Tomado de: voltaire articulo 144001
El halcón pierde un ala - El Estado Mayor de Estados Unidos considera a Donald Rumsfeld responsable
del desastre militar en Irak. No porque el secretario de Defensa sea
responsable de la guerra sino por no haber puesto a la disposición de
las fuerzas armadas todos los medios que pedían. La protesta de los
generales alimentó el descontento de una opinión pública militarizada
que castigó a la administración Bush en las urnas. Arthur Lepic hace el
balance desconocido de la guerra en Irak.
Los electores estadounidenses
utilizaron las elecciones de medio término para castigar a la
administración Bush por su política en Irak. La sanción no tiene que
ver con la decisión de desencadenar la guerra, que tuvo el apoyo masivo
de demócratas y republicanos y que sirve de pedestal al «bipartidismo
renovado". Tampoco tiene que ver con el costo humano para el pueblo
iraquí. La prensa estadounidense no se ha hecho eco de los estudios
demográficos que estiman en 650 000 el número de muertos civiles
[iraquíes] desde el comienzo de la invasión anglosajona [1]. El castigo tiene que ver exclusivamente con el costo, financiero y humano, que esta operación está teniendo para Estados Unidos.
Aunque los medios de difusión dominantes minimizan los hechos y se
abstienen de ofrecer un panorama de la situación, los testimonios de
veteranos siguen circulando y, sobre todo, el descontento de los
oficiales superiores constituye para los electores una fuente indirecta
de información, que no tiene nada en común con un llamado a la paz.
Las operaciones de la Resistencia iraquí
aumentan en número y en precisión. Una nueva fase de la lucha se
perfila con el abandono de provincias enteras en manos de la
insurrección y con las derrotas estratégicas sin precedentes que ha
sufrido la coalición ocupante. ¿Augura todo esto una inminente debacle
«al estilo vietnamita"?
Un hostigamiento constante y
omnipresente contra las fuerzas de la coalición se desarrolla
prácticamente a través de todo el territorio iraquí. No hay un rincón
en el que los ocupantes puedan sentirse a salvo. El ritmo cotidiano de
los ataques ha alcanzado actualmente su nivel más elevado, 90 como
mínimo, con un total oficial de 103 soldados estadounidenses muertos en
octubre de 2006, muy cercano a la cifra más alta registrada hasta
ahora, que fue de 134, en noviembre de 2004. Cuando se agregan los
muertos que no entran en las estadísticas oficiales (soldados
extranjeros que se enrolan con la esperanza de obtener la ciudadanía
estadounidense, mercenarios y otros «contratados civiles"), la
proporción se sitúa en un promedio de 7 hombres muertos cada día en el
bando estadounidense, como en el momento más duro de la guerra de
Vietnam, en 1968.
La parte visible del iceberg que encontramos en los medios de la
prensa dominante, como los atentados contra los civiles atribuibles
principalmente a escuadrones de la muerte y ajustes de cuentas entre
bandas mafiosas, representa sólo un 30% del total de los ataques, según
los informes autorizados, incluyendo los del Pentágono.
En ciertas provincias, como la de
al-Anbar, donde la Resistencia ocupa la parte esencial del terreno,
equipos de francotiradores abiertamente reclutados y generosamente
remunerados cazan a los elementos aislados de la infantería
estadounidense, fuera de los combates abiertos, mientras que las
emboscadas con uso de explosivos siguen destruyendo vehículos militares
día a día en las carreteras.
El "Estado paralelo" se ha impuesto en al menos cuatro provincias;
las tropas estadounidenses y el ejército de los colaboradores iraquíes
no pueden hacer otra cosa que comprobar que no han logrado conquistar
los corazones y las mentes y que están en terreno enemigo [2].
En otros lugares, indicio evidente de
la evolución de la situación militar, se asiste a una verdadera guerra
de posiciones en la que son atacados blancos precisos en el seno de las
fuerzas de ocupación y sus colaboradores. Las afueras de Bagdad son
escenario de combates con armas ligeras, combates en que las patrullas
de la coalición y sus colaboradores tienen vérselas con batallones de
miembros de la Resistencia y que a menudo dan lugar a balances
oficiales contradictorios [3].
Gracias a datos y coordenadas revelados por miembros de la Resistencia
infiltrados en el corazón mismo de la maquinaria establecida por los
ocupantes, elementos claves del arsenal de la coalición son objeto de
ataques masivos y extraordinariamente precisos.