Los dictadores buenos

Gary Younge
The Guardian, 29 de Abril de 2002

A Estados Unidos le interesa que los líderes mundiales apoyen sus intereses; nó que hayan sido electos libremente.

Después que Estados Unidos apoyo la separación de Panamá de Colombia, en 1903, el Presidente Theodore Roosevelt tuvo un remordimiento de conciencia: haber prometido, al nuevo Estado, protección militar norteamericana para asegurar un buen precio para la construcción y futura propiedad del Canal de Panamá. Roosevelt le pidió a su Fiscal General, Philander Knox, que articulara unos principios de defensa para sus acciones. "Oh, Sr. Presidente, no deje que un logro tan grande quede a merced de un vestigio de legalidad."

Casi un siglo después, uno se pregunta si el presidente Bush tuvo el mismo remordimiento y cuál habría sido su respuesta al gabinete si se la hubieran solicitado. Hace dos semanas, el líder democráticamente electo de Venezuela, Hugo Chávez, fue derrocado en un golpe que duró 48 horas. Donde una vez estaba el presidente populista, la cabeza de una federación de empresarios se convirtió brevemente en el jefe de estado.

Aún no ha surgido evidencia contundente que sugiera que los Estados Unidos apoyaron tan inepto golpe. Pero está claro que sabían lo que ocurriría y no hicieron nada para detenerlo. El "rito norteamericano", el cual ha rugido a todo el globo desde el 11 de septiembre declarando su determinación a proteger "democracia y civilización" (aun a punta de pistolas), perdió su lengua, se quedó callado. Cuando el golpe sucumbió, Chávez surgió no para recibir un cálido apoyo, sino para recibir una advertencia de Bush: "espero que haya aprendido la lección."

La lección es clara (aunque ambigua): Estados Unidos apoya la democracia cuando la democracia apoya a Estados Unidos. Pero cuando no hay democracia, los dictadores también pueden hacerlo bien, y en ocasiones hasta mucho mejor. El punto pegajoso del asunto no es si los ciudadanos de todas las naciones tienen el derecho a elegir sus líderes, sino si tales líderes, libremente electos o nó, de cualquier nación, tienen el derecho de escoger un camino que vaya en contra de lo que Estados Unidos perciba como sus intereses en un momento determinado.

Pero Estados Unidos no siempre obtiene lo que desea. Su superioridad económica y militar puede poner la balanza a su favor, pero ésto no pre-determina la victoria en todas las circunstancias, sea en el palacio presidencial de Caracas ó en las cuevas de Tora Bora.

Chávez no apoyó a Estados Unidos. Tampoco escogió un camino para atacarlo. Pero tienen lazos cercanos con Cuba, hizo gestos de apertura a Sadam Hussein y al Coronel Khadafy, criticó el bombardeo en Afganistán, creó impuestos contra los ricos y ha comenzado un proceso de redistribución de las tierras en un país donde el 80% de la población vive en la pobreza. Aun cuando su popularidad se haya erosionado, éste fue el programa por el cual Chávez fue elegido. Este fue el ejemplo claro de un camino que pudo haber tomado Zimbawue, si Robert Mugabe hubiera decidido depender de su popularidad en lugar de descender a la megalomanía autoritaria. Tristemente, la historia del golpe en Venezuela es un claro ejemplo de que cual es el verdadero alcance de un país pequeño en realizar cambios radicales, en beneficio de su pueblo, por medios democráticos.

Aquellos que se mastican la voluntad popular y abrazan a Estados Unidos reciben un trato muy diferente. Por ejemplo Pakistán. Tres años atrás, el General Pervez Musharraf alcanzó el poder en un golpe militar y se convirtió en un paria internacional. El pasado septiembre se redimió a sí mismo al apoyar la guerra en Afganistán. Desde entonces, la ayuda financiera se ha vertido sobre el país, las sanciones han sido reducidas y la deuda renegociada. El pasado jueves, se congració mucho más con Estados Unidos al darles permiso para que los militares persigan a la agrupación Al-Qaida dentro de territorios pakistaníes.

Las elecciones estaban programadas para este Octubre, para elegir un nuevo parlamento nacional y las asambleas provinciales que elegirían al presidente. Ya no es así. Las votaciones sí se llevarán a cabo, pero el presidente no estará sujeto a la voluntad popular. En su lugar, el 30 de abril habrá un referendo que determinará si Musharraf deberá quedarse por otros 5 años. Para asegurar su victoria, se le ha prohibido a los partidos políticos realizar caravanas, y se le ha negado el derecho a los ex-primer ministros electos (y ahora en el exilio) a regresar y hacerle oposición al referendo, y además han presionados con golpes a periodistas y opositores. Musharraf será el único nombre en la boleta.

La política exterior de Washington no sólo tolera este tipo de comportamiento; en ocasiones incluso depende positivamente de él. Le agradece a los monarcas y dictadores del mundo Árabe que la amplia ola de odio sobre los recientes eventos en el Medio Oriente no hayan ocasionado disturbios populares y violentos. Lo ultimo que Estados Unidos necesita ahora son elecciones en un país como Arabia Saudita, sin mencionar a Jordania ó Siria.

Puntualizar en este aspecto no es mas anti-norteamericano que lo anti-británico que fue argumentar contra el imperio. Aquellos quienes debaten sobre acusaciones antinorteamericanas pueden verificar sus propios reflejos en lugar de estar ofreciendo apoyo sin críticas, a los Estados Unidos, en estos tiempos tan críticos. "'Nuestro país es fuerte', nos repiten una y otra vez," escribió la intelectual norteamericana Susan Sontag después del 11 de septiembre. "Por mi parte, no encuentro ésto totalmente consolador. ¿Quién duda que estados Unidos es fuerte?. Pero esto no es todo lo que Estados Unidos debe ser."

Estados Unidos no podrá conducir tal agenda sin el apoyo tácito del resto de los países desarrollados, siendo Inglaterra clave para ello. La primera preocupación no es que la política exterior de Estados Unidos sea conformada para sus intereses propios - esto es cierto para la mayoría de los países - sino que sus intereses parecen no estar cónsonos con los de casi ningún otro país, y no tiene ninguna estrategia coherente. En tan sólo un año, ha enfadado a Europa con sus aranceles al hierro, al mundo Árabe sobre Israel y Afganistán, gran parte de Suramérica con complicidad manifiesta en Venezuela e indiferencia a las súplicas de Argentina, y a casi todo el mundo con su rechazo a Kyoto.

Los intentos de la Casa Blanca para disimular estos imperativos morales pudieran causar risa si las consecuencias no fueran tan terribles. Bush habla sobre "la dignidad y los valores de cada individuo": dile éso al pueblo de Jenin. El Secretario de Estado, Colin Powel, ofrece mas claridad, lo cual revela aún una gran contradicción. "A lo largo del pasado año, el amplio espectro de nuestra política exterior se ha hecho clara," agrega "Se trata de impulsar la democracia y la economía de mercado. Esta afirmación debe confundir a los trabajadores del hierro en Europa y los demócratas en Islamabad.

Mientras Estados Unidos entrena su visión en Irak, nosotros escucharemos mucho sobre como este país ha desobedecido las resoluciones de las Naciones Unidas - un cuerpo que Estados Unidos ha dispensado cuando lo cree conveniente. Escucharemos los cuentos sobre la demagogia de Saddam, sus viciosos tratamientos a los Kurdos y la ostentación en una tierra donde muchos mueren de hambre. Mucho, si no la mayoría, será verdad. Todo será irrelevante a las intenciones norteamericanas.

Estados Unidos no está mas interesada en establecer la democracia en Irak que preservarla en Venezuela. El factor crucial, en ambos casos, es que ellos son ricos en petróleo y no son naciones complacientes. Su verborrea sobre democracia y derechos humanos, en este contexto, es todavía un camuflaje moral sobre otra guerra inmoral.

Lewis Libby, un viejo consejero de la secretaria de defensa, dice: "No existen bases, en el comportamiento pasado de Irak, que nos dé la confianza de saber de buena fé que los esfuerzos de su parte haran cambiar su comportamiento." Casi un siglo después de la separación de Panamá, podemos decir lo mismo de los Estados Unidos.