Parte del Seminario: Democracia, Estado y Ciudadanía
Organizado por Sinergia, Goethe Institut Inter nationes y Asociación Cultural Humboldt - Caracas mayo 2003
Trabajar por la paz, las instituciones y la soberanía de la gente
En Venezuela, existe realmente un ambiente de efervescencia o de ebullición que ha hecho que mucha gente decida participar activamente en esto llamado construcción ciudadana o ciudadanía movilizada. Muchos hemos llegado a la convicción de que en Venezuela ya no hay espacio donde esconderse. Lo que esta pasando es de tal gravedad y envergadura que sencillamente obliga a la participación. En muchos aspectos, esto que vivimos, no cabe sino compararlo con países que han vivido una guerra, por el estado de tensión, de polarización y de desencuentros entre dos grandes formas de ver lo que está ocurriendo en el país.
En estos días, el primer gran rol de la sociedad civil es trabajar por la paz. La paz no está garantizada, ni ahora ni en lo que viene por delante. Pareciera una posición extremista, pero los venezolanos no podremos transitar hacia los cambios que se aspiran, si en verdad lo que originó esta turbulencia no se corrige en paz. En estos últimos 4 años, hemos tenido numerosos muertos y heridos debido a la violencia política y vemos de manera dramática como se ha ido deteriorando la seguridad en el país. Estamos ante la posibilidad de ir hacia un mayor enfrentamiento o hacia una manera de resolver el conflicto evitando la violencia.
No tiene ningún sentido reproducir aquí las posiciones que diariamente se conocen a través de los medios de la oposición y del oficialismo. Creo que es más interesante asumir en cada línea de argumentación lo que hay de común y lo que hay de desencuentro en ambas posiciones; esto depende de la lectura que uno haga sobre lo que esta ocurriendo en el país. Nos conviene transitar juntos el camino hacia la paz, es una cuestión de responsabilidad, y esto tiene que ver con la manera como se maneja la política y el discurso político.
Simplifica mucho el análisis acerca de la participación política de la sociedad civil en Venezuela, aceptar que estamos en presencia de un proceso revolucionario, sea uno de la oposición o del oficialismo. El ciudadano que es simpatizante del gobierno, percibe que esta revolución está llena de promesas positivas: atención a la pobreza, mayor participación, igualdad; es decir, que aquí se esta construyendo un país nuevo y que la participación ciudadana en verdad está incrementándose. Esta percepción se ve alimentada porque en los últimos cuarenta o cincuenta años de tránsito continuo por una democracia representativa, se había generado una gran deuda con la sociedad venezolana, creando una situación de exclusión, de pobreza, de incredulidad frente a todos los mecanismos de la democracia. Fue precisamente esa situación lo que determinó el caudal de votos que trajo a este nuevo gobierno junto a una esperanza de cambio. El argumento de los más desasistidos para apoyar el "proceso", en su versión más simple, sería así: - Si soy de los más pobres, tengo una identidad emocional con la persona que esta en la presidencia, porque se parece a los míos y parece encarnar el anhelo de cambio que yo quisiera ver -.
El ciudadano que no está de acuerdo con el gobierno, puede, paradójicamente, percibir también una revolución, pero una que en el camino fue afectada por los mismos virus y plagas que contaminaron la democracia venezolana en el período pre-revolucionario. La revolución se corrompió y es cada vez más evidente como avanza el deterioro. El regimen revolucionario crea su propia ley y no atiende a la ley del país que el mismo sancionó. Se percibe como el proceso revolucionario va ajustando la ley a su conveniencia, como se utilizan los recursos del Estado para hacer avanzar un proyecto político. El apoyo popular inicial fue descendiendo, los indicadores más pesimistas, para el gobierno, lo colocan en 30% de apoyo y los mas optimistas en un 40%; y el poder que actualmente ostenta el gobierno está sustentado en el control sobre las instituciones, destruyendo la separación entre los poderes públicos y doblegando a las instituciones a entrar en el proceso; en el uso de la fuerza y en el uso del dinero del Estado, que se utiliza actualmente sin ningún poder contralor. El proceso entonces es más importante que las instituciones.
