Parte del Seminario: Democracia, Estado y Ciudadanía
Organizado por Sinergia, Goethe Institut Inter nationes y Asociación Cultural Humboldt - Caracas mayo 2003

Basándonos en las encuestas de opinión pública, a través de las cuales hemos venido haciendo un esfuerzo permanente por tratar de comprender los valores, creencias y procedimientos de los ciudadanos en su relación societaria, así como sobre sus causales; y tomando en cuenta los escasos estudios con un enfoque más sociológico, trataremos varias cosas pertinentes al tema de la sociedad civil. De acuerdo con los resultados de estas encuestas y de algunos estudios, una primera conclusión es que el asociacionismo en Venezuela tiende a ser muy bajo.

La población que se declara o se siente miembro de una asociación como manera de articular intereses sociales, no llega a más del 20%. Encontramos, desde luego, que el asociacionismo tiene mayores o menores intensidades. Dentro de este porcentaje, por ejemplo, el deporte (clubes o movimientos deportivos) logra articular en forma directa e indirecta aproximadamente a un 30% de la población. Otro caso es el asociacionismo religioso o el sentirse formar parte de una corriente religiosa o una iglesia, que cubre alrededor de un 20% de los ciudadanos. Asimismo, como paradoja o contradicción de la política, encontramos que apenas entre un 14 y un 15% de la población se declara miembro, simpatizante o partícipe de un movimiento político. Esta baja declaración de asociacionismo político es paradójico, porque al mismo tiempo, a través de otras preguntas no relacionadas directamente con el asociacionismo, descubrimos que casi el 70% de la población manifiesta voluntad de adhesión a una corriente de simpatía política.

El asociacionismo en Venezuela es débil porque el Estado es extremadamente fuerte. Así lo confirman los estudios de cultura política y económica, en los cuales la asociación siempre tiene como factor dominante al Estado como su razón de ser. Sin embargo, no se trata de un Estado en función de solidaridad sino de redistribución. En otras palabras, lo que genera vinculación o asociacionismo de carácter político en Venezuela es la ilusión de la redistribución por la vía de la asociación con el Estado o con las figuras que representan al Estado; y este es el rol que jugaron los partidos políticos.

En el pasado, el Partido de Acción Democrática (AD) y el Partido Socialcristiano COPEI llegaron a captar al 92% de la población electoral venezolana, porque representaban un instrumento de intermediacion entre un Estado hiperpoderoso y dueño de todo y el Ciudadano, como ente sometido a la figura de ese Estado. Los partidos actuaban como cadenas de transmisión de la capacidad redistributiva del Estado. En la medida en que éste se fue haciendo débil, en lo económico y productivo, es decir, fue perdiendo su capacidad redistributiva; también se fueron debilitando los partidos políticos. Estos dejaron de ser esos canales de redistribución, porque simplemente no había nada más que redistribuir. Los partidos cayeron en el desprestigio, no por razones ideológicas, de liderazgo o asociativas, sino por la pérdida de su promesa básica de redistribución. Hoy en día se les acusa de su traición a la esperanza de la gente de "vivir mejor", a costa de este esquema.

En consecuencia, se creó una ficción de asociacionismo político o de adhesión partidista en Venezuela por razones asociativas o ideológicas; pero en la práctica fue simplemente por razones de redistribución. En las elecciones de 1988, ganadas por Carlos Andrés Pérez, los partidos AD y COPEI, se pusieron de acuerdo para depurar sus listas de militantes y cruzaron sus bases de datos. El partido de AD decía tener 3 millones de militantes y COPEI 2 millones, con lo cual en teoría había 5 millones de militantes inscritos en estos partidos. De ese cruce de datos, se encontró que había un millón de venezolanos con carnet de ambos partidos; y era lógico pensarlo, porque los dos partidos se alternaban en el poder; y así, la doble carnetización aseguraba a las personas su ingreso a la cadena de redistribución.

Esta sociedad, nunca ha sido "sociedad", de acuerdo a la definición teórica. Ha sido más bien un contrato tácito de redistribución entre el Estado y los ciudadanos. Por eso, si hoy analizamos cómo se distribuyen las adhesiones partidistas, no nos sorprende que el 30% de la población se declare simpatizante del Movimiento Quinta República (MVR), siendo el partido de gobierno que hoy tiene la llave de la redistribución, tal como antiguamente. En este sentido, es cuestionable el término de sociedad civil o el de organización social. Tenemos una sociedad muy pervertida en términos sociológicos y políticos, y nos encanta vivir de ficciones.

Hoy en día, las encuestas de opinión pública dicen que para los venezolanos es más valioso ser miembro de la sociedad civil que de la sociedad política. No obstante, realmente la sociedad necesita articularse a través de los partidos políticos. Criticamos la inexistencia de líderes políticos, porque la sociedad civil no permite que emerjan. Esta sociedad civil cree que tiene un poder propio, independiente y que puede prescindir de las organizaciones intermedias de orden político. Con esto, lo único que se ha logrado es atomizar la oferta o la capacidad de articulación política; que la oposición luzca fragmentada y que sus líderes no logren redefinir su papel en términos de oferta social. De esta manera, se ha multiplicado la demanda en términos de solidaridad, desde una expectativa de redistribución, no sustituida por una oferta de productividad en las relaciones de articulación de intereses.

En una sociedad civil como la Suiza, por ejemplo, conviven cuatro culturas, cuatro idiomas y dos religiones, y sin embargo, son capaces de convivir como una sola nación, con una democracia directa, celebrando 50 elecciones en promedio al año. En esta sociedad civil, los intereses se articulan sobre la base de la productividad y no de la solidaridad. En esta sociedad civil no se ponen de acuerdo para "caerse bien" o para defenderse de algo que esta fuera, sino para sacar provecho de oportunidades. En ella existe un concepto enfocado en la producción y en las autonomías, y no en un colectivo imaginario de carácter solidario. En la cultura latinoamericana y venezolana, las prioridades de solidaridad tienen más peso que las productivas, y eso nos hace ser una sociedad mucho más política que productiva. En el fondo esto fragmenta aun más la agenda de intereses sociales en Venezuela.

Por ejemplo, la descentralización política y las asociaciones de vecinos, son una manera de seguir dependiendo de estas instancias de poder. Aunque apoyo la descentralización, lo que se ha logrado con ésta es que se multiplique en todas las instancias de poder la misma creencia del Estado proveedor. La gran cantidad de organizaciones en barrios y urbanizaciones y ONG's; existen porque este Estado hiperpoderoso obliga a que el ciudadano se articule en defensa de sus intereses, pero de nuevo en términos redistributivos. ¿Para qué se organizan los líderes barriales?, no es para tener una comunidad más sana, más vigilante, más productiva o más organizada; sino para hacer presión y fuerza sobre el Estado proveedor, por el asfaltado de la calle o el acceso a los servicios básicos, a los cuales tienen perfecto derecho; pero de ello se genera una perversión de orden clientelar, que cuando deja de funcionar abre caminos hacia la violencia.




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