Parte del Seminario: Democracia, Estado y Ciudadanía
Organizado por Sinergia, Goethe Institut Inter nationes y Asociación Cultural Humboldt - Caracas mayo 2003

Si existe mucha o poca vida asociativa en Venezuela, es difícil de decirlo empíricamente. Algunos hacen estudios de opinión sobre las percepciones de los individuos entorno a la participación, otros tratan de medirlo a través del número de organizaciones. El tema es más complejo que la cantidad, aunque sean un indicador. También se relaciona con la calidad y con el compromiso que eso supone. El asociacionismo pasa necesariamente por una manifestación voluntaria a participar en organizaciones. Ahora bien, si uno revisa el tipo de asociaciones que prevalecen en el país, como por ejemplo los sindicatos y los gremios, es necesario que nos preguntemos ¿hasta que punto son estas asociaciones voluntarias?. Sus miembros, ¿se han sentido presionados a participar o lo hacen voluntariamente?, ¿es porque se quiere participar con sus pares de forma voluntaria o es porque de no hacerse no puede firmar un documento o pedir un permiso?; ¿es por voluntad de defender objetivos colectivos o viene determinado por reglas?. Esto es lo que marca la debilidad de nuestro tejido asociativo.

Hoy es notable el discurso antipolítico de la sociedad civil, que tiene su origen en el carácter fundamentalmente defensivo de ésta, a causa de la monopolización ilegítima de sus espacios por parte del Estado y de los partidos políticos, lo cual se ha reforzado en este último período. En investigaciones sobre la historia de la sociedad civil venezolana se observa como tuvimos a la salida de Juan Vicente Gómez una vieja sociedad civil, de carácter asistencialista, clasista y gremialista; luego pasamos en tiempos del Pacto de Punto Fijo a un pluralismo asociativo limitado, monopolizado por organizaciones de clase media antipolítica que se revela ante el Estado; después con el Plan de Ajuste Económico son las organizaciones no gubernamentales que se asocian directamente con el Estado, sin partidos; y finalmente, en la Quinta República, se busca la creación de una sociedad civil a la medida de los intereses del Estado. Estamos ahora frente a una nueva etapa, donde la sociedad civil venezolana vive un dilema, si rearticularse alrededor de los partidos o sustituir a éstos mediante otras formas de organización, además de lograr continuidad más allá de la coyuntura política.

Los desencuentros entre las organizaciones políticas y las no políticas, ha tenido el efecto de generar un círculo vicioso donde los partidos son cada vez perores, precisamente porque la sociedad civil no los asistió o no les hizo caso, los ignoró, los dejó a un lado. Se critica a los partidos, pero no se hace nada por resucitarlos o de contribuir a su mejoría. De hecho, en una investigación reciente basada en los resultados de la Encuesta Mundial de Valores para Venezuela, se encontró una gran coincidencia de intereses por lo público o por los temas colectivos entre quienes están en organizaciones civiles y quienes militan en los partidos políticos. Entonces, es factible pensar que en el caso venezolano, la falta de renovación de los partidos políticos se generó por la resistencia del mundo civil a involucrarse en ellos, haciendo que de alguna manera, la gente que tenía intereses hacia la política, se refugiara en el mundo de la sociedad civil. Incluso la conversión de un movimiento como Primero Justicia en partido, fue recibida como un acto de traición que creó un cisma en la sociedad civil. Dentro de esta dinámica perversa, la sociedad civil en Venezuela ayudó a descapitalizar a los partidos políticos, y a la larga esto hace que perdamos como sociedad.

Además, nuestra relación como ciudadanos también es débil, el ejercicio de la ciudadanía deja mucho que desear. Hay gente en Venezuela que se siente muy ciudadana porque participa en marchas y se queja contra el gobierno. Creo que entre eso y la ciudadanía hay un buen trecho. Podemos estar generando una ficción con respecto a la ciudadanía. En una experiencia reciente, los vecinos de una urbanización protestaban por la ubicación en su zona de una casa para el cuidado de niños abandonados. El ejercicio de la ciudadanía, pasa por el reconocimiento de las necesidades de los demás y pensar en lo que vamos a ser como colectivo. La sociedad venezolana muestra todos los días estas contradicciones. La construcción de asociaciones pasa en primer lugar por nuestra posición frente a nuestras responsabilidades como ciudadanos con la sociedad.

En lo que se refiere a elementos internacionales, Venezuela nunca ha sido elegible como país receptor de fondos internacionales, incluso ahora con las dificultades económicas y sociales que tenemos. En consecuencia, la sociedad civil ha tenido poco acceso a flujos financieros y relaciones con otras organizaciones en el exterior. Sin embargo, en forma limitada ha existido cierta comunicación, algunas de las organizaciones de la sociedad venezolana han tratado de insertarse en redes internacionales, por ejemplo en las de derechos humanos o en defensa de intereses judiciales. También esta relación se ha hecho a través de las agencias multilaterales, pero mediada por el Estado, es decir, se produce solo cuando el Estado venezolano ha estado dispuesto a establecer convenios de préstamo con estas organizaciones.




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