Parte del Seminario: Democracia, Estado y Ciudadanía
Organizado por Sinergia, Goethe Institut Inter nationes y Asociación Cultural Humboldt - Caracas mayo 2003

En esta coyuntura, debemos reivindicar el término de sociedad civil, entendiéndola como ciudadanos organizados con autonomía o como pueblo organizado, a diferencia de la idea de pueblo aglomerado en plazas para aplaudir y seguir a caudillos. Eso es particularmente importante ante él intento exótico de establecer una civilización cívico -militar, tal como han planteado personas de este régimen desde el año 1999. Porque este último concepto se resuelve a la hora de la verdad en un gobierno y en una sociedad militarizada, de corte fascista, donde hoy 400 militares de alto rango ocupan cargos relevantes de la administración pública, acompañados de centenares de militares activos puestos a su servicio. Este fenómeno jamás se había vivido la historia de esta república, ni siquiera en regímenes regidos por militares, como fue el de Marcos Pérez Jiménez. Por lo tanto, es importante reivindicar el concepto de sociedad civil, frente al sesgo militarista que padecemos.

Esa sociedad civil, ese pueblo cada vez más organizado y participante, es el nuevo dato que surge en Venezuela con mucha fuerza a comienzo de este siglo veintiuno. Allí hay un florecer, una cosecha que estamos recogiendo de una siembra de ciudadanía y de cultura democrática mediante el trabajo de muchas organizaciones a lo largo de dos décadas; y que en estas ocasiones cruciales emerge en la vida pública. Yo sentí su fuerza a partir de la noche del 13 de diciembre del año 2000, cuando se convocó a una reunión de padres y representantes para discutir sobre políticas educativas y sobre el proyecto de Ley de Educación que habíamos preparado siete organizaciones de la sociedad civil. De allí salimos a recoger casi cien mil firmas y a entregarlas al parlamento a mediados de enero. En el debate posterior que se desarrolló en 22 ciudades del país durante seis meses participaron centenares de miles de ciudadanos.

Esa misma energía de la gente la vivimos todos en abril del 2002, incluso en medio de las frustraciones. Recuerdo vivamente como el lunes 15 de abril una mujer de clase media me dijo: "Ayer lloré todo el día, pero ya me sequé las lágrimas y ahora vengo a preguntar qué es lo que hay que hacer". Eso implica un interesante y positivo despertar de esta sociedad dispuesta a meterse de pies y cabeza en la vida pública.

Para diciembre del 2002, millones de venezolanos participaron políticamente a través de procesiones cívicas nocturnas, cantando y caceroleando. Algunos comenzamos a pensar, ¿no podrá la gente hacer algo más?. Allí surgió la idea de asumir el artículo 70 de la Constitución, en el que se establecen las Asambleas de Ciudadanos como el mecanismo constitucional para la participación directa en la vida pública, entendiendo que estábamos maduros para ensayar y desarrollar formas de participación política inéditas. Lanzamos la idea y efectivamente comenzó a desarrollarse esta experiencia. Centenares de ciudadanos se reunían en plazas o espacios públicos, para analizar y deliberar sobre política. No ha sido una experiencia solo en Caracas, también se han hecho en el interior del país. Tampoco es un mecanismo antipartido, hemos dado talleres sobre estos mecanismos constitucionales y pluralistas a dirigentes parroquiales de partidos políticos; y éstos han comenzando a entender que la condición para que estos espacios sean útiles es que no se partidicen. Aquí participan todos, las asociaciones de vecinos, las organizaciones y los partidos políticos.

Estos espacios de participación política, que antes no tenían los ciudadanos, tienen tres propósitos: la autoeducación política colectiva, la participación política y una mayor organización popular. En los próximos meses, los objetivos son: primero, trabajar por el referéndum revocatorio, que es el mecanismo pacífico constitucional mediante el cual podremos solventar este conflicto en paz; segundo, elaborar un primer esbozo del plan de gobierno para el año 2004-2005, y, tercero, eventualmente escoger democráticamente un candidato de la oposición.

Aunque este mecanismo está teñido de fuertes rasgos de la coyuntura política actual, es una novedad positiva que está mas allá del actual gobierno. Cuando se apruebe la Ley Orgánica de Participación Ciudadana, podría constituirse en un instrumento de control ciudadano sobre los gobiernos y de generación de iniciativas de interés público. Debemos comenzar a transitar de un concepto de estado guardián y promotor, a una sociedad donde el pueblo sea a su vez guardián del Estado y promotora corresponsable de iniciativas de interés público.




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