia absolutoria. Más conviene en tal caso, para no quedar mal, publicar una sentencia condenatoria. Una sentencia absolutoria al acusado por parte del medio sería una sentencia condenatoria al medio. ¿Qué medio la publicaría? Es más, es tanto el poder de los medios que ellos no pueden nada contra él: si quisieran limpiar la imagen ya no podrían, por aquello de la duda.

En cierto sentido la tiranía de los medios es peor que la de la Inquisición: esta quemaba a su víctima, pero al menos la cosa terminaba allí. En este caso se vuelve un réprobo para el resto de sus días. A donde quiera que vaya lleva el sambenito de la deshonra, hasta después de su muerte, como lo sufre aún Miguel Otero Silva. Las llamas del daño moral siguen ardiendo hasta el Más Allá y es hereditaria, pues sus descendientes la llevarán para siempre también.

Ahora me pregunto cuántos supuestos corruptos del puntofijismo fueron víctimas de este linchamiento mediático. El puntofijismo fue relativamente fácil de derrotar, pero ¿quién derrota a esta gente? ¿Tiene límites la estupidez de la clase media que manipulan contra sí misma?

Son algunas reflexiones que propongo para precaver al lector contra esta manipulación. Abre un periódico o escucha una radio o ve una televisora y censa los mensajes favorables y desfavorables al gobierno. Si hay un desbalance torrencial en un sentido u otro te recomiendo que reflexiones seriamente sobre el peligro que estás corriendo, pues pueden conducirte a ubicarte en cualquier bando de una guerra civil en la que nadie triunfará. Es más: evita esos medios, pues no solo te manipulan sino que se ríen de la ingenuidad que demuestras por solo leerlos. Y son dañinos para tu salud mental, consulta con un siquiatra (lo digo en serio).

Pudiéramos estar incluso ante un proceso del cual los dueños de medios no son responsables. Es decir, tal vez ellos mismos están entrapados en un proceso práctico-inerte que no pueden detener ni ellos mismos. No otra cosa hacen pensar El Nacional y otros medios cuando dedicaron una campaña similar a Rafael Caldera y a otros políticos, entre ellos a Teodoro Petkoff, quien ahora anda también haciendo una campaña parecida contra Chávez desde su vespertino TalCual, que practica lo que podríamos llamar amarillismo político. Los medios necesitan a quién devorar, cualquiera de nosotros puede ser su combustible, dadas las circunstancias adecuadas.

La intensidad de la campaña que dedican a Chávez es mucho mayor, pero no es de distinta naturaleza. Tal vez sea que el escándalo político vende. Igual que los chismes de la Casa Real Británica, a los que se dedican cien tabloides parecidos a Así es la noticia. En ese caso estaríamos ante un monstruo infernal porque no se deja atacar por ningún flanco porque tiene como rehén, en sus sótanos, a la libertad de expresión misma. ¿Cómo controlarlos sin dañar la libertad de expresión? ¿Cómo evitar tirar el agua del baño con el niño dentro? Esta política goebbelsiana de los medios abroga la democracia y la división de los poderes. Ningún estado es más despótico, por Pinochet que sea. Es, además, un proceso irreductible a la razón. Sus víctimas también. Haz la prueba, con cuidado. Digo, si tú mismo no eres la víctima.

He allí un bello problema a resolver en lo que nos queda de este siglo, que ha comenzado de modo tan terrible. Tal vez tendremos que esperar que nazca un nuevo Montesquieu. Tal vez aquí en Venezuela, puesto que hoy somos un laboratorio internacional mediático, militar, político, económico y cultural. Tiempo de sobra tenemos.




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