Esta claro que hay un dilema conceptual sobre la sociedad civil. Hay quienes la diferencian de los partidos políticos, estos últimos con una clara vocación de poder y la sociedad civil como expresión del conjunto de intereses que pretende influir sobre los agentes de decisión. En Venezuela este dilema se ha ido decidiendo, de un modo muy perceptible, a favor de que la sociedad civil intervenga como un actor político. En este sentido, la ciudadanía movilizada ha tenido una enorme virtud. Casi puede afirmarse que durante estos años se ha dotado de verdadera carta de nacimiento a la sociedad civil en Venezuela; no porque no existiera antes, sino porque es ahora que la idea de sociedad civil se ha emparentado con la idea de ciudadano movilizado, en ambos lados del conflicto. El dilema, ha sido trascendido por la vía de los hechos.
Muchas organizaciones que empezaron con una vocación ciudadana, terminaron por involucrarse profundamente en política contingente, y lo seguirán haciendo en un proceso que, difícilmente, admite retroceso. Luego se encontrarán nuevos cauces de participación, que seguramente no serán los tradicionales. Yo no veo que la sociedad civil vuelva a sus casas, después de superada la contingencia.
Un segundo reto para la sociedad civil es detener la desintegración de las instituciones y la impunidad: un proceso destructivo que ha ido avanzando impulsado por la confiscación de los poderes y el no ejercicio de la ley. En este momento, Venezuela es virtualmente un país sin ley, ésta ha sido reemplazada por un esquema de impunidad, lo cual es una responsabilidad que corresponde fundamentalmente a los poderes públicos. Pero éstos se encuentran en un solo conjunto de manos o parcialmente confiscados. Ello es también el resultado de que la ley no se ejerce en temas absolutamente centrales, como por ejemplo, en el manejo de la hacienda pública, las relaciones exteriores, la fuerza armada nacional, la educación, etc. No existe una sola área del desempeño de esta sociedad, donde uno pueda sentir seguridad jurídica, una situación de indefensión que comienza desde el mismo momento en que uno pone los pies en la calle.
Como la revolución crea sus propias reglas, la demolición de las instituciones y el apuntalamiento del caos es una ruta para que, usando el concepto de democracia protagónica, se arrase con las instituciones para no reemplazarlas con nada. Si bien la Constitución de 1999 tiene mejoras sustanciales como instrumento normativo de las relaciones de los venezolanos, en relación a la del año 1961, el problema es que ésta se convirtió en un obstáculo para la propia revolución, porque le pone una camisa de fuerza que en este momento es tremendamente inconveniente para el avance de la misma. El tránsito del inmenso apoyo popular a un apoyo moderado obliga a la revolución a redefinir los espacios de confrontación, y por eso estos espacios se redefinen no dentro del marco de la Constitución, sino en otros.
El primer sector perjudicado por la desaparición de las instituciones es la sociedad civil es el ciudadano que cada vez se encuentra más indefenso para enfrentarse a este Estado todopoderoso. Quizás, desde lado del oficialismo esto es positivo en una visión inmediatista, pero yo sostengo que a futuro será negativo para todos. Estamos destruyendo a las instituciones, transfiriendo su espacio de influencia a la voluntad de un individuo. Los programas, que antes eran de asistencia, han sido reemplazados por la dádiva, con consecuencias muy negativas, incluso para la dignidad de los propios individuos a quienes se pretende ayudar. A la larga, el socavamiento de las instituciones nos perjudica a todos, y no solo a la oposición como se cree. Conceptos e ideas importantes que se han manejado en estos años, como la microeconomía, escuelas bolivarianas, banco de la mujer y el banco de los pobres, son iniciativas brillantemente concebidas pero ejecutadas de una manera infame, orientadas a consolidar un tipo de poder, haciendo que no avance la idea original.
En tercer lugar, es esencial enfrentar los elementos políticos, y fundamentalmente el problema de la "legitimidad de origen". En el tema político, la sociedad civil y el pueblo venezolano se están aproximando a una situación en la que va a estar en juego la legitimidad de origen, es decir, el respeto a la soberanía de la gente. Hablamos del referéndum presidencial, que determinará en definitiva si el gobierno dará el paso de violar la propia Constitución. Nadie pone en discusión que este gobierno está por el mandato que recibió del pueblo. Pero todo parece indicar que en cualquier esquema de consulta amplia y democrática, ese mismo mandato puede dar otra dirección, y la revolución difícilmente puede permitirlo. Por eso, nos aproximamos al drama final en este conflicto, y esto tiene que ver con quién tiene la soberanía y si se permitirá que esa soberanía, cuya depositaria es la gente, pueda ejercerse.
La sociedad civil de ambos lados tiene el interés de saber en forma meridiana y transparente, clara y abierta, quién tiene el mandato de los venezolanos para seguir al frente de los destinos del país. De modo que es necesario resolver la elección del Consejo Nacional Electoral (CNE) y todo lo relacionado con los mecanismos que permiten la participación de la gente. Actualmente están suspendidos, en virtud de la sentencia del Tribunal Supremo de Justicia sobre el CNE, derechos fundamentales de participación ciudadana. Ello ha dejado a la gente sin posibilidad de ejercer ningún derecho electoral, lo cual es fundamental para el mantenimiento de la democracia. Sin embargo, es posible que el conflicto en relación al CNE no sea resuelto, porque frente a la posibilidad de perder el mandato, la revolución puede recurrir a muchos métodos, que van desde pretender aterrorizar a la gente para que se abstenga, desconocer el referéndum, hasta dar largas para que esa voluntad no pueda expresarse sino cuando sea irrelevante, es decir, cuando se garantice la sucesión presidencial por la vía del vicepresidente.
Es difícil decir cuál va a ser el final, pero si la sociedad civil no entiende su responsabilidad en la paz, que el deterioro de las instituciones compromete el futuro de todo el país, y que la legitimidad de origen es el problema básico de la convivencia entre los venezolanos, no habrá forma de convivir pacíficamente. Si pretendemos seguir viviendo en este país, estos son los temas que nos tienen que mover hacia una forma de reencontrarnos, donde haya inclusión y una posibilidad de asistir a una verdadera revolución, que nos permita salir con bien y con una sociedad civil fortalecida.
¿Cuál es el origen del tremendo desencuentro?. Difícil responder a esta pregunta si no se clarifican temas fundamentales. No creemos en acciones minorías violentas espontánea. De modo que cabe preguntarse: ¿Quiénes entonces son los responsables de los ataques a las manifestaciones de la oposición?. No estamos de acuerdo con la exclusión, pero ¿Qué indicador revela que la exclusión ha disminuido en este gobierno?. No estamos de acuerdo con la pobreza, pero ¿A cambio de qué se está destruyendo el empleo en el país, para supuestamente reemplazar las empresas por una idea difusa de economía cogestionaria?. Estamos de acuerdo con que los medios de comunicación tienen responsabilidades, pero ¿Porqué no nos sometemos todos a las reglas del juego democrático?. Las palabras tiene un peso, pero en este caso, no queda otro camino que pensar que las palabras de quienes están con el gobierno son un vehículo para transmitir una intención que no tiene nada que ver con la práctica. Para arribar al entendimiento dentro de un escenario democrático, es necesario que: haya claridad en el juego de las intenciones y la práctica, con apego a la verdad; que cada lado explique cuál es el objetivo con su proyecto.
Salir de Chávez no es ningún objetivo de fondo. Aquí tenemos que pensar con mucha más profundidad. La salida de Chávez tendrá un alto costo, para que el motivo tenga que ver solo con retaliación. Es necesario pensar en cuál es el país que vendrá después. Es importante la deschavización del conflicto y que definitivamente de ambos lados nos separamos de tendencias autocráticas. En momentos críticos, hemos tratado de buscar a gente del otro lado, y no ha sido una tarea fácil. Así no era la sociedad venezolana, ni en sus momentos más duros. El problema aquí es mucho más profundo que las sobre-simplificaciones del problema como el supuesto castro-comunismo de Chávez. Esto no nos permite movernos hacia ningún lado, ni acercarnos en ninguna dirección; y nos lleva a la barbarie.