Talión - Hágase famoso, acuse a Chávez

Earle Herrera

Quienes esperamos ansiosos una señal de cordura de la oposición, estamos a punto de tirar la toalla con tantos y tan repentinos cambios de estrategias. De retorno de la infeliz aventura golpista, amenazaron con múltiples referenda. Mandaron hacer varias encuestas y un pánico cuántico los hizo desistir de la suicida idea. Se empataron en lo de pedirle la renuncia al Presidente, sólo para descubrir que deseos no empreñan. La agarraron entonces con la guerra de rumores hasta que fatigaron la red y la táctica se les volvió un boomerang. Torcieron hacia la enmienda constitucional y en dos domingos vieron que recoger un millón 800 mil firmas no es cosa de soplar y hacer botellas. Desecharon esa estrategia como quien escupe la goma de mascar.

Ahora la cogieron por acusar al Presidente ante los tribunales. Es lo que está de moda y da prensa y caché. En tropel y cambote, los acusadores espontáneos congestionan el foro. Picapleitos, leguleyos, abogados, aficionados y pasantes se atropellan para entrar al estrado. Llevan cartapacios de folios con las denuncias más insólitas, desde los reales que recibieron Miquilena y Carrero del BBVA, hasta la bola aliñada que empleó el pitcher Chávez en la última caimanera de Sabaneta. Es el nuevo hobby de una oposición sin duda demasiado ociosa. ¿Cuánto le durará la repentina manía jugar a la abogacía mediática? Sólo Dios lo sabe porque esta gente es impredecible.

Cualquier güelefrito, como diría mi querido Aníbal Nazoa, se convierte en una estrella del derecho con sólo dejarse ver por los lados del Tribunal Supremo con un maletín negro y aire de Licurgo tropical. Los medios se lo pelean con furia digna de un Pulitzer. A la mañana siguiente, Marta Colomina lo tendrá en su antiprograma si Mingo no se le adelanta. El acusador espontáneo consulta su agenda, repentinamente apretada de solicitudes para entrevistas estelares, y se da de rogar, ¿qué creen? La radio y la televisión lo persiguen, los fotógrafos se vuelven paparazzi buscando algún gesto interesante del pobre desgraciado. El neofamoso mira al infinito, medita y suelta displicente por el celular: mañana no es posible porque estaré en el programa de Macky y luego, tengo rueda de prensa con los corresponsales extranjeros; hasta finales de julio estoy full.

Acusar a Hugo Chávez, no importa de qué, es hoy la vía más expedita hacia la fama y la celebridad, la distancia más corta entre el doloroso anonimato porque el anonimato duele, no se crea y un envidiable estrellato mediático. Y eso hay que disfrutarlo porque con una oposición tan insegura y cambiante, no se sabe cuándo desecha la estrategia y se acaban los 15 minutos de gloria. Pero lo bailado no se lo quitará nadie si usted se atreve, ¿por qué no?, a dar el paso y convertirse nada más y nada menos que en acusadorprivadodelPresidente. ¿Cómo le suena? ¿No le suena del carajo? Repítalo conmigo, vamos: AcusadorprivadodelPresidente. Acusadorprivadodel..., siga, siga.

¿De qué lo puede acusar? Por Dios, de cualquier cosa, de todas maneras la tele no lo va a pelar. Acúselo por la verruga, por la gorra que usó cuando era subteniente, por la bebedera de café, por las chaquetas tipo Mao, por cantar a capella, en fin, lo importante es que los medios titulen y perifoneen: Juan Pérez se querelló con el Presidente. ¿Se da cuenta? Usted será un querellante. Y eso no hay medio que lo resista. Le harán algo que llaman entrevista de personalidad. Eso sí, apúrese, hágalo rápido, porque lo que viene es una epidemia de acusaciones, la competencia entre querellantes será terrible y la cosa dejará de tener gracia. Anímese, que la fama toca a su puerta y, al contrario del cartero, nunca lo hace dos veces